Fariña, Elaskar, Rossi, la Armada BranKaleone
En la Argentina del retorno permanente al pasado, del presente congelado y del futuro clausurado, toda reencarnación es posible, aunque en general vengan degradadas, porque quien reencarna es apenas una parodia del original. Hasta ahora teníamos al Amado Boudou, una reencarnación truchísima de Isidoro Cañones, pero cuando creímos que después de él ya nada sería peor, aparece el Leo Fariña y nos rebaja un poquito más. Aunque Boudou anticipa a Fariña: son parientes políticos creados por el poder político. Por un poder que contrata a chantas y frívolos de quinta categoría para que le hagan el trabajo sucio.
Se equivocaron porque de tanto leer las viejas y entrañables andanzas de Patoruzú e Isidoro, creyéndose ellos Patoruzú, quisieron tener sus Isidoros y por eso vieron divinos, simpáticos e inteligentes a quienes ni siquiera eran snobs como Isidoro, sino grasas del peor nivel.
Intentaron imitar a Patoruzú adoptando sus propios Isidoros pero resultaron apenas remedos de aquel Jorge Born que se hizo socio de Rodolfo Galimberti. El empresario que fue secuestrado por Galimberti, pero luego, afectado por el síndrome de Estocolmo, se volvió amigo del secuestrador y hasta lo hizo socio, con lo cual casi termina preso.
Hoy pasa algo parecido. El nuevo poder político y económico de la Argentina contrató sus propios grasas disfrazados de chetos, y esos chantas -con sus trapisondas tan fáciles de descubrir- están poniendo a todo el poder al descubierto.
Es que no se puede hacer millonarios a tipos de esa catadura. El tigre al monte tira. Fariña es el subproducto de un poder político que se crea y mantiene teniendo plata. Y más grave que tener poder para con él tener plata, es querer tener antes plata para con ella tener poder, porque los primeros son sólo ladrones y lo saben, mientras que los segundos, aparte de ladrones, se creen superiores, que están robando para fines dignos. Hasta que los deschavan los Fariña, los Elaskar y los Rossi.
Lorenzino, un hombre de poca fe
Hernán Lorenzino, hombre de poca fe, se quiere ir del programa de tevé, del gobierno del cual es ministro (?), y quizá hasta del país. Se quiere ir de todos lados. Es que el pobre no entendió nada. Los desvaríos del Indec son a Cristina lo que a Maduro es el pajarito en que, según él, se reencarnó Hugo Chávez.
O sea, una cuestión de fe. Igual a lo que es la Santísima Trinidad para la Iglesia Católica. No se puede demostrar que tres personas sean una sola, pero si uno no cree en ese dogma, no puede ser católico. Si uno no cree en el pajarito que ahora es Chávez, no puede ser bolivariano. Y si uno no cree en la inflación de un solo dígito no puede ser K (salvo en La Rioja, donde la inflación, la pobreza y la indigencia medidas por el Indec son de menos de un dígito, directamente cero).
Lorenzino cometió el error de no tener fe, para colmo se asustó de no tenerla y además suplicó que se quería ir. Tres pecados que tienen que ver más con la racionalidad que con la cobardía. Y eso no se perdona. Al cobarde puro se lo reinserta dentro del "proyecto" en otro cargo menos expuesto, pero al que se acobarda porque se da cuenta de la locura en que se metió y, reconociendo su miedo, siente ganas de escapar, a ese se lo llama traidor. Hereje. Pobre Lorenzino.
La República bananera de Moreno
Moreno, Kicillof y Reposito toman Clarín por asalto. Reposito es aquel tipito que logró fama por un día cuando se presentó al examen para rendir como Procurador de la Nación con una carta de recomendación firmada por Boudou, pero con un currículum trucho donde se decía expositor en cursos donde apenas fue asistente.
Y lo bocharon pese a que le dieron todos los machetes. Pero ahora Moreno lo lleva a tomar Clarín. El secretario de Comercio se hace acompañar con el kirchnerista más tonto del batallón, Reposito, pero también por el más brillante y revolucionario, Axel Kicillof, para demostrar que él todo lo puede, que a él nadie se le resiste.
A diferencia de Lorenzino, Kicillof es creyente, pero a semejanza de Lorenzino, es racional. Por eso fue terrible verle la cara cuando Moreno le dice, mostrándole las oficinas de Clarín: "Todo esto dentro de poco va a ser nuestro". Mientras Kicillof escuchaba aterrorizado la chantada supuestamente amenazante de Moreno, el Reposito se acercaba a la mesa principal donde estaban los desorientados directivos de Clarín y les miraba con deseo y envidia sus sillas, que supone pronto serán ocupadas por cositos como él.
