Estados Unidos es el único país desarrollado que lleva nueve meses sin poder controlar su primera ola de la pandemia de coronavirus, ha atravesado ya tres picos nacionales de contagios, tiene récord mundial de casos y muertos, y esta semana, marcó un nuevo hito local: más de 94.000 infecciones en solo un día.
A solo tres días de las elecciones, los muertos se acercan a los 1.000 diarios, 41 de los 50 estados muestran una curva ascendente y las cifras nacionales ya superan los 9 millones de casos y 230.000 fallecidos.
Desde el inicio, el presidente y candidato a la reelección, Donald Trump, intentó subestimar el impacto de la pandemia y los efectos concretos de la enfermedad, la Covid-19. Sin embargo, los devastadores costos humanos y, eventualmente, también económicos, lo obligaron a aceptar, de manera errática y muchas veces contradictoria, la gravedad de la situación. Creó un equipo especial con el vicepresidente y compañero de fórmula electoral, Mike Pence, a la cabeza y él mismo lideró una conferencia de prensa diaria desde la Casa Blanca hasta que el primer pico, con epicentro en Nueva York, pasó en abril y entonces las suspendió.
“¿Cuál es el objetivo de tener conferencias de prensa en la Casa Blanca si la prensa lamentable solo hace preguntas hostiles y luego se niega a informar la verdad o los datos reales”, tuiteó el mandatario y agregó: “¡No vale la pena el tiempo y el esfuerzo!”Las “preguntas hostiles” de ese momento interrogaban si era prudente impulsar una reapertura inmediata de las economías de los estados, sin imponer primero protocolos preventivos y recursos especiales para evitar futuros brotes.
Apenas unos meses después, el país vivió su segundo pico de contagios, que casi duplicó al primero. El propio director del Instituto Nacional de Enfermedades Alérgicas e Infecciosas y uno de los expertos que hasta entonces se había mostrado con Trump en las conferencias de prensa, el doctor Anthony Fauci, reconoció que se debió a la rápida reapertura, lo que desató la primera de muchas peleas públicas con el mandatario.
Desde este momento y en paralelo con el inicio formal de la campaña presidencial, Trump se distanció cada vez más de los científicos del Estado federal, los contradijo públicamente, se negó a usar tapaboca y siguió presionando para que los gobernadores reabran sus economías y, especialmente, las escuelas.
Pronto, el cumplimiento de las medidas de prevención básicas -tapabocas y distanciamiento social- se convirtió en un símbolo partidario en las campañas, aún luego que el propio presidente, parte de su familia y su entorno político se contagiaran. Salvo por unos pocos días, Trump, de 74 años, y sus seguidores alardearon de realizar masivos actos sin ninguna prevención, mientras que el candidato opositor, el exvicepresidente de 77 años Joe Biden, pasó meses dando conferencias y discursos de manera virtual desde su casa en Delaware antes de comenzar a recorrer el país.
En paralelo, el Partido Demócrata se enfocó a hacer campaña para ampliar el voto anticipado -presencial o por correo- para garantizar una alta participación sin provocar grandes concentraciones el día de las elecciones.
La mayoría de los estados terminaron aceptando la flexibilización de algunos de sus plazos y reglas para votar antes y el resultado hoy es una participación anticipada récord, que incluso en el estado de Texas ya superó el número de votantes total de 2016.Según el portal especializado Elections Project, Texas no es una excepción ni se limita a los estados que apoyan tradicionalmente a un partido o a otro.
En Montana, ya alcanza al 91%, en Washington el 88%, en Georgia el 87%, en Carolina del Norte el 86%, en Florida el 81%, en Arizona el 80% y Colorado el 78%, solo por mencionar algunos.En todo el país ya votó un equivalente a más de un 61% de la participación de 2016.Para el profesor de la Universidad de Texas y especialista en participación electoral Daron Shaw este voto anticipado récord podría adelantar un nuevo pico como en 2008, cuando ganó Barack Obama, pero aún no es seguro."El voto anticipado puede estar canibalizando la votación del día de la elección.
No sabemos aún cuántos de los que ya participaron usualmente lo hacían el martes de las elecciones", explicó.En este clima de tensión y polarización, Biden y los demócratas convirtieron al tema en el más importante de la campaña, muy por encima de la inmigración, los derechos civiles, la tensión racial, todos ejes de su oposición durante los últimos cuatro años.
La campaña opositora no solo denunció que las minorías negra y latina y los sectores más pobres fueron los más golpeados por la pandemia -como demuestran toda la información estadística disponible-, sino que fueron los mismos que menos se beneficiaron de la limitada recuperación económica, que registraron las cifras oficiales de manera intermitente, según los sucesivos picos de contagios y cierres preventivos.
Al mismo tiempo, la campaña del oficialismo se lanzó a recuperar a dos sectores muy afectados por la pandemia que fueron clave en su victoria en 2016: los adultos mayores y los trabajadores blancos sin educación universitaria, especialmente del deprimido antiguo cordón industrial del noreste del país, donde la recuperación económica tras la crisis de 2008 tuvo efectos limitados.
Alrededor de la mitad de los estadounidenses obtienen su seguro médico a través del trabajo. Tras el derrumbe económico que provocó la pandemia, más de 12 millones de trabajadores perdieron su cobertura, según calculó el centro de pensamiento Instituto de Política Económica.
Un efecto similar golpeó a los jóvenes, uno de los sectores tradicionalmente menos movilizados para votar.Una reciente encuesta de la empresa TransUnion alertó que uno de cada tres jóvenes de entre 10 y 25 años vieron afectada su cobertura por la crisis desatada por la pandemia, mientras que un 30% de las personas de 26 a 40 años respondieron lo mismo.
La pandemia cambió la forma de votar este año, solo resta saber si será un motivo que movilizará a nuevos votantes a favor de Biden o si le restará parte de su base de apoyo de 2016 a Trump.