Según los datos recolectados por la BBC, en La Palma, el enjambre sísmico a principios de la semana del 13 de septiembre provenía de profundidades de unos 12 km, reflejando la acumulación del magma en reservorios en la base de la corteza terrestre, alrededor del punto crítico que puede llevar a erupción. Aunque esta sismicidad comenzó en 2017, su intensidad se incrementó en los últimos días y se sintió por la población. Además, el ascenso progresivo del magma fue generando terremotos más superficiales.
Teniendo en cuenta la sismicidad registrada en La Palma, se podría decir que hubo al menos unas 5500 fracturas de roca en los últimos días de septiembre. Finalmente, el comienzo de la erupción generó el sismo de mayor magnitud, cuando el dique alimentador completó su viaje rompiendo las rocas de la superficie, generando la fisura eruptiva, que tiene varios centros de emisión o bocas eruptivas.
Las islas volcánicas oceánicas como las Canarias representan la parte emergida de grandes edificios volcánicos. La Palma, por ejemplo, tiene poco más de 2400 metros de altitud, sin embargo, bajo el mar continúa teniendo unos 3000 metros más. Es decir, la isla es la punta del iceberg de ese gran volcán de más de 5 km de altura.
En estos casos, la situación de alerta se establece de forma cualitativa con un semáforo que cambia de verde a amarillo, a naranja y a rojo a medida que la probabilidad de una erupción inminente aumenta. En estos momentos, el semáforo está en rojo, lo que indica que se debe realizar la evacuación de la población que pueda verse afectada como medida activa de Protección Civil.
La última erupción de La Palma en 1971 dio lugar al volcán Teneguía y generó no solo el crecimiento de la isla, ya que las lavas ganaron terreno al mar, sino también una gran expectación y un avance en el conocimiento científico de las erupciones en el archipiélago.