Sí, es muy pronto para entenderlo como un partido clave por la permanencia. Pero en cierto punto lo era. Había que mostrarle a All Boys, en sus propias narices, que Independiente curó sus viejas heridas (problemas económicos e institucionales) y que está vital para pelear la permanencia mano a mano con el Albo.
Y esto, en cierta medida, o por ráfagas, lo pudo lograr. A este molde, al que Astudillo eligió uno por uno los nuevos intérpretes, le falta cumplir con algunos de sus principios básicos: posesión de balón, vértigo por afuera, salida clara desde el fondo. Y si la propuesta no alcanza a lograr su cometido, el sabor es agridulce como el que le quedó anoche al hincha tras el pitazo final de Córdoba.
Curuchet salió claramente de la media del equipo, Cardozo dejó de ser el Cardozo desequilibrante de la pretemporada en ese puesto de interior izquierdo que lo hizo perder.
Los laterales en este dibujo táctico tiene un papel preponderante pero anoche volaron bajo (más Arciero que Maidana) porque no terminan de aportar seguridad en la última línea ni desnivel cuando se proyectan. Se siente la falta de quite sobre todo en el mediocampo, no hay un responsable ni un hombre natural que recupere balones.
Esa tarea es casi exclusividad de los marcadores centrales y lo sufren. Hay retroceso, todos cumplen funciones defensivas pero Independiente no tiene recuperadores de balón por naturalidad dentro del campo de juego.
Pese a esta presentación que no termina de convencer, Independiente debe entender que va por buen camino. La idea que busca desarrollar el cuerpo técnico es buena, necesita retoques, requiere de lucidez para ser importante pero no debe abandonarla.
Hay material, hay jerarquía, el camino es muy largo y por eso la ilusión se mantiene de manera intacta. La Lepra está de pie y va a dar pelea. Y ese es el mensaje más alentador.