Sin dudas, Japón parece un país de otro planeta. Los 18070 km que separan a la Argentina de Tokio, es decir, 22 horas y 36 minutos de vuelo, parecen interminables. Sin embargo, esa distancia no fue una barrera para impedir la llegada de miles de argentinos y cientos de mendocinos al Mundial de Rugby que se disputa desde el 20 de setiembre al 2 de noviembre. Los Pumas generan un fanatismo único y muchos amantes de la disciplina preparan el viaje durante años, más allá de la sede.
Y es el caso de los mendocinos Gabriel Stella y su hijo Luciano, oriundos de Guaymallén, que están recorriendo cada rincón de Tokio y se sorprenden día a día.
El viaje de ellos arrancó complicado. Es que tuvieron más de 16 horas varados en Houston, EEUU, por las condiciones climáticas. Desde Mendoza, a Gabriel (propietario de una agencia de viajes) le pudieron combinar otros boletos y desde el aeropuerto de Tokio se dirigió directamente al estadio donde jugaba la Selección de Rugby contra Francia en el debut.
Llegaron justo, pero valió la pena tanto esfuerzo. Sin embargo, muchos compañeros de su vuelo original no pudieron estar presentes, ya que siguieron atrapados en EE.UU.
Toda cita ecuménica de cualquier deporte te permite, más allá de manifestar y disfrutar de una pasión, realizar un viaje turístico. Conocer es una de las mayores virtudes del ser humano. Y Japón es ese lugar en el que la historia se entremezcla con una tecnología futurista sin precedentes.
Gabriel y Luciano se prepararon durante meses para defenderse en ese mundo tecnológico llamado Japón. Ante la conexión con un japonés, expresan casi a coro: "konnichiwa", que signifca hola. Es frecuente que el nipón te responda: "Nihongo Jozu desune", que denota: "Qué bien hablas japonés", sumado a una enorme y pícara sonrisa.
La primera gran sorpresa que despertó admiración en los Stella se produjo cuando fueron a almorzar. Se encontraron con máquinas en restaurantes que te toman el pedido: el menú se muestra a través de fotos, uno selecciona, luego introduce el billete como si fuera un cajero, sale un número y con ese tickets se ubica en la mesa para esperar el pedido.
En Japón, la comida entra primero por los ojos. Se la exhibe en la entrada de los restaurantes para tentar al transeúnte, una costumbre local casi centenaria, basada en replicar alimentos con un nivel de realismo asombroso. Una especie de arte plástico nacional.
La familia Stella, además, se metió en un supermercado y comparó los precios con los de los supermercados de Mendoza. A saber...
- Bolsa de 6 zanahorias: $ 80 argentinos.
- Lechuga $100
- Bananas (4 unidades): $ 70
- Bandeja de pollo por 1 kilo: $330
- Azucar 1kg: $ 80
- Café 1kg: $490
- Agua mineral 1 litro: $75
- Vinos argentinos no se encuentran. Todo lo contrario ocurre con la producción chilena. Por ejemplo: un "Casillero del Diablo" cuesta $ 780. Otros $850.
Después, caminar por las calles de Tokio es una aventura fantástica. Pintoresca. Los tokyotas utilizan el famoso "Kimono", tanto hombes como mujeres, en fechas especiales: cumpleaños , aniversarios, fiesta religiosas o simplemente para hacer una cesión de fotos de un día de paseo.
Japón también sorprende por su cultura, educación y el respeto por la salud de todos los ciudadanos. Desde el 1 Julio está prohibido fumar en los lugares públicos, inclusive las calles, es decir, los espacios comunes. En los lobby de los hoteles, existe una sala especial para los huéspedes fumadores que tiene un sistema de ventilación que elimina el olor al cigarrillo casi de inmediato.
Por otra parte, los japoneses son grandes amantes de las mascotas. Es común observar cómo sus dueños las pasean en cochecitos de bebé. Muchos no pisan las calles y los llevan en brazos. En los sitios donde venden animalitos, los mismos están exhibidos de una manera muy atractiva. La gente pasa, juega, los sacan de la jaula, como si probaran un Iphone antes de comprarlo. Lo curioso: un gato siames cuesta 600 dólares, aproximadamente.
Japón, también conocida como la capital de la tecnología, posee cientos de centros de videojuegos. Los mismos se encuentran principalmente en el Barrio Akihabara, más conocido como el lugar de la "electrónica". Miles de locales de varios pisos con tecnología de última generación y tecnología que ya pasó de moda.
Por último, justo enfrente de la tienda del mismo "barrio de Akihabara", encontraron a una joven cantante con su público callejero. Lo sorprenente es la edad de sus fanáticos: hombres grandes que conocen su coregrafía. Los artistas callejeros no piden "propinas", sólo quieren mostrar su arte, que la gente los aplauda. La mayoría sólo quiere ser.