Sabemos que la huella ecológica es un indicador para medir la presión y el impacto que ejercemos los seres humanos sobre la Tierra. Sin embargo, esa definición puede resultar un tanto abstracta y arroja varias preguntas: ¿cómo funciona? ¿Qué mide? ¿Para qué sirve exactamente? ¿Cuáles son sus efectos? ¿De dónde surge?
Una medida de recursos y residuos
El canadiense William Rees – ecologista, economista ecológico, profesor emérito y exdirector de la Universidad de Columbia Británica de la Escuela de Comunidad y Planeamiento Regional – junto a su entonces alumno, Mathis Wackernagel, defensor de la sostenibilidad suizo y presidente de Global Footprint Network, crearon este indicador en 1994 con el objetivo de tener una medida equivalente al Producto Interno Bruto en materia de sustentabilidad. El resultado es un cálculo que responde a la pregunta ¿cuánto territorio necesita una población específica para producir los recursos que utiliza y asimilar sus residuos?
En sus palabras: «la huella ecológica es la superficie correspondiente de tierra de cultivo y de ecosistemas acuáticos necesarios para producir los recursos utilizados y para asimilar los residuos producidos por una población determinada, con un nivel específico de vida material, independientemente del lugar donde se encuentre». Su medida y resoluciones fueron expuestas en el libro Ecological Footprint and Appropriated Carrying Capacity: A Tool for Planning Toward Sustainability.
En ese sentido, para medir la huella ecológica se necesita evaluar el modelo o la forma de vida considerando consumo y residuos de una comunidad específica, por eso es que se puede calcular la huella ecológica de una sola persona. Podés encontrar diferentes instrumentos en línea que con base en cuestionarios sobre tu consumo de energía, agua y transporte, así como de los residuos resultantes de tus prácticas comunes, que van desde comestibles y prendas, hasta gadgets y desechables, incluso infraestructura y vivienda te darán un resultado aproximado.
¿Cómo se calcula la huella ecológica?
En ámbitos macro se deben de tener en cuenta algunos factores específicos, por ejemplo:
- El crecimiento de la población
- La superficie de suelo fértil
- La deforestación
- El agotamiento de los recursos
- El aumento o ritmo de consumo
- La cantidad de residuos
Por otro lado, para calcular la huella ecológica de un individuo, familia, comunidad o estado habría que tomar las siguientes preguntas
· ¿A quién o quiénes evaluamos? Esto responde al tamaño de la muestra.
· ¿Cuánta energía, alimentos, materias primas y suelo consume la población en las actividades realizadas? Debido a que la superficie del terreno es difícil de calcular, existen tablas estandarizadas.
· ¿Cuál es el total de superficies? El resultado se divide por el total de la población seleccionada y da como resultado la huella ecológica total.
Los resultados de analistas arrojan que la huella ecológica total del planeta supera en un 30 por ciento su capacidad de asimilación, es decir, que es mayor a su biocapacidad. De acuerdo con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés): «para satisfacer sus necesidades actuales, la humanidad está consumiendo una cantidad de recursos naturales equivalente a 1,6 Planetas.
De seguir así, en 2020 se necesitarían 1,75 Planetas, y 2,5 Planetas en 2050».
Lo que el planeta tiene para dar
Una vez que queda claro que la huella ecológica mide terreno, es necesario hablar de la biocapacidad, un concepto complementario para medir la huella ecológica. Se trata de la superficie biológicamente productiva disponible y toma en cuenta cultivos, pastos, mar productivo o bosques. Por lo tanto, podemos concluir que la huella ecológica equivale a la demanda de recursos, mientras que la biocapacidad equipara los recursos disponibles. A la diferencia entre ambos se le denomina déficit ecológico.
En esa misma línea, una Hectárea Global (HGA) cuantifica la biocapacidad de un planeta, es una medida que presenta la suma del total de las áreas de superficie del planeta Tierra para satisfacer las necesidades de un país, comunidad o persona. La HGA se calcula a partir de cultivos o pastoreo, recursos pesqueros, bosques, maderas y derivados, así como los asentamientos humanos.
Según Greenpeace en el reporte de investigación “El consumo en México y sus impactos en el cambio climático: ¿Cómo avanzar hacia el consumo responsable?”: «En México, la huella ecológica ha crecido significativamente con el paso del tiempo, de 1.86 hectáreas por persona en 1961 a 2.55 para 2014. Esto ha traído un descenso en la biocapacidad de 3.46 hectáreas por persona. Esto significa que en poco más de 50 años cada mexicano pasó de tener un crédito ecológico de alrededor de 2 hectáreas globales a un déficit de 1.4 hectáreas globales».
Los efectos de la huella ecológica
En 1992, un grupo de mil 700 científicos advirtió los daños irreversibles que el consumo acelerado y capitalista traería al planeta, sin embargo, lo que parecía un apocalipsis cinematográfico cobró vida con el paso de los años en un fuerte impacto en el cambio climático en el que las temporadas de huracanes y las olas de incendios aumentan con el paso de los años, por ejemplo. Para 2017, ya eran más de 15 mil científicos de 184 países reportando sobre las amenazas naturales de nuestros consumos desmedidos en un artículo en la revista BioScience el cual firmaron como Alianza de Científicos Mundiales.
En sus palabras: «Hemos desencadenado un evento de extinción masiva, el sexto en aproximadamente 540 millones de años, en el que muchas formas de vida actuales podrían estar aniquiladas o al menos comprometidas de extinción para finales de este siglo».
¿Qué podemos hacer?
Existen pequeños cambios cotidianos que podemos realizar, primero, elaborar el cálculo de nuestra huella ecológica individual o familiar para hacer un análisis minucioso de cómo podemos cambiar la manera en que ejecutamos nuestras actividades. Apostar por la energía verde socialmente responsable es una gran herramienta, así como utilizar electrodomésticos de bajo consumo. Aunque en este momento estemos en casa, es necesario pensar cómo nos transportamos y optar por el transporte público o las bicicletas. Incluso pensar en nuestra alimentación, además de elegir productos ecológicos (preferentemente de comercio local como mercados o pequeños distribuidores), reducir nuestro consumo de carne es importante, pues se trata de una de las industrias que más impactan.
Este último cambio nos ofrecerá, también, una vida más saludable. Por otro lado, podemos reducir nuestro tiempo de baño, así como optimizar el uso de agua y elegir productos de higiene y de limpieza biodegradables. Finalmente, recuerda siempre separar la basura, reciclar y rehusar.
Aunque estos pequeños cambios, sin duda, hacen la diferencia, después de analizar el impacto a gran escala, vemos cómo es necesario un cambio inmenso.