Este 11 de septiembre se cumplen 20 años del atentado a los Torres Gemelas y El Pentágono estadounidense (el llamado 11-S o 9/11). A pesar del tiempo transcurrido aún quedan investigaciones inconclusas, algunas llenas de misterio y cuyas respuestas están lejos de conocerse.
Una de ellas, es la causa de Bruce Edwards Ivins. Él fue un microbiólogo y vacunador de alto nivel, especialista en biodefensa. Formó parte del Instituto de Investigación Médica de Enfermedades Infecciosas que pertenece al Ejército de EEUU (Usamriid). Sin embargo, es conocido por ser el presunto autor de enviar cartas con altas dosis de ántrax (carbunco) días después del 11-S.
El ántrax, el enemigo invisible letal tras el 11-S
Todo comenzó el 18 de septiembre del 2001. Tommy Thompson, en ese momento ministro de Salud de Estados Unidos, confirmaba a los medios locales que el envío de ántrax por correo era un nuevo acto terrorista, aunque se abstuvo de calificarlo de ataque bioterrorista.
La paranoia y el terror paralizaban a los ciudadanos norteamericanos. No solamente porque habían sido testigos de la destrucción de dos edificios emblemáticos, sino también porque ahora un virus invisible se convertía en una amenaza y que éste podría estar en cualquier elemento de uso diario.
Se registró durante esa jornada que cinco cartas habían sido enviadas a los medios de comunicación ABC, NBC, CBS, el diario The New York Post y la editora de Florida American Media Inc., que publicaba el National Enquirer.
Lamentablemente este no sería el único ataque, ya que el 9 de octubre, otras dos cartas se enviaron a los senadores Tom Daschle y Patrick Leahy, ambos resultaron ilesos del ataque. Sin embargo, murieron empleados de correos y ciudadanos que tuvieron la mala fortuna de cruzarse con las cartas en su recorrido hacia sus lugares de destinos.
Según el New York Times, el servicio de correos estaba paralizado; los senadores y los jueces del Tribunal Supremo habían abandonado sus contaminados despachos, y el FBI estaba luchando contra un microbio usado como arma homicida. El escenario criminal se extendía desde Nueva York hasta Florida.
Cartas con ántrax: Ivins aparece en la causa
En un intento por dar con los culpables de estos ataques con ántrax, las autoridades de Estados Unidos comenzaron a investigar y pusieron a disposición de los científicos todos los recursos disponibles. Es allí cuando aparece en escena Bruce Ivins, que hasta ese momento era desconocido para el público popular.
A través de correos electrónicos, Ivins compartía con sus colegas todos los avances del caso. “Hola a todos, hoy hemos estado sacando unas fotos de cultivos de agar sangre de la ahora infame cepa de Bacillus anthracis. Aquí van unas cuantas”. En las imágenes se podía observar al demacrado microbiólogo mirando placas de Petri con ántrax y colonias de esta bacteria mortífera y comas blancas sobre un nutriente rojo sangre.
El New York Times afirma que Bruce había ayudado a desarrollar una vacuna contra el ántrax para proteger a las tropas estadounidenses. A la edad de 55 años, estaba asesorando al FBI y sus conocimientos técnicos eran muy solicitados.
Sin embargo, después de siete años y muchos millones de dólares el FBI concluyó que el asesino del ántrax había estado todo el tiempo en el bando de los investigadores.
La investigación del FBI por las cartas con ántrax
Los fiscales afirmaron que creían tener las pruebas necesarias para demostrar que Bruce había llevado a cabo los atentados en solitario, pero sus afirmaciones se toparon de inmediato con el escepticismo de algunos científicos, legisladores y compañeros de trabajo de Ivins.
En 2004, unas pruebas científicas secretas concluyeron que el ántrax enviado por correo había sido cultivado en algún lugar cerca de Fort Detrick. Y los especialistas afirmaron que Ivins contaba con el equipo y los conocimientos técnicos necesarios para fabricar el polvo en su laboratorio.
El FBI comenzó a recopilar información. De acuerdo a datos oficiales, el 22 de septiembre de 2001 -una fecha que estaba entre los dos envíos por correo de ántrax- Bruce Ivins fue a una clase de la Cruz Roja: introducción a los servicios frente a catástrofes. Le gustaba el ambiente, les contó a sus amigos, y tres meses después, cuando la abrumadora carga de trabajo provocada por las cartas con ántrax empezó a amainar, se apuntó a más cursos. Tras señalar que trabajaba en el instituto del Ejército, en el formulario para apuntarse de diciembre de 2001, escribió: “A lo mejor puedo ser de ayuda en caso de una catástrofe relacionada con agentes biológicos”.
