Mundo global, integración regional

El Mercosur se encuentra frente al desafío más importante de su historia: abrirse al mundo para desarrollar a sus países.

Mundo global, integración regional
Mundo global, integración regional

Ya nadie discute que la globalización, en todas sus innumerables facetas, es un proceso inevitable e imparable, por lo cual el verdadero debate no es acerca de su existencia, sino acerca del modo en que se la pone al servicio de las necesidades humanas.

Frente a los aspectos más negativos de la globalización, en los últimos años han resurgido variadas formas de nacionalismo, tanto en los países desarrollados como en los emergentes, quizá bajo la intención imposible de querer hacer retroceder el reloj de la historia y volver al auge de las naciones, cuando ellas eran la mayor organización que los seres humanos habían gestado.

Ello no implica que bajo la globalización las naciones van a desaparecer, por el contrario, en algunos aspectos pueden verse fortalecidas, pero siempre y cuando se adecuen lo más correctamente posible al nuevo contexto mundial.

En ese sentido, hoy las naciones deben integrarse entre ellas, en particular con motivos basados en su pertenencia a un mismo continente, o incluso a regiones económicas similares aunque ello obligue a asociaciones intercontinentales.

De ese modo, las potencialidades nacionales se fortalecerán por la sumatoria de los esfuerzos de los países asociados, y a la vez la mayor magnitud de los bloques permitirá que la globalización pueda ser conducida por instituciones también globales surgidas al calor de las alianzas continentales. Así, se aprovecharán los efectos positivos de la globalización y se disminuirán los negativos.

Bajo esos conceptos que ya han adoptado la mayoría de los países desarrollados, es que debe organizarse nuestro continente sudamericano, con instituciones transnacionales que en vez de encerrarnos o aislarnos del mundo, nos permiten abrirnos a él con mayores fortalezas que individualmente no poseemos.

Por eso, el primer paso debe ocuparse de variar el sesgo de las uniones continentales existentes. Así, es necesario minimizar o directamente dejar de lado todas aquellas que como el Alba o la Unasur se constituyeron por afinidades más bien ideológicas que de intereses concretos. Y replantear otras como el Mercosur que hasta ahora se miraron al ombligo y ni siquiera en ello lograron una eficaz unión porque los países que la constituyen están lejos de acercarse ni siquiera mínimamente a la solidez de asociaciones como la Unión Europea.

Hoy la única posibilidad de la existencia y continuidad efectiva del Mercosur tiene que ver con reorganizar continentalmente a los países que lo componen en lo que hace a sus relaciones económicas exteriores, a fin de poder tener la competitividad mínima en sus producidos internos para poder relacionarse con la citada Unión Europea o con la Asociación de los países del Pacífico que incluye no sólo a países de América Latina sino también de otros continentes.

Las tendencias aislacionistas y nacionalizantes salen a poner el grito en el cielo por los inicios de conversaciones entre la Unión Europea y el Mercosur para integrarse plenamente en un lapso de más de una década. Parten de la base, en cierto modo real, de que no todos los sectores económicos de nuestros países están en condiciones de apostar a la apertura frente a países más desarrollados que los nuestros. Pero sin embargo esa no parece ser la razón de fondo, ya que también en Europa muchos grupos económicos, como por ejemplo los agricultores de Francia, ven también con malos ojos el acuerdo. Es que el proteccionismo extremo tiene más que ver con ideologismos que con el verdadero desarrollo de la economía integral de los países.

En América Latina, y siempre muy por encima de los eventuales presidentes o partidos dirigentes, la unión estratégica entre Brasil y Argentina es fundamental para mover las palancas de un cambio inevitable que, sin embargo, deberá vencer enormes resistencias. Hoy el acercamiento hacia Europa y hacia el Pacífico y hacia EEUU y hacia India y China son todos fundamentales. Y hacia ellos debemos dirigirnos con verdadera vocación aperturista. Sin confundir protección con proteccionismo, porque lo primero es necesario para que la apertura no destruya a industrias aún no suficientemente preparadas para el mundo, pero lo segundo es siempre un obstáculo porque en vez de la apertura razonable, lo que quiere es que no haya ninguna. Siendo el aislacionismo el obstáculo que nunca nos permitirá alcanzar el desarrollo autosustentable que de modo imprescindible necesitamos.

En síntesis, en un mundo global las naciones organizadas continentalmente deben asumir la conducción política y económica de las sociedades.

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