Las estadísticas muestran que las alertas que lanzaron los pediatras sobre el deterioro de la salud mental de niños y adolescentes debido a la pandemia estaban más que justificadas. El año pasado se quitaron la vida 22 menores de 15 años, un 57% más que en 2020 y el triple que los que lo habían hecho en 2019, el año previo a la pandemia, según la última estadística de Defunciones según causa de muerte difundida hoy por el INE.
Un total de 4.003 personas se suicidaron en España en 2021 (1,6% más que en 2020, cuando se registró el mayor número de casos desde que existen estadísticas), y otras 2. 015 lo han hecho en la primera mitad de este 2022. De estas últimas, 37 eran menores (7 de ellos tenían entre 10 y 14 años).
Además, hay que sumar que las hospitalizaciones por problemas de salud mental infantil y juvenil también han aumentado un 40% respecto a antes de la covid (al 2019). Buena parte de este aumento de hospitalizaciones obedece al incremento de los trastornos de conducta alimentaria (TCA), como la anorexia y la bulimia: más del 25% de ingresos de menores son por esta causa sólo en España.
Cada año se quitan la vida cerca de 800.000 personas y esta cifra está aumentando. El suicidio es una de las principales causas de muerte en muchos países que no distingue entre países pobres y países ricos. Los datos no son del todo fiables ya que, debido a la estigmatización de este fenómeno, en muchos casos se trata de “disimular” la causa de la muerte y no se registra como muerte por suicidio.
Prácticamente en todos los países los suicidios masculinos son muy superiores a los femeninos. En las zonas rurales la mayor parte de los suicidios se llevan a cabo por la ingestión de plaguicidas y la cifra es tan importante que llega a suponer aproximadamente el 30% del total de suicidios. Otros métodos habituales de suicidio son el ahorcamiento y las armas de fuego.
Luego de la pandemia, que mantuvo a gran parte de la población mundial aislada y aterrorizada, los problemas de salud mental que derivaron tanto en enfermedades como en muertes y suicidios no paran de aumentar, a la vez que la virtualidad absorbe los mecanismos humanos de apoyo y contención, sobre todo en etapas críticas como la adolescencia, la vejez y los problemas derivados del consumo de fármacos.