El Ejército descubrió que, en diciembre de 2001, el científico había sacado muestras de unas esporas de ántrax fuera del espacio seguro del laboratorio. Al sospechar que la mesa del despacho de un técnico estaba contaminada -declaró Ivins posteriormente a un investigador del Ejército-, había hecho pruebas y había encontrado un bacilo, la clase de bacteria en la que se incluye el ántrax. Fregó la mesa con lejía, pero no informó del accidente, aunque sí se lo mencionó a Anderson, su amigo experto en ética, unas semanas más tarde. “No tenía ninguna intención de gritar: ‘¡Que viene el lobo!”, escribió Ivins a investigadores del Ejército en abril de 2002.
“Habría inquietado a muchas personas sin un motivo de verdad”. No obstante, Ivins escribió que no recordaba si había vuelto a realizar pruebas en busca de ántrax en la mesa después de limpiarla, tal y como exige el reglamento.
La conducta de Ivins constituía una flagrante violación de los estándares de seguridad. Las esporas de ántrax fuera de las áreas de contención podían poner en peligro a cualquier persona que no estuviera vacunada. Cuando se investigó debidamente el accidente, se encontraron tres cepas de ántrax fuera del laboratorio, incluida la cepa Ames en la mesa de Bruce. Además, el FBI contaba también por entonces con informes detallados que mostraban cuándo entraban y salían los científicos de los laboratorios seguros.
Los documentos revelaban que Ivins había estado trabajando hasta más tarde de lo normal en su laboratorio varias noches antes de cada uno de los envíos de cartas con ántrax, una conducta que se salía de la rutina, incluso en un instituto en el que trabajar por la noche era habitual. Aun así, ni el accidente ni las horas extra por la noche levantaron las sospechas de los que investigaban el caso del ántrax. Estaban muy centrados en otro sospechoso.
Pero el ántrax era el núcleo de la vida laboral de Ivins. “Estaba a cargo de la fabricación de grandes cantidades de esporas húmedas para investigación”, explicó John W. Ezzell, un compañero de Fort Detrick cuyos conocimientos técnicos sobre el ántrax estaban a la par con los de Bruce. “Así que si hay alguien que pudiera haber fabricado muchas esporas sin levantar sospechas es él”.
Aunque durante años se prolongó un debate público sobre si el ántrax enviado por correo había sido “convertido en un arma” con complejos aditivos químicos, el FBI no tardó en concluir que no había sido así. Ezzell estaba de acuerdo, al igual que Jeff Mohr, experto en ántrax y otros patógenos en el campo de pruebas Dugway del Ejército en Utah.
Sin pronunciarse en torno a la culpabilidad o la inocencia de Ivins, tanto Ezzell como Mohr consideraron que cualquier microbiólogo experimentado podría haber cultivado y secado el ántrax utilizando los equipos que Ivins tenía en su laboratorio. El paso más complicado, explicaron, era fabricar ántrax con la elevada concentración de esporas por gramo que había en las cartas, una habilidad que Ivins había llegado a dominar.
Los agentes del FBI pensaban que estaban elaborando una acusación factible contra Ivins, pero seguía habiendo enormes lagunas. No había ninguna prueba que lo situara en Princeton, Nueva Jersey, desde donde se enviaron las cartas. No había ningún recibo que demostrara que había comprado los sobres en los que se enviaron. Ninguna cámara de seguridad lo había encontrado fotocopiando las notas que acompañaban el ántrax. Y en sus correos electrónicos y conversaciones con confidentes, los agentes tampoco pudieron encontrar ni un atisbo de confesión.
Sin embargo, los agentes sabían que Bruce llevaba una vida con muchos recovecos. Tenía problemas con la bebida por el que había recibido tratamiento en una clínica y en Alcohólicos Anónimos. También Bruce se pasaba horas buscando en Internet sobre hermandades secretas femeninas, pero su familia no tenía conocimiento de ello.
En mayo de 2007, Ivins testificó bajo juramento ante un gran jurado. Allí respondió a todas las preguntas sobre el ántrax. Sólo una vez exigió su derecho a no autoincriminarse, amparándose en la Quinta Enmienda, cuando le preguntaron acerca de su interés por las hermandades femeninas universitarias.
El 1 de noviembre de 2007 agentes policiales registraron su casa, la vida de Bruce Ivins empezó a venirse abajo irrevocablemente. Mientras algunos agentes sacaban archivos, ordenadores y armas de la casa, otros hacían preguntas a su mujer y a sus hijos, insinuando que sabían que era el asesino. Los responsables de Fort Detrick le prohibieron trabajar con ántrax. Su carrera había terminado.
