El espectáculo que la diva número uno de la Argentina viene poniendo en escena desde hace un mes en el porteño teatro Maipo puede definirse como una curiosa combinación de circo, teatro, cabaret y burlesque, que extiende sus límites hasta transformarse en una experiencia interactiva donde el público termina participando de una fiesta en clave sensual, aunque sin perder el humor y guiados por una brillante troupe de artistas en la que Moria impacta como maestra de ceremonia.
“The Hole” (“El agujero”), tal el nombre del show, es bastante subido de tono, con algunos desnudos, poses provocativas, juguetes sexuales y hasta una rata amaestrada de nombre Cristóbal que no sólo participa del show sino que hasta tiene reservado un lugar en el mismísimo camarín de la diva.
“Lo que pasa en ‘The Hole’, se queda en ‘The Hole”, arenga Moria desde el escenario, enfundada en un inquietante vestuario negro muy “sado” diseñado por Renata Schussheim. Sus palabras ofician de contraseña e inauguran la función, porque el festejo arranca bastante antes, ni bien se llega al teatro.
Desde la fachada intervenida, el hall convertido en disco con seres insinuantes bromeando entre los asistentes, copas de champagne y un dj seductor, la noche queda establecida como otra protagonista del espectáculo, porque resulta difícil transitarlo con espíritu diurno.
El formato español dotado de una fuerte impronta circense -entre sus creadores incluye al actor y director de cine Paco León- fue estrenado en 2011 (ya va por su segunda versión) y entre ambas llegaron a reunir más de 800 mil espectadores por las salas del mundo. Por supuesto, exige la complicidad de los participantes para sumarlos a las tribus de las sombras.
A despertar ratones
La versión local, producida por Lino Patalano e Iñaki Fernández, reúne a referentes del musical local junto a artistas internacionales de calidad para construir una puesta impactante con giros del imaginario argentino, donde la geografía de los cuerpos desnudos (o casi) se pone al servicio de narrar una historia pasional y bizarra entre Moria y Cristóbal, la ratita homónima del perro de la diva en la vida real, con una boca roja y siempre abierta como telón de fondo.
El espectáculo apuesta a la fantasía, a despabilar ratones -no sólo por la presencia de Cristóbal- y lo consigue en un montaje sin imposturas, desde las acrobacias hasta los temas musicales todo está en función de construir un viaje compartido por las diferentes aristas del erotismo, sin olvidar el juego y la ambigüedad.
Durante esa suerte de travesía por los sentidos de casi dos horas de duración, más un intervalo donde la troupe se mezcla (literalmente) con el público para sacarse fotos, los números se suceden en una dinámica de varieté y los cuerpos muestran sus saberes, no sólo su armonía, sin ceder en la comicidad, cualidad de la seducción que la puesta subraya.
En esa dinámica, el aire no presenta misterios para las acrobacias a dúo realizadas por “las nenas” (así las presenta la diva), Natali Rucker y Marina Limeres capaces de trazar y enredarse en figuras sugerentes sin red, ni para la precisión del vuelo hot de Sebastián Afonso, o esa suerte de danza dibujada por las curvas de la bella moscovita Dylya Abdulaeva vestida de blanco a lo Marilyn Monroe desde su aro en altura.
Dentro del itinerario, la potente voz y gestualidad de Luis Podestá, quien lejos de su rol como uno de los tres chanchitos en “Shreck, el musical” interpreta un personaje capaz de conducir a la platea por las aristas más ambivalentes del deseo, territorio de borde donde también brillan la bella Vinila Von Bismarc, un ama de llaves capaz de despertar ovaciones con su versión aggiornada y deliciosa del burlesque y Nacho Sánchez con su quasi exaltación del erotismo en patines.
Impronta argentina
Moria no sólo es una imponente conductora del show que domina el escenario del teatro, que no pisaba desde 1977 cuando encabezó junto a Tato Bores y Carlos Perciavalle "La revista de esmeraldas y diamantes". Brilla también en su rol de capocómica, con varios cuadros a solas en los que recupera la tradición del monólogo como espacio puente hacia la realidad alejada de los secretos de alcoba, sin eludir festejadas críticas ni referencias mordaces.
Esta versión de “The Hole” gana gracias a la presencia de la diva una impronta bien argentina, donde la sensualidad se viste de giros reconocibles y no elude la apuesta por los contrastes como los generados por la presencia del dúo Flash, acróbatas de tierra europeos capaces de aportar su juego ingenuo con mucho de rutina de clown.
El juego de la maestra de ceremonias y el resto de la troupe están bien cuidados durante la excitante travesía por los cuatro mayordomos, ataviados de una etiqueta muy particular, excelentes cantantes y actores capaces de aportar gracia y música, el tenor Ignacio Mintz, Julián Sierra, Matías Prieto Peccia y Julián Pucheta, quienes confirman una vez más que el humor resulta un ingrediente clave a la hora de encender la sensualidad.
A solas
“En los 50 años que llevo en el espectáculo no he parado de reinventarme”, dice la estrella que ha pasado por todos los géneros teatrales, incluso como directora artística, sin contar el cine y la tevé donde ha tenido varios shows propios de los que siempre salió airosa.
“Creo que si uno no se reinventa se estanca. Y creo que gran parte de mi vigencia se debe a eso, a que el público ve que siempre le estoy ofreciendo algo nuevo”, agrega Moria.
-El teatro está siempre lleno y es increíble cómo te ovacionan tanto hombres como mujeres...
-Porque soy siempre la misma, auténtica, nunca la careteo. Y aunque no la voy de feminista, nunca permití que se hicieran chistes sobre mi cuerpo o mi condición de mujer, ni arriba ni abajo del escenario. Siempre me hice valer y eso, sobre todo las mujeres, lo ven y lo agradecen.