Por prof. Claudio Doratto. Telegram Encontrá su libro aquí.
¿Cuánta agua necesitan? O ¿cada cuánto tengo que regarlas? Son preguntas que recibo con frecuencia. ¿Es también una duda que has tenido en alguna oportunidad?
Como bien sabés, el agua es fundamental para el crecimiento de las plantas. La absorben principalmente por sus raíces, pero también hay un intercambio con la atmósfera a través de sus tallos verdes y las hojas.
En los ambientes con mucha humedad como en una selva, las plantas no deben cuidar este recurso, por lo tanto, podremos ver hojas de gran tamaño y verdes. Es más, están aquellas que han evolucionado para cuidarse del impacto del agua de lluvia así no se dañan sus hojas.
En cambio, en un lugar como Mendoza, el camino seguido a lo largo de los millones de años es totalmente divergente al anterior. Aquí hay que cuidar cada gota y hasta cada molécula para que no se escape a la atmósfera sin sentido.
Por ello, tenemos plantas con hojas grises, hojas pequeñas, algunas con ceras protectoras, otras en las que el tallo acumula agua de reserva como en los cactus en donde además las hojas se transforman en espinas.
En el artículo del mes pasado te prometí que veríamos cómo se clasifican las plantas de acuerdo con su relación con el agua porque van desde las que viven directamente en ella hasta aquellas que viven suspendidas en cables u otras plantas como el clavel del aire.
El clavel del aire es una planta epífita, que a diferencia de las parásitas o hemiparásitas, sólo necesitan un soporte al que aferrarse. Toman el agua de la atmósfera como por ejemplo la del rocío y los nutrientes del polvo atmosférico.
¿Cómo se clasifican?
Hidrófitas o plantas acuáticas: son las que viven en el agua como los nenúfares, el camalote, las lentejas de agua o el repollito del agua, todas ellas utilizadas en los estanques. También están dentro de este grupo las que viven en suelos inundados como el papiro.
Junto a los cuerpos de agua y dentro de los mismos, la vegetación muestra una zonación que está determinada en parte por la profundidad creciente del agua. Al diseñar un estanque respetaremos ello pues hay especies que están con sus raíces en suelo firme debajo del agua como los nenúfares que requieren de por lo menos unos 40 cm de agua desde la base de la planta a la superficie líquida.
Mesófitas: intermedios requerimientos de agua. Aquí encontramos a la mayoría de las plantas que cultivamos en el jardín. Desde el césped hasta un cerco formado por arbustos pasando por los canteros con flores. Requerirán por lo tanto de riego para cumplir con sus necesidades hídricas.
Debemos tener presente que el agua que aportamos al suelo o en una maceta regresa a la atmósfera por diversos mecanismos, los más importantes son la evaporación desde el suelo y la transpiración en las plantas. Esto se conoce como evapotranspiración.
En un verano el césped puede evapotranspirar unos 7,5 milímetros por metro cuadrado. Esto se traduce en 7,5 litros.
Xerófitas: Así se les llama a las plantas adaptadas a condiciones de sequía o de clima seco como el de Mendoza. Una jarilla, o la lagaña de perro son algunos ejemplos, pero hay una amplia variedad de especies cultivadas como ornamentales como las euforbias. En este grupo están las plantas crasas y las cactáceas.
A medida que los años pasan y la crisis hídrica se acentúa, deberíamos pensar en reducir las áreas de césped o emplear variedades que requieren menos riego y colocar en los arriates una selección de plantas de bajo requerimiento hídrico. Hay muchas en el mercado y algunas verdaderamente bellas.
Higrófitas o plantas de ambientes húmedos: requieren alta humedad atmosférica como los helechos. Evolucionaron en una atmósfera muy húmeda y viven en un suelo que está permanentemente húmedo. Aquí tenemos muchas de las plantas que llamamos “de interior” y que se encuentran en un invernáculo cuando vamos de compras a un vivero.
Algunas de las plantas que cultivamos a la sombra están también en esta clasificación por lo que el suelo debería permanecer húmedo.
Húmedo, no encharcado. El exceso de agua propicia el desarrollo de hongos y pudrición de raíces haciendo que la planta se muera.
Ahora teniendo en cuenta esta información, cuando arregles tu jardín o incorporar nuevas plantas, procura agruparlas por sus requerimientos hídricos para hacer un empleo correcto del recurso y además que no sufran por falta o exceso de agua.
Supongo que sigues pensando ¿cada cuánto riego mis plantas?
Y no hay una respuesta que sirva para todas las situaciones. Algunas las regarás una vez a la semana, otras dos y también están aquellas que lo tendrás que hacer más seguido o cada quince días.
El tamaño de la maceta, el tamaño y la especie de planta, el tipo de sustrato, el clima, la época del año, si está en interior o el exterior de la casa son solo algunas de las variables.
Y ojo que digo “algunas”, así que verás que no hay una receta mágica que seguir.
Tendrás que ir conociendo tus plantas e investigar un poco, hacer ensayos y disfrutar del camino del aprendizaje de las técnicas de jardinería.
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