¿Por qué Bruce Ivins liberó el ántrax?
Bruce Ivins era católico romano. El News-Post hizo públicas varias cartas al editor escritas por Ivins sobre sus puntos de vista religiosos. Estos fueron citados en el resumen del caso contra Bruce del Departamento de Justicia como sugiriendo que él pudo haber guardado rencor contra los senadores católicos pro-elección Daschle y Leahy, receptores de correos con ántrax.
En una carta, Ivins declaró: “Por sangre y fe, los judíos son los elegidos de Dios y no tienen necesidad de ‘diálogo’ con ningún gentil (en la jerga judía este termino se empleaba como sinónimo de pecador)“.
La muerte de Bruce Ivins: un suicidio entre llamativas súplicas
En marzo del 2008, después de beber una mezcla de vodka con zumo de frutas que había tomado por costumbre y de añadir una dosis cuantiosa de Valium, perdió el conocimiento y fue encontrado por su mujer, Diane. A pesar de que Ivins lo negó, ella estaba convencida de que había sido un intento de suicidio.
“Ha estado muy, muy estresado por la forma que ha tenido el FBI de acosarlo”, les dijo después Diane a los agentes de policía en una entrevista grabada. “Siempre lo han tratado como si fuera culpable, y veía que él ya no podía aguantarlo más”.
Ivins se sometió a otro tratamiento de tres meses por su problema con el alcohol en una clínica a las afueras de Washington y en la parte oeste de Maryland. Pero cuando volvió, los agentes del FBI seguían allí, vigilando su casa y siguiéndolo.
El 10 de julio Ivins llegó a un punto sin retorno. Dijo a su grupo de terapia que esperaba que lo acusaran de cinco asesinatos y habló de suicidarse y llevarse a otros consigo, utilizando su rifle del calibre 22, su pistola Glock y un chaleco antibalas. Avisados por la terapeuta, unos policías de Frederick sacaron a Ivins del laboratorio del Ejército ese mismo día. Se inscribió voluntariamente en el hospital psiquiátrico Sheppard Pratt, en Baltimore.
Después de una estancia de dos semanas devolvieron a Ivins a su casa con su mujer. Ella le había dejado una sentida nota en su dormitorio, diciéndole que esperaba que pudiera darle un giro a su vida y que pudieran disfrutar de la vida juntos.
También su nota era directa. “Estoy herida, preocupada, confundida y enfadada por lo que has hecho estas últimas semanas”, escribió. “Me dices que me quieres, pero has sido grosero y sarcástico y desagradable muchas veces cuando has hablado conmigo. Me dices que no vas a comprar más armas y luego rellenas una solicitud en Internet para obtener un permiso de armas”.
Sin embargo, la nota de Diane expresaba apoyo. “Al final del papel escribí que sabía que no había estado implicado en el asunto de las cartas con ántrax de ningún modo y que nunca había dudado de su inocencia”, asegura la mujer que decía conocerlo mejor que nadie.
A las 12.31, según los informes comprobados por la policía de Frederick, Ivins pasó por la tienda de alimentación Giant Eagle cerca de su casa y compró Tylenol PM, paracetamol y antihistamínicos. Hizo una pequeña compra y rellenó tres recetas para su enfermedad mental. Luego, a las 13.21, visiblemente preocupado porque no tenía la medicación suficiente para el propósito que tenía en mente, se compró una segunda caja de Tylenol PM.
Durante los dos días siguientes, Diane hizo el turno de la comida en una cafetería cercana, fue a nadar a Fort Detrick y fue al bingo como todos los viernes. Al entrar y al salir de la casa, vio que su marido estaba durmiendo, pero que se había levantado varias veces. No se preocupó mucho. Como estaba deprimido y no le permitían acceder a su laboratorio, se pasaba muchos días en cama. Y en la parte de atrás de su nota había garabateado que tenía un dolor de cabeza terrible y que iba a descansar. “Por favor, déjame dormir”, escribió.
Después de encontrarlo en el suelo del baño en mitad de la noche del sábado del 29 de julio del 2008, la voz de Diane Ivins en la cinta del teléfono de emergencias sonaba tranquila y metódica: “Está inconsciente. Está respirando con rapidez. Está húmedo”. Horas después Ivins moriría de una sobredosis de acetaminofén (Tylenol) en un aparente suicidio.