Una escena de maravillas, surrealista, ficcional. En la República bananera de Moreno, unos pocos locos se la creen y el resto se hacen los locos para medrar con los locos. Esos, los que se hacen, se la van a ver fea cuando todo cambie, porque los locos seguirán siendo locos, pero ellos deberán explicar por qué les siguieron la corriente a los locos.
En fin, que lo de Clarín fue una copia literal de aquel famoso sketch del gran Alberto Olmedo cuando en el programa "No toca botón" encarnó, en 1985, al "dictador de Costa Pobre", ese ridículo mandamás de un país bananero, que viste con un frac color rosa, cruzado por una banda presidencial donde está escrito "Tus amigos" (como si fuera una corona de muerto) y con medallas en el pecho de batallas truchas.
Dicen las crónicas del sketch: "El dictador mantiene un férreo control sobre todos, y al que osa decirle algo que no le gusta, le recrimina por 'el tonito' y si le proponen algo que considera descabellado grita '¡De acá!', poniendo las manos en la entrepiernas. En uno de los primeros capítulos le declara la guerra a un país, y sus ministros le dicen que con qué van a pelear si no tienen armas, él les dice que no tienen que pelear, que le va a declarar la guerra y al otro día se rinden entonces los ganadores los van a tener que mantener".
El dictador de la república bananera de Costa Pobre también estaba acompañado por ministros tan chantas como él y por un busto de alguien innombrable, al cual siempre le pedía consejos y le hablaba como Maduro hace con el pajarito.
¿Reforma judicial o comedia a la italiana?
Y mientras los Fariña, los Lorenzino y los Moreno entretienen y hacen las delicias de las audiencias televisivas como antes lo hacían, con infinita más legitimidad, Olmedo y el gordo Porcel, Pepe Biondi, Pepitito Marrone, La Tuerca, Telecataplum, la Revista Dislocada, Operación Jajá, e infinidad de tantos otros grandes nombres y programas argentinos del humor a los cuales los actuales no les llegan ni a la suela de sus zapatos.... mientras pasa todo eso, la parte de la política que se supone más seria dedica sus energías a aprobar una delirante reforma judicial que cuenta con las siguientes características principales, que casi dejan a la altura de un poroto a los chantas arriba citados.
* Una reforma que en vez de agilizar la justicia, la demora creando nuevas cámaras para colocar en ellas a todos los jueces amigos del poder político.
* Una reforma que en vez de agregar al Poder Judicial mayor participación ciudadana, lo partidiza al extremo, obligando a que los miembros del Consejo de la Magistratura sean elegidos en listas sábanas.
* Una reforma que en vez de mayor control tiene menos, porque los jueces son elegidos y destituidos por simple mayoría del Consejo, algo insólito que coloca su cabeza en manos del gobierno de turno, sin que las minorías puedan influir en nada.
* Una reforma que en vez de atacar la corrupción, la protege absolutamente, por la suma de consideraciones citadas arriba.
* Una reforma que filosóficamente considera los derechos del Estado superiores a los derechos de los ciudadanos, algo incompatible con una república, al limitar las cautelares del modo en que lo hace.
* Una reforma que habla de todo menos de las tres cosas de las que tendría que hablar: agilizar los tiempos de la justicia y dotar a ésta de mejores instrumentos para luchar contra la corrupción y la inseguridad. Seis leyes y ni una sola palabra sobre los tres grandes temas que le interesan a la población en la reforma judicial. Ni una palabra sobre ninguno de los tres.
En síntesis, una reforma que vista integralmente no tiene antecedentes en el mundo, excepto uno solo: el berlusconismo italiano, al cual se parece increíblemente. La filosofía jurídica de Silvio Berlusconi es la de que el poder político elegido por el pueblo jamás puede ser juzgado por magistrados que no son electos por el voto popular.
Por ende, una reforma cuya única inspiración y antecedente internacional es lo que intentó hacer Berlusconi en Italia; muy de izquierda y muy revolucionaria no parece ser.
Moreno copia al Olmedo dictador de Costa Pobre
Mientras Lorenzino con su “me quiero ir”, Moreno con su asalto a Clarín y los hijos políticos de Boudou (Fariña y Elaskar) copan los programas de chimentos de la tevé... mientras nos distraen e intentan que nos riamos con tantas estupideces, el poder polí
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