Es común encontrarnos durante las vacaciones, lejos de la provincia, con gente de otras ciudades en que al saber que somos o vivimos en Mendoza preguntan: “¿Y viven en la montaña? ¿Salen a la puerta y tienen el Aconcagua enfrente?” Relacionarnos con la montaña es una reacción inmediata, automática.
Sin embargo, de acuerdo a proyecciones a 2018 del último Censo Nacional de Población (2010), apenas 0,7% de la población mendocina vive en las localidades ubicadas en zonas montañosas: son sólo 12.700 personas de 1.950.000 que habitan en la provincia. Y, lejos de aumentar en los últimos años, la cifra viene mermando.
"Suele considerarse que las personas que viven en zona de montaña necesariamente tienen que vivir en la montaña. Es lo que en Geografía se llama 'determinismo ambiental', pero es algo que no existe. En este caso, principalmente por las condiciones climáticas, de infraestructura y de servicios, llevan no sólo a que viva poca gente en estos lugares sino que, incluso, los más jóvenes bajan al llano, a la zona metropolitana en busca de oportunidades laborales", resume el geógrafo y becario doctoral del Conicet, Franco Bianco. No obstante, destaca el marcado crecimiento hacia el pedemonte que se ha producido ("aquí radica la importancia del ordenamiento territorial").
"Hay dos factores fundamentales que llevan a que haya poca gente viviendo acá: el climatológico y el de servicios. Por ejemplo, hace 6 años que la estación de servicio que estaba en Penitentes está cerrada y nunca reabrió. Entonces, la última está en Uspallata y no hay nada más para quienes viven más arriba. Hablan de ser la 'Andorra mendocina', pero estamos a años luz. Sin desarrollo, decisión política y seguridad jurídica, es imposible que esto progrese. Incluso puede hasta aparecer inversión y recurso humano,pero, sin lo otro, también desaparece rápido", resume el guía de montaña Mario González, quien además tiene un negocio en Puente del Inca.
De las localidades de montaña de Mendoza, entre Uspallata (5.645 habitantes) y Potrerillos (2.075) se llevan más de la mitad de los pobladores. Las Cuevas, con 162 personas, es el pueblo con menos habitantes.
Sin plan de desarrollo
Si uno analiza lo que ocurre los fines de semana largo o durante las vacaciones de invierno, el panorama es totalmente distinto al que evidencian las cifras de pobladores. Es que muchas de estas localidades reciben una fuerte afluencia de turistas.
"Hay dos formas de entender cuando se dice que alguien es montañés. Puede ser desde la cultura, donde entra -por ejemplo- el puestero o la gente que allí vive, o puede ser desde el punto de vista técnico -el que la visita, por ejemplo, como parte de un deporte o actividad-. De a poco fue aumentando la cantidad de gente que iba a la montaña: primero gente que iba a ascender cerros y luego se sumaron los que iban en motos o en bicicletas. Pero en los últimos 15 años empezó a practicarse mucho la escalada deportiva y muchos jóvenes empezaron a conocer la montaña. Ya no es algo exclusivo de los andinistas", destaca el ingeniero e investigador del Ianigla, Gabriel Cabrera, quien también es guía de montaña.
Cabrera tiene en claro que se trata de un fenómeno meramente turístico, una especie de "montañés de fin de semana". Es que lejos está la montaña de Mendoza de ser un lugar con condiciones ideales para la habitabilidad.
"En Europa hay un montón de pueblos entre las montañas, ubicados entre quebradas y con gente viviendo allí. Pero la infraestructura es otra. Hay puentes de 800 metros para recorrerlos desde arriba, y caminos que ingresan y generan una muy buena vinculación; mientras, acá hay una sola ruta para todo", amplía Cabrera, para quien el mendocino es montañés "de visita".
“Los asentamientos de montaña en Mendoza tienen muchísimo que ver con lo militar, ya sea Ejército o Gendarmería. En muchos casos no es una población fija, ya que constantemente hay traslados”, sigue.
Cabrera los diferenció de otros pueblos: “La mayoría de los primeros habitantes que llegaron a Mendoza fueron italianos y españoles que -salvo contadas excepciones- no eran de montaña. En Bariloche, en cambio, sí está el ADN montañés porque hubo muchos polacos y suizos”.
Sin cultura montañesa
González, de Puente del Inca, intenta explicar por qué no sólo es poca la población de estos parajes sino que sigue cayendo. "Se necesita un plan de desarrollo. Ni siquiera hace falta compararse con Europa: en El Bolsón se paga 40% menos de combustible como incentivo. Pero acá no hay estímulos", resume el guía de Montaña, quien destaca que de las 70 personas que figuran en el padrón electoral de Puente del Inca, sólo votan 37 (porque muchos son militares y no tienen puestos fijos).
“Hay una falta de pertenencia muy marcada, y el progreso es limitado. Incluso los chicos que se forman como instructores de esquí se quedan poco tiempo y se van a Las Leñas o al sur del país. No hay arraigo en la zona de montaña, y en la provincia en general no hay cultura de montaña. Ni siquiera en las escuelas se transmite”, sintetiza.
El geógrafo Bianco adjudica esta situación a las pocas alternativas laborales. "Cada vez Uspallata se va consolidando más en la parte aduanera. Entonces, si no es trabajo de aduana o vinculado al turismo, la gente termina por migrar a la ciudad".
No obstante, resalta que no es algo exclusivo de Mendoza: "Desde la década del 80', en toda América Latina se dio el fenómeno de la población concentrada en las zonas urbanas".
“Si hay que volver, se vuelve. Pero ya tengo mi vida acá”
A Andrés Elías (53) todos lo conocen como Andy. Es fotógrafo y guardaparques, y hace 22 años dejó la ciudad para vivir en Las Vegas (zona alta de Potrerillos).
"Era una motivación que tenía. Quería tener una vida no ciudadana, aunque no sabía si quería una vida montañesa. Entonces me vine a Las Vegas y me radiqué aquí", destaca quien trabaja como guardaparques en el refugio San Antonio (Vallecitos).
Apenas llegó, y aprovechando que trabajaba como fotógrafo mientras estuvo en el llano, montó en su casa un estudio de exposición y venta de arte fotográfico.
“No sé por qué será, pero cuando alguien llega a la zona de los altos valles de Potrerillos, automáticamente agarra un palo para empezar a caminar. Como que todos se vuelven pastores cuando vienen para acá”, resume entre risas.
Elías diferencia la zona en la que vive de Las Cuevas, por ejemplo: “Aquí hay actividad turística, hay cabañas. Ésa es la realidad. Es cierto que en Las Cuevas no hay mucho pero ahora quieren recuperar la zona y eso es bueno”.
Andy combina su amor por la naturaleza con el que tiene por las fotos, por lo que se ha dedicado a fotografiar y relevar a las más de 200 aves que habitan en la zona.
“Si hay que volver a la ciudad, se vuelve. Pero yo ya tengo mi vida acostumbrada acá. Viví 30 años en la ciudad y no le tengo fobia. Pero lo que no me gusta es tener que manejar allá. Lo que más extraño es el ambiente cultural. Creo que volvería a ir al teatro, a conciertos musicales y a exposiciones”, sintetiza.