Por Alfredo Leuco - Periodista - Gentileza Radio Mitre
Detesto las venganzas y las persecuciones. Pero no creo que la democracia deba construirse sobre la fragilidad de la memoria. Ni olvido ni perdón es una consigna de los ’70 que tiene demasiadas connotaciones violentas. Y ese no es mi objetivo. Pero sí puede ser un buen disparador para analizar el regreso de Guillermo Moreno como si nada hubiera pasado.
Creo que si se olvida el daño y el mal que este personaje le hizo a la convivencia democrática y a la vida republicana, vamos por mal camino. Creo que si la sociedad y los medios perdonan así nomás las salvajes patoteadas que hizo es una muy mala señal. No hay premios ni castigos. Todo da igual. Lo mismo un burro que un gran profesor. Eso es un cambalache.
No creo que haya que estigmatizar a nadie. Pero tampoco se puede aceptar que Moreno entre como pancho por su casa en los medios después de haber sido uno de sus principales verdugos. Sobre todo porque no se arrepiente de nada. Celebra todo lo que hizo.
En el diario La Nación, este agresivo funcionario que humilló a medio mundo, se dio el lujo de decir que la alianza cívico militar de la dictadura se quedó con la empresa Papel Prensa. Y lo dijo sin repregunta ni que nadie le parara el carro en un diario socio de Papel Prensa. ¿Eso es democracia o democratismo bobo? ¿Cuál es el valor periodístico de darle micrófono a Guillermo Moreno?
Insisto: no propongo censurarlo. Pero tampoco me parece feliz que diga lo que se le canta sin que se le salga al cruce y se lo ponga en el lugar que realmente ocupa. El de un autoritario maltratador que injurió a medio mundo y ahora se hace el buenito.
Si no paga ningún costo por las barbaridades que hizo, jamás va a comprender que se equivocó. Es más debe estar festejando pensando que hizo lo correcto.
Muy suelto de cuerpo, el tipo que a punta de pistola invadió y ocupó el Indec, tal como lo denunció hasta el mismísimo Horacio Verbitsky al que nadie puede acusar de anti K, ahora levanta el dedito como si fuera un ángel impoluto y dice que Macri es brutal y oligárquico. Moreno no tiene autoridad moral para calificar a alguien de brutal porque él fue la brutalidad hecha militancia.
No es casual que haya ocupado junto a Luis D'Elía y Amado Boudou el podio de los tres dirigentes más desprestigiados del gobierno de los Kirchner. Por algo Cristina se lo sacó de encima después de perder una elección. Hizo tantos papelones que lo tuvo que mandar al exilio dorado en el Vaticano como agregado comercial.
¿Se acuerda de Angola? ¿De esa truchada insólita donde llevaron un prototipo de maquinaria agrícola que nunca funcionó? Era cartón pintado. ¿Se acuerda de las mentiras que dijo respecto de cómo iban a crecer nuestras exportaciones a Angola? ¿Y de la pistola arriba de la mesa para intimidar empresarios? Y de la Armada Brancaleone que dirigía el campeón de kick boxing, Acero Cali que luego exhibió una fortuna que al parecer hizo en una mesa de dinero o de juegos clandestinos.
No debemos olvidar tan rápido quién fue y quién es Guillermo Moreno. De lo contrario abrimos las puertas a nuevos Guillermos Morenos. O celebramos sus presuntas ocurrencias como si fuera un personaje bizarro y es alguien antidemocrático. ¿Se acuerda cuando se pasó la mano tipo cuchillo por su cuello para amenazar a Martín Lousteau como diciendo te voy a cortar la cabeza? ¿Y ahora se disfraza de cordero y quiere ser presidente del Partido Justicialista con una agrupación llamada “La Néstor”. Defiende a Milagro Sala como si fuera una carmelita descalza.
Necesita prensa porque tiene bajo nivel de conocimiento, y los que lo conocen lo rechazan. Y muy ingenuamente muchos medios le dan esa prensa que necesita como si trabajaran para él. No lo entiendo. Hay como un síndrome de Estocolmo donde el torturado se enamora de su torturador.
¿Cuánto daño le hizo Moreno a la Argentina? ¿Cuántos empresarios dejaron de invertir? ¿Cuántos técnicos de prestigio internacional y excelencia académica fueron echados del Indec como si fueran perros? ¿Cuánto vale todo ese capital intelectual que nos hizo perder?
Nos estafó a todos falsificando las cifras del Indec y todavía hoy no se pueden arreglar. Le metió juicios a todos los que se mantuvieron dignos, como Jorge Todesca o Juan José Aranguren, y los perdió todos. No pudo controlar la inflación y dinamitó la credibilidad de las cifras de pobreza y costo de vida del gobierno que se fue.
Pisoteó el termómetro y el muy pícaro se creyó que así bajaba la temperatura. Intervino todos los mercados en nombre de la mesa de los argentinos.
En poco tiempo liquidó un stock ganadero de más de 12 millones de vacas y hoy tenemos que pasar la vergüenza de que Uruguay y Paraguay exporten más que nosotros. Nos llevó a estar en el podio de los países del mundo con más inflación. Pero ese fue solo el comienzo de la carrera rutilante de Moreno hacia el precipicio.
Se hizo experto en groserías, insultos y desafió a medirse el tamaño de su miembro viril a muchos empresarios. Hay que decir que los empresarios se lo permitieron y no se conoce a ninguno que se haya levantado de la mesa o que lo haya denunciado con todas las letras. La Justicia tiró un tiro para su lado y procesó a Moreno y lo embargó. El juez Claudio Bonadío entendió que Moreno abusaba de su poder. Algo que se convirtió en su ADN.
Es un abusador de poder. Moreno no dejó macana por hacer. Como un cavernícola maltrató en una embajada a la señora periodista Silvia Naishtat. Quiso dinamitar Clarín con un par de guantes de boxeo y mostró un llaverito que le decía boludo a Sergio Massa. Inventó varios fracasos bizarros como el cepo cambiario, el inmoral blanqueo y los cedines. Por mucho menos que eso cualquier funcionario hubiera sido expulsado del equipo de un presidente.
Pero el capricho, la tozudez es más fuerte. Esa concepción infantil de no dar el brazo a torcer para no mostrarse débil ante los medios fue llevando a Moreno cada vez más arriba y a la economía cada vez más abajo. Se formó en la dura derecha peronista y es idolatrado por los jóvenes de La Cámpora que se creen de izquierda. Un talibán siempre es dañino para la democracia sin que importe su ideología.
Es el fanatismo, estúpido. Un militante del patoterismo de Estado salpicado con actitudes payasescas y decadentes. Un agrio que trabaja de ogro. Su amigo Maradona debería decirle que se le escapó la economía como una tortuga. Volvió un soldado de Cristina que en su momento se convirtió en su principal verdugo.