Parece que en Ecuador se ha acabado la luna de miel con el presidente Guillermo Lasso y la política, junto a la economía, ha entrado en un tipo de crisis que suele ser de una intensidad mortal para los gobiernos y para las medidas económicas que estos quieren tomar.
Esta situación luce agravada por el auge de la delincuencia organizada, que es un dato novedoso para la sociedad ecuatoriana, lo que se suma al recuerdo fresco de las muertes que dejó el coronavirus, así como la respectiva crisis económica y sanitaria que produjo la pandemia.
La lluvia de acontecimientos en pocas semanas da cuenta de una fragilidad que ya no es solo institucional, sino que también afecta el tejido social.
La situación actual recuerda varios momentos de la historia política reciente de Ecuador, especialmente en 2019, cuando el anterior presidente, Lenín Moreno, trató de aplicar un paquete de medidas que incluían el aumento del combustible, pero debido a las fuertes protestas, tuvo que abandonar la capital y refugiarse en Guayaquil hasta que finalmente desistió de implementar esas políticas y así permitir el regreso a la calma.