No le gustaba que lo llamaran mecenas. "Yo nunca fui un ricachón. Mi casa estaba abierta", dijo. Siempre estuvo rodeado de artistas: Draghi Lucero, Tudela, Américo Calí, Tejada Gómez y la tribu del Nuevo Cancionero. A Neruda quiso salvarlo. Con Di Benedetto compartió la cárcel y ese vuelo del infierno en el que la dictadura los trasladó a golpes de Mendoza a La Plata.
Pero a los 88 años, conservaba intacta la fe en la especie humana: "Piense en el hombre de las cavernas, en cómo tenía que luchar para sobrevivir, en lo azarosa que era su vida... sin embargo, empujaba por amor a la vida. Por eso seguimos andando. La mayor parte de la gente ama la vida, salvo un pequeño grupo que en la sociedad siempre ha tenido un papel nefasto, la vida sigue avanzando. Todos empujan y sobre todo los trabajadores, la gente más pegada a la vida y a la naturaleza" , dijo en una entrevista a Los Andes.
Bustelo fue un personaje inspirador. Clave en la actividad política y cultural de la provincia. Escritor, abogado, militante comunista, el despertar de su conciencia política tiene una fecha precisa: el día del golpe de Estado contra Yrigoyen, el 6 de septiembre de 1930.
Había ido a Buenos Aires con una comisión para pedir algunos cambios en el Gobierno, pero allí se encontró con una revolución de derecha. Vio estremecido el desfile de la Liga Patriótica. Quemaron la casa de Yrigoyen. Bustelo rescató un libro de ese incendio. Y por eso lo persiguieron hasta la estación.
Libertad bajo palabra
Nació en 1909, pero a fines del siglo pasado ya las generaciones lo sabían "símbolo de la persecución política en Argentina". Con el corazón bien plantado a la izquierda, estuvo preso en casi todos los gobiernos de facto.
No sólo amaba la música y la trova, también la pintura y, por supuesto, la literatura, que le sirvió de canal de expresión y frente de batalla. Bustelo fue autor de obras en prosa y en verso que se reflejan en siete libros. Entre ellos "Alfredo Bufano, el montañés que vio el mar", "Un muchacho de provincia", "San Rafael de sus amores", "Duende y pólvora", "Vida de un combatiente de izquierda" y el fundamental "El silenciero cautivo", en el que cuenta los días en la cárcel, durante la dictadura militar, de Antonio Di Benedetto.
El 27 de septiembre de 1976 un avión Hércules de la Fuerza Aérea Argentina trasladó un grupo de presos políticos de Mendoza a Buenos Aires. Allí estaba Di Benedetto y, a su lado, Ángel Bustelo, que más tarde narraría en un libro todo lo sucedido y se referiría al escritor como "Suetonio Da Bene". El viaje fue atroz: los obligaban a escupirse entre ellos, atados de pies y manos, y los torturaban.
En su finca de Ugarteche, Bustelo solía esconder a los amigos “buscados”. Allí, por ejemplo, se refigió el artista plástico Juan Scalco, cuando le extendieron una segunda orden de captura. Bustelo planeó su defensa: “Entre las cosas que imaginé, hicimos una exposición de sus pinturas en la galería de Pampa Mercado, en la calle Godoy Cruz. Mandé al juzgado una invitación. El juez mandó la Policía Federal a la muestra, para que lo atraparan a Scalco y lo metieran preso. Pero en la inauguración dije que Scalco no había podido ir porque estaba llegando a París. Los policías estaban escuchando y cuando le contaron, el juez mandó una orden de captura a la Interpol para después extraditarlo. Mientras tanto, Scalco estaba pintando en mi casa”, contó.
Canalizó sus inquietudes sociales a través del periodismo y participó en la fundación y dirección de La Voz de San Rafael, en 1936, y El Diario de Mendoza, en 1945, junto con Benito Marianetti, otro de sus grandes amigos.
Fue diputado provincial por el PC (1946-1948) y convencional constituyente (1948-1949). Fue expulsado del PC y fundó el Partido Socialista Obrero para la Liberación del que fue candidato a presidente en 1989.
Bustelo tuvo que declarar en el juicio a la junta militar e hizo reír y emocionar a los miembros del tribunal cuando, llorando, contaba que dentro de su celda decía: “Es increíble lo que está sucediendo en mi patria”, después de haber sido golpeado y obligado a escupirse con Di Benedetto en un traslado al penal de La Plata.
Su enorme cultura, la de un pensador socialista, la de una de las voces más tenaces de la izquierda mendocina, quedó ardiendo en la memoria.
“Lo importante de una cultura es que llegue a las masas. El lenguaje nace en boca del pueblo y allí se va enriqueciendo, porque es el que está trabajando, el que está plantando la viña, el que le habla a la naturaleza... ahí está el origen de las cosas”, dijo un año antes de su muerte, en 1998.
El último libro que escribió, como un guiño final, se llama "Penúltima página".
Ahora, en el museo que lleva el nombre de otro de sus amigos, Carlos Alonso, se recupera su figura, su obra, su pensamiento.
Sobre el homenaje
La muestra de Ángel Bustelo se expone en el espacio A del Museo Carlos Alonso-Mansión Stoppel, ubicado en Emilio Civit 348 de Ciudad. Se exhiben objetos y pertenencias del escritor mendocino. Puede visitarse hasta el 24 de febrero, de martes a domingos y feriados, de 10 a 19.