Los jóvenes húngaros, golpeados de lleno por la crisis del coronavirus, responden en masa a las ofertas de reclutamiento del ejército, una institución que el gobierno de Viktor Orban quiere convertir en un pilar de la sociedad.
Estabilidad y seguridad en el trabajo. Esto es lo que buscaba Peter Kamondai, de 27 años, cuando se alistó, tras abandonar una incipiente actividad de fisioterapeuta que quedó paralizada por la debacle económica. “Mi mujer pronto va a dar a luz y el confinamiento no me ha dejado ninguna posibilidad de empezar”, explicó con la cabeza rapada, en un terreno de entrenamiento cerca de Gyor, a 120 km al oeste de Budapest.
Este futuro padre no es el único que quiere servir a su país: según el mayor Tamas Durgo, responsable del reclutamiento nacional, “el número de candidatos se ha duplicado desde el principio de la crisis”.
Un responsable del ministerio de Defensa adelantaba la semana pasada la cifra de “2.500 candidatos, 900 de los cuales ya empezaron la formación”, mediante un procedimiento de integración que el gobierno ha simplificado recientemente. Las previsiones económicas son catastróficas para este país de casi 10 millones de habitantes.
La economía húngara, que iba muy bien con un 4,9% de crecimiento en 2019 y casi sin desempleo, podría contraerse un 8% este año, o hasta un 10% si hay una segunda ola significativa de coronavirus, según la OCDE.
Las indemnizaciones por desempleo en el país son precarias: entre 200 y 350 euros (entre 225 y 400 dólares) mensuales en función del último salario, durante máximo tres meses. El gobierno conservador dice querer construir una “sociedad basada en el trabajo”, no en las ayudas a la población.
“Lo que quiero ahora son unos ingresos estables, de parte del Estado”, dice Peter Kamondai, tras un ejercicio de simulación de combate junto a una docena de candidatos.
Una situación que debe satisfacer al primer ministro nacionalista Viktor Orban, que ha promovido una mayor financiación del ejército: el porcentaje del PIB dedicado a la defensa pasó de 0,95% en 2013 a 1,21% en 2019.
La promoción del ejército forma parte del proyecto de sociedad que Orban definía en 2019 como una “revolución conservadora”, que busca restablecer en Hungría los valores tradicionales basados en el orden y los “valores cristianos”.
Desde su regreso al poder en 2010, Orban ha hecho hincapié en la educación patriótica en las escuelas. Y el ejército, que hasta ahora mantenía un perfil más bien bajo desde la transición democrática de 1989, anunció este mes que quería abrir hasta diez nuevas escuelas militares en la próxima década.
Durante la epidemia, el ejército ha tenido un papel importante, porque fue desplegado como refuerzo en hospitales y empresas. Y ahora forma parte de la solución para luchar contra la crisis económica.
El gobierno ha incluido las profesiones militares en el plan de recuperación nacional, que también se basa en la contratación en las empresas estatales y en una campaña de obras públicas.
“Muchos candidatos ya pensaban en ser soldados”, afirma Nandor Major, jefe del campo de entrenamiento cerca de Gyor. “El virus solo les ha ayudado a dar el paso”, asegura.