La situación se repetía de manera constante y no había forma de solucionar la situación. El mejor ejemplo se daba con lo que sucedía en las calles laterales del acceso Este, a metros del puente del ferrocarril, en Villa Nueva. Desaprensivos arrojaban allí todo tipo de escombros y, por más que la Municipalidad de Guaymallén procedía a la limpieza, a las pocas horas -no estamos hablando de días- la mugre, la basura y los escombros volvían a aparecer.
La situación se repetía a lo largo y a lo ancho del departamento, no sólo en baldíos sino también en las propias calles donde, además de escombros, botellas de plástico en las acequias o basura, en muchos de los casos están ocupadas por autos o camionetas desarmadas o por pseudo talleres que realizan allí sus trabajos de refacción.
Una de las obligaciones de la comuna, además del alumbrado y barrido, es el mantenimiento de la limpieza. Para eso, también, se cobran las tasas municipales. Pero cabría aclarar además que no es la Municipalidad la que ensucia las calles y las acequias sino que son los propios vecinos los que lo hacen y después echan la culpa a los funcionarios porque no cumplen con sus obligaciones, siendo que esas “obligaciones” son mutuas.
Frente a esa situación y, por pedido de los propios vecinos
-una encuesta dio como resultado que 92 por ciento de los consultados lo pidieron- el intendente municipal anunció la aplicación de multas para aquellos habitantes desaprensivos que continúan contaminando el ambiente al arrojar residuos o escombros tanto en calles como acequias.
La medida alcanzará también a aquellos propietarios de terrenos baldíos que no realicen el cierre perimetral correspondiente. Las penas alcanzarán no sólo a los frentistas o propietarios sino que se aplicarán también a los camiones o carretelas que suelen ofrecer el servicio de la limpieza de la calle a los vecinos y luego arrojan lo recogido en lugares inadecuados.
Lo que señalamos en Guaymallén es sólo un ejemplo de lo que sucede también en otros departamentos, y sólo cabría realizar un recorrido para observar que inclusive los costados de los principales accesos a Mendoza son utilizados como basurales que se expanden de inmediato como consecuencia de los vientos, situación que genera un escenario lamentable para el turista que ingresa a la provincia y que no es la verdadera imagen de una Mendoza en la que la gran mayoría de sus habitantes hacen de la limpieza un culto. Con un agravante no menos preocupante: ese tipo de basurales se convierten en el hábitat ideal para roedores y todo tipo de alimañas.
La iniciativa anunciada por el jefe comunal de Guaymallén aparece interesante y necesaria porque reducirá, sin dudas, un problema que afecta a la mayoría de los habitantes. Debería ser complementada con otras medidas, como por ejemplo, indicar un lugar donde los vecinos puedan arrojar los escombros o bien establecer que determinados días del mes un camión municipal se ocupará de levantarlos, en razón de que los recolectores se dedican a recoger solamente los residuos y en muchos de los casos los vecinos no pueden contratar un contenedor porque lo que deben arrojar es una pequeña cantidad de materiales.
La aplicación de multas ha dado resultados positivos en el caso del consumo de agua y poco a poco se va reconquistando aquella cultura que teníamos todos los mendocinos. Es de esperar que esta medida a favor de la defensa del medio ambiente alcance resultados similares y los mendocinos podamos vivir en una provincia que, como ocurriera años atrás, se destaque por su limpieza.
