Utrecht, la ciudad de las abejas
Esta vez, nos tenemos que ir a la ciudad de Utrecht, en Holanda, para verificar que las autoridades están aprovechando los espacios públicos para mejorar la salud de la ciudad y aumentar los espacios verdes.
La idea, remodelar 316 paradas de autobús, equipándolas con “techos verdes”. Los techos que están cubiertos de flores de sedum (son plantas anuales o perennes, hojas carnosas y bella floración) que actúan como un oasis para las abejas.
Ya no solo se trata de dar refugio a las abejas, las plantas también ayudan a absorber el agua de lluvia, regulan la temperatura, capturan el polvo o los contaminantes del aire. Por no mencionar otros muchos beneficios, incluyendo: reducir la contaminación acústica, reducir el estrés, aumentar la biodiversidad, embellecer la ciudad, absorber el carbono y mejorar la calidad del aire.
Aunque evidentemente la cubierta de una parada de autobús no es muy amplia, todo aporte, es bueno, y más, si tenemos en cuenta que en el centro de las ciudades los espacios verdes escasean ¡y mucho!
Además de la remodelación practicada en la cubierta, se han instalado bancos de bambú y cambiado toda la iluminación por lámparas LED eficientes con la intención de proporcionar un espacio más sostenible.
La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) calcula que, de unas 100 especies de cultivo que proporcionan el 90 % del alimento a nivel mundial, 71 especies, se polinizan gracias a las abejas.
Otro tema importante que se señala en un estudio de la University of Michigan es que se descubrió que la proporción de abejas silvestres por sexo se volvió mucho más masculina en las zonas urbanas.
Las abejas hembra y los machos de la misma especie a menudo polinizan diferentes especies de plantas. Como resultado, una disminución en las abejas hembra tiene el potencial de limitar los servicios de polinización para parte de una comunidad de plantas determinadas.
Sin cortar que, las tasas de reproducción de las abejas y su capacidad para mantener a las futuras generaciones de abejas polinizadoras se ven afectadas.
Más gente en las ciudades, significa más casas y una mayor carga en el suministro de alimentos y, por lo tanto, la necesidad de más agricultura. La otra cara de la moneda es que las abejas y otros insectos polinizadores están siendo progresivamente expulsados de sus hogares naturales. Las zonas rurales están disminuyendo en respuesta directa a la propagación del hormigón. Y, a la pérdida de hábitat, se suman las amenazas de los insecticidas y el calentamiento global.
Acotar espacios en las ciudades que favorezcan su actividad polinizadora nos ayuda a todos. Al igual que plantar flores que sean más amigables con las abejas o tener un poco más de cuidado en cuándo decidimos desbrozar un jardín.
El objetivo final, es incorporar el espíritu de la apicultura en el tejido mismo de la planificación urbana para hacer que los espacios en los que vivimos los seres humanos sean lo más acogedores y nutritivos posibles para nuestros pequeños vecinos. De este modo, las ciudades se volverán más verdes, más espaciosas, más sociales, más amistosas y, por supuesto, más vivas.