Bruce se llevó consigo todo lo que sabía sobre los atentados con ántrax. Pero dejó una sorpresa más para su familia: una cláusula en su testamento con el objetivo de hacer cumplir su deseo de que lo incineraran y de que esparcieran sus cenizas. Si no cumplían sus peticiones, cerca de 37.000 euros de su patrimonio no irían a parar a la familia, sino a Planned Parenthood of Maryland, cuyos servicios para ayudar a mujeres a abortar Diane Ivins aborrecía.
Fue el último y artero paso de un hombre cuyas excentricidades, en opinión de muchas personas, hicieron que la acusación del ántrax del FBI resultara más creíble. Pero al igual que tantas cosas sobre Ivins, esa petición tenía otra lectura. El FBI expuso la teoría de que Ivins había mandado cartas con ántrax a los senadores Leahy y Daschle porque eran católicos a favor del aborto, un insulto a sus opiniones antiabortistas.
El 6 de octubre, un abogado de la familia Ivins presentó una certificación ante el Juzgado de Distrito del Condado de Frederick para evitar que Planned Parenthood se llevara el dinero. Sus cenizas, “se esparcieron o se desperdigaron por la tierra, tal y como él quiso”.
En una conferencia de prensa realizada el 6 de agosto del 2008 por el FBI junto con el Departamento de Justicia de los Estados Unidos (DOJ) anunciaron formalmente que el gobierno había llegado a la conclusión de que Ivins probablemente era el único responsable de “la muerte de cinco personas y las lesiones de decenas de otros, como resultado del envío de varias cartas anónimas a miembros del Congreso y miembros de los medios de comunicación en septiembre y octubre de 2001, cuyas cartas contenían Bacillus anthracis, comúnmente conocido como ántrax “.
El 19 de febrero de 2010, el FBI publicó un resumen de 92 páginas de pruebas contra Ivins y anunció que había concluido su investigación.
¿Inocente o culpable? La investigación después de la muerte de Ivins
Aquellos que defienden la inocencia de Ivins afirman que el ántrax utilizado en los ataques era demasiado sofisticado para ser producido por un investigador solitario sin la formación pertinente. “En mi opinión, tal vez haya cuatro o cinco personas en todo el país que podrían hacer estas cosas, y yo soy uno de ellos”, dijo Richard O. Spertzel, ex subcomandante de Usamriid. “E incluso con un buen laboratorio y personal que me ayude a ejecutarlo, podría llevarme un año crear un producto tan bueno”.
Las esporas en la letra Daschle tenían de 1,5 a 3 micrómetros de ancho, muchas veces más pequeñas que el grado más fino conocido de ántrax producido por los programas de armas biológicas de los Estados Unidos o la Unión Soviética. Se necesitaría un microscopio electrónico, que cuesta cientos de miles de dólares, para verificar que el tamaño de las esporas objetivo se haya logrado de manera consistente. La presencia del dióxido de silicio aditivo antiaglomerante en las muestras de ántrax también sugiere un alto grado de sofisticación ya que los especialistas que trabajan en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore no pudieron duplicar esta propiedad a pesar de 56 intentos.
Si bien no rechazó rotundamente la teoría de la participación de Ivins, el senador Leahy afirmó que “si él es quien envió la carta, no creo de ninguna manera que sea la única persona involucrada en este ataque al Congreso y el pueblo estadounidense. No lo creo en absoluto “.
Las conclusiones del FBI han sido impugnadas por muchos, incluidos microbiólogos de alto nivel, la viuda de una de las víctimas, y varios políticos estadounidenses prominentes. El senador Patrick Leahy (D-VT), que estaba entre los objetivos del ataque, el senador Chuck Grassley (R-IA), el senador Arlen Specter (R-PA), el representante Rush Holt (D-NJ) y el representante Jerrold Nadler ( D-NY) todos argumentaron que Ivins no era el único responsable de los ataques. Nunca se presentaron cargos formales contra Ivins por el crimen, y no se ha descubierto ninguna evidencia directa de su participación.
Posteriormente, el FBI solicitó un panel de la Academia Nacional de Ciencias (NAS) para revisar su trabajo científico sobre el caso. El 15 de mayo de 2011, publicó sus hallazgos, que “concluyen que la oficina exageró la fuerza del análisis genético que vincula el ántrax enviado por correo con un suministro mantenido por Bruce E. Ivins”. El comité de la NAS declaró que su principal hallazgo fue que “no es posible llegar a una conclusión definitiva sobre los orígenes de B. anthracis en los envíos basados únicamente en la evidencia científica disponible”.