Cualquier ejecutivo de una empresa al iniciar un proyecto de inversión, lo menos que realiza es un análisis tipo FODA antes de ejecutar su mentada iniciativa. Algunas variables que deben ser analizadas son las denominadas barreras de entrada y de salida de un negocio.
Ésta es, sin duda, una de las mayores variables analizadas, antes de ejecutar un proyecto que tenga que ver con la concentración y exportación de jugo de uva.
Afirmamos esto en razón de que una planta concentradora de jugo de uva, una vez diseñada y construida o adaptada para tal fin, la única función y/u operatividad que tiene es la de la concentración de jugo, para lo cual deben realizarse grandes inversiones tanto de orden edilicio como tecnológico, para estar a niveles competitivos y certificables de calidad alimentaria, que le permitan el acceso a los mercados más exigentes en este sentido, lo que constituye una importante barrera de entrada al rubro. La decisión de abandonar el negocio constituye aún más la alta barrera de salida en razón de lo explicitado anteriormente.
Las empresas argentinas que apostaron a este negocio, no sólo los concentradores y exportadores sino las bodegas elaboradoras y fundamentalmente los productores que destinan anualmente su producto a la elaboración de mosto, lograron posicionar a nuestro país como uno de los principales proveedores de jugo de uva blanca a nivel mundial.
Recientemente se han realizado anuncios referidos a la modificación del acuerdo Mendoza-San Juan argumentando que a la fecha, el mismo no ha dado los resultados esperados.
El mosto o jugo concentrado de uva ha sido, sin lugar a dudas, la actividad o el negocio de diversificación, que ha permitido generar equilibrios en los stocks vitivinícolas, unos años con mayor éxito que otros. En los últimos 20 años, esta cadena de producción ha “sacado” del mercado entre el 25% y el 30% de los kilos de uva que producen San Juan y Mendoza.
No nos olvidemos de los bloqueos, prorrateos, salida de vinos, y otras intervenciones que el Estado practicó, sin lograr los resultados esperados.
¿Se imaginan ustedes lo que hubiese sucedido a la vitivinicultura argentina si todos esos millones de kilogramos de uva producidos en lugar de transformarse en mosto o jugo hubieran sido elaborados como vino?
La respuesta es la siguiente: las exportaciones anuales promedio de mosto de Argentina de los últimos 10 años fueron de aproximadamente 145.000 toneladas, lo que equivale a 480.000.000 de litros de jugo sin concentrar, prácticamente la mitad de todo lo que se consume de vino en el mercado interno por año.
Por otra parte, también hemos escuchado, como fundamento de los anuncios recientes, producto de la inexperiencia de algunos funcionarios, que la no fijación de un porcentaje de diversificación con destino a la elaboración de mosto tenderá a elevar el mercado de uvas hacia ese destino como así también el precio de las mismas, ya que las empresas “mosteras” aprovechan tal circunstancia para no subir el precio de la materia prima.
Con la intención de aclarar a los lectores de esta columna, recordamos que en la pasada vendimia 2014 se estableció un porcentaje de diversificación con la provincia de San Juan del 18% (producto del erróneo pronóstico de cosecha 2014), siendo el mismo el más bajo de la historia del acuerdo que data de 1994.
Concluyó la misma con un elaborado de mosto ponderado entre ambas provincias de un 22%, situación que no modificó en lo más mínimo el precio de la tonelada de mosto a nivel internacional, siendo otras variables externas las que determinan el mismo, como los precios y cantidades de los productos complementarios y sustitutos del jugo argentino.
Además queremos informar y recordar que durante los últimos 10 años las empresas integrantes de esta Cámara suscribieron acuerdos anuales con los gobiernos provinciales estableciéndose un precio mínimo para las uvas con destino a la elaboración de mosto, cumpliéndose dichos acuerdos por parte de las empresas en todos los períodos, algunos con rentabilidades negativas posteriores, con excepción de la temporada 2014 cuando los precios pretendidos por los gobiernos provinciales eran de valores inalcanzables por el contexto de los mercados internacionales, de los países competidores, cuyas consecuencias todavía padecemos, y que fueron alertadas y advertidas por el sector empresario oportunamente.
Políticas de orden nacional y provincial (inflación, atraso cambiario, no devolución en tiempo y forma de reintegros de exportación y recupero de IVA, impuesto a los ingresos brutos histórico para la actividad) han incrementado la pérdida de competitividad de todos los productos vitivinícolas exportables, con el efecto de disminución de volúmenes exportables y la lógica consecuencia de generación de excedentes de los mismos. Siempre respuestas excusadoras en que las mismas obedecen al orden nacional.
Esta inexperiencia puede conducir a la interpretación que la actividad de elaborar, concentrar y exportar mosto es muy fácil. Es una actividad interesante cuando se propician las condiciones, tornándose muy peligrosa cuando aquellos que toman las decisiones carecen de un mínimo conocimiento del sector.
Es importante que el lector sepa que no fuimos consultados ni llamados a reunión alguna para hacer aportes que pudieran enriquecer las decisiones adoptadas.
Cómo Cámara avalamos las medidas propuestas por la mayoría de las entidades vitivinícolas de Mendoza y anhelamos para el bien de toda esta industria y de los distintos sectores agroindustriales, la correcta interpretación de la realidad productiva y comercial de las distintas cadenas por parte tanto de la oposición como de los funcionarios que hoy tienen la función de conducir en parte los destinos de la agroindustria, con la responsabilidad que compete a cada uno de ellos.