El grupo yihadista Estado Islámico (EI) lanzó ayer una serie de sangrientos atentados contra dos bastiones del régimen sirio en la costa del país, causando 148 muertos en uno de los peores ataques desde el inicio del conflicto en 2011.
Estos atentados, reivindicados por el EI y dirigidos contra Tartus y Jableh, son inéditos en estas ciudades, que hasta ahora habían permanecido relativamente al margen de la guerra en el país. También son los más sangrientos desde hace 30 años en estos bastiones alauitas, la rama chiíta minoritaria a la que pertenece el presidente, Bashar al Assad.
Los ataques llegan en un momento en que el EI se ve sometido a una creciente presión militar tanto en Siria como en Irak, donde las fuerzas gubernamentales lanzaron el lunes una ofensiva para expulsar a los yihadistas de la ciudad de Faluya.
El EI reivindicó también este mismo lunes un doble atentado en Yemen, que causó 41 muertos entre jóvenes reclutas en la ciudad de Adén.
La serie de atentados de ayer en Siria empezó hacia las 9 locales (3 argentina) en Tartus, cuando dos kamikazes se hicieron estallar en el interior de la estación de autobuses, antes de que un coche bomba detonara en el exterior. Un cuarto de hora después, en Jableh -60 km más al norte-, se produjeron explosiones en la estación de autobuses, la compañía de electricidad y dos hospitales.
En total, hubo tres atentados suicidas y cuatro coches bomba, según la policía, mientras que el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH) difundió un balance de dos atentados con coche bomba y cinco ataques suicidas.
“Es la primera vez que oímos explosiones en Tartus y que vemos muertos y cuerpos desmembrados”, relataba Shadi Osman, empleado bancario de 42 años.
Según la ONG Human Rights Watch (HRW), estos atentados dirigidos deliberadamente contra civiles podrían constituir “crímenes de guerra”.
Se trata de los atentados más sangrientos desde el 16 de abril de 1986, cuando explotaron varias bombas en Tartus y otras localidades cercanas, causando 144 muertos.