Tras el accidente nuclear más grande del mundo, Chernobyl es objeto de estudio para varios científicos. El fenómeno ocurrió el 26 de abril de 1986, donde más de 120 mil personas tuvieron que abandonar sus viviendas para siempre. Sin embargo, sus mascotas permanecieron en el lugar y en la actualidad son estudiados por los científicos.
A casi 40 años de la catástrofe ambiental, los animales deambulan entre los restos de los edificios y de una manera sorprendente siguen siendo capaces de encontrar comida, reproducirse y sobrevivir.
Los investigadores realizaron un estudio a más de 300 perros callejeros que viven en los alrededores de aquella ciudad. De esa manera, identificaron distintos grupos, que debido a los niveles de exposición a la radiación, son distintos genéticamente entre sí.
“Hemos tenido esta oportunidad de oro” de sentar las bases para responder a una pregunta crucial: “¿Cómo se sobrevive en un entorno hostil como éste durante 15 generaciones?”, afirmó la genetista Elaine Ostrander, del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano, una de las numerosas autoras del estudio.
Por su parte, Tim Mousseau, profesor de Biología de la Universidad de Carolina del Sur y coautor del estudio, afirmó que los perros “proporcionan una herramienta increíble para estudiar el impacto en este tipo de entornos” en los mamíferos en general.
¿Cómo lograron sobrevivir los perros en Chernóbil?
El 26 de abril de 1986, el entorno de Chernóbil cambió para siempre. Una explosión y un incendio en la central ucraniana provocaron la llegada de una lluvia radiactiva sobre la atmósfera. Más de 30 trabajadores perdieron la vida y se calcula que el número de víctimas mortales ascenderá a miles a largo plazo.
Según los resultados de los estudios científicos, la mayoría de los perros que los científicos están estudiando parecen ser descendientes de mascotas que los residentes dejaron atrás cuando abandonaron la zona.
Mousseau trabajar en la región de Chernóbil desde finales de la década de 1990 y comenzó a analizar la sangre de los perros alrededor de 2017. Algunos de los perros viven en la central eléctrica, un entorno industrial distópico. Otros están a unos 15 kilómetros (9 millas) o 45 kilómetros (28 millas) de distancia.
Al principio, pensaron que los perros podrían haberse mezclado a lo largo del tiempo y que serían muy parecidos. Pero gracias al ADN, pudieron identificar fácilmente a los perros que vivían en zonas de niveles altos, bajo y medio de exposición a la radiación.
“Fue un gran hito para nosotros”, afirmó Ostrander. “Y lo sorprendente es que incluso podemos identificar familias”: unas 15 diferentes.