Desde el domingo 15 de febrero pasado, fecha histórica y de oro para la vida institucional de Gutiérrez Sport Club, ya que logró el ansiado ascenso al Torneo Federal A, el “clásico” entre Botelleros y Celestes comenzó a jugarse. No importaba otra cosa. Tanto jugadores como dirigentes e hinchas querían volver a encontrarse.
Jugar contra el vecino es un campeonato aparte. Un triunfo vale más que tres puntos. Es una cuestión de honor. Por esta razón y más allá del pálido empate, el día de ayer fue histórico y quedará grabado en la historia de ambos clubes porque se enfrentaron por primera vez en una misma categoría de un torneo Federal (habían jugado una reválida en 1989, cuando Maipú jugaba en la B Nacional y Gutiérrez se había consagrado campeón en LMF).
En líneas generales, el juego desplegado por ambos equipos durante los 90 minutos no estuvo a la altura de lo que brindaron sus hinchas en las tribunas. El resultado final fue justo.
Maipú fue más punzante y metió dos tiros en los palos, pero careció de juego asociado y siempre dependió de un contragolpe o alguna acción individual. Sin dudas, las dimensiones de la cancha le jugaron en contra en varios pasajes del juego, cuando perdió el balón y terminó convertido en un equipo muy largo e impreciso con la pelota.
Por el lado del Celeste, la historia fue diferente. Apostó a la presión sobre el hombre con pelota, recuperó mucho (gran partido de Ramiro Vélez) y tuvo encuentros de buen pie, aunque careció de profundidad. En soledad, Cristian “Torito” Lucero se encargó de dar varios dolores de cabeza a la última línea Cruzada.
El primer tiempo estuvo repleto de emociones. Fue lo más lindo de la tarde. Sin embargo, la historia cambió en el complemento. Casi un bostezo.
Pasó el debut con empate en el clásico. Ahora comenzó la cuenta regresiva, pensando en la revancha.