El diagnóstico presentado por el ministro de Hacienda sobre la herencia recibida de la administración Kirchner, despertó pocas inquietudes entre los analistas y operadores del mercado, generó una tibia respuesta tras la falta de anuncios concretos vinculados con medidas de ajuste del gasto público.
En efecto, el mercado esperaba una toma de decisiones por parte del Palacio de Hacienda que pudiera dar señales de un giro copernicano, en el manejo de un crónico déficit fiscal.
Sin embargo, todo quedó en agua de borrajas. Un enunciado de buenos deseos que dependerán en gran medida de factores aleatorios más que de consecuencias de un eventual ajuste económico.
En los principales escritorios de Buenos Aires, la pregunta que todos se hacen es si sólo alcanza con un ajuste en las cuentas públicas o es necesario uno en toda la economía.
Por ahora, Alfonso Prat Gay hizo una enumeración de objetivos pero sin medidas concretas.
Bajar el déficit primario -antes del pago de servicios de la deuda-, un punto no parece compatible con una disminución de los factores que llevaron a un traumático final de ciclo del kirchnerismo. Esa baja del déficit, lograda con la supresión de los subsidios a los servicios públicos, manteniendo los ingresos con una inflación del 25 por ciento y con un crecimiento de apenas un punto del PBI, no cambia las cosas, y deja indemnes los problemas.
La inflación no baja por sí misma, a menos que se remueven las causas que la generan, o bien se utilice como hasta ahora, un artificio como es el retraso del tipo de cambio, tal como lo ensayaron en otros tiempos, los ex-ministros José Alfredo Martínez de Hoz y Axel Kicillof.
Es cierto que bajar la inflación sin pagar el costo de un ajuste, es un ambiente más que confortable, para cualquier político. Pero, de confirmarse este movimiento, el Presidente Macri habrá perdido una inmejorable oportunidad de colocar la economía argentina en crecimiento.
Prat Gay apuesta a que la mayor parte de la reducción del déficit se producirá en 2017 y en menor medida al año siguiente. ¿Alguien puede pensar que se llevará adelante un ajuste del gasto público en el transcurso de un año signado por las elecciones legislativas, o al siguiente año, sin saber como quedará la composición del Congreso?
Demasiado voluntarismo. Sin embargo, el clima es aún favorable y los mercados están expectantes a las decisiones de la administración Macri. La presentación de una propuesta de pago a los holdouts es una buena señal como así también, la asistencia a la cumbre de Davos, en compañía de políticos de la oposición, poniendo fin a más de 13 años de ausencia, tras el absurdo claustro kirchnerista.
Si se alcanza una solución con los holdouts, el gobierno habrá dado otro paso positivo, habiendo limpiado “la basura heredada” del kirchnerismo, tal como lo definió Prat Gay.
Esto podría provocar el desembarco del préstamo sindicado de un grupo de bancos, anunciado en diciembre y demorado a la espera de la solución del conflicto en los tribunales de Nueva York.
Todo este endeudamiento -no barato y que en algún momento, habrá que pagar-, arrimará una mayor cantidad de divisas que permitirá sentar las bases de una mayor estabilidad cambiaria. Sin embargo, esto es un arma de doble filo porque por un lado, un mayor flujo de divisas, sin una demanda efectiva, retrasa aún más el tipo de cambio, y por otro lado, la estabilidad cambiaria, al frenar la inflación, es una tentación para que la política no erradique las causas de la suba de precios y una usina generadora de conflictos.
Aun con todo a favor, la estabilidad cambiaria que se traduce en inflación en dólares -en el mejor de los casos, 20 por ciento para 2016-, resulta imposible de asimilar para la producción local e impactará de lleno en los niveles de empleo.
Dicho en otros términos, alta inflación real en dólares, con retraso cambiario, hace que sea más barato importar que producir a nivel local.
Los disparates del dirigismo económico kirchnerista tienen sus costos y hay que afrontarlos. O se paga con ajuste fiscal, o con inflación, o con endeudamiento, o con desempleo. Pero se pagan, más temprano o más tarde. “Y no nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal...”.