El tipo se acostó en calidad de bulto. Había trajinado todo el día desde temprano, manejando en el centro, situación de Lexotanil, haciendo colas en el banco, en la AFIP, en la mutual, y eso que estaba trabajando, con líos en el trabajo.
De tarde, con un calor tan intenso que transpiraba hasta por la medallita, con los conflictos propios de una oficina donde la mitad está de vacaciones y la otra mitad que ya salió de vacaciones, sigue de vacaciones.
Cenó con los ojitos a media asta como ojal de bebé. Luego fue reptando al dormitorio como si fuera una babosa con callos plantales y, agotado al extremo del "agotadisismo".
Se desparramó como una gelatina viscosa sobre la cama vestido nada más que con el calzoncillito y con la ventana abierta hacia la noche del verano por las dudas algún vientito querendón se le ocurriera concurrir en su ayuda.
Y a los dos segundos cuarenta centésimos, comenzó a roncar sonoramente, de tal forma que el choco empezó a ladrar porque se pensó que habían comprado otro choco en la casa.
Pero a los pocos minutos….!zzzzzzzzz!...Al tipo no lo despierta ni un choque de camiones en el living, pero ese suave, modesto, minúsculo ¡Zzzzzzzzz! lo despierta.
Entonces trata de hacer que no ha escuchado pero el ¡Zzzzzz! se repite cada vez más cerca de sus oídos. Entonces le dice a su mujer: _ Vieja, hay mosquitos -
Pero su vieja está monolíticamente dormida porque sabe que si hay algún mosquito existe un noventa por ciento de posibilidades de que lo pique a él, porque la anatomía del tipo ocupa casi el noventa por ciento de la cama. Las probabilidades carnales no están de su lado; su mujer no es una solución.
Remolonea en la cama, da varias vueltas con la ilusión de que la onomatopeya díptera desaparezca, hasta que empieza a rascarse en varias partes de su cuerpo. La señal es evidente: está siendo atacado sin misericordia por ese bichito con alas y pico cebado.
Entonces piensa en los espirales que están en el cajón de la cocina y para ir a buscarlos es inevitable que se levante. Con los infaltables inconvenientes que este propósito conlleva: que ¿dónde pu están los espirales? Ni preguntarle a su mujer porque, como dijimos, está monolíticamente dormida; que el espiral no se despega del otro espiral, hasta que uno de las dos, sino los dos, termina rompiéndose lo que es un mínimo pero concreto déficit económico; que al sostén metálico se le dobla la punta y no sostiene el espiral, que "¿Dónde diablo habrá puesto esta mujer los fósforos?".
Por fin logra llegar a la pieza con el adminículo encendido y se dispone a descansar a sus anchas que son muchas, pero….el olor lo jode, el olor lo molesta, no le permite concentrarse en mirar para dentro. Entonces se levanta y prende un sahumerio para contrarrestar el olor del espiral, pero el olor del sahumerio es peor que el del espiral.
Por fin después de dos horas perdidas en el intento prende el televisor para llamar al sueño, con una revista en la mano, por las dudas el zancudo vuelva a aparecer, y ¿qué están dando en televisión? Pues "Los tres mosquiteros". No hay derecho.