Mónica llegó a su cita exactamente al mediodía del 16 de enero de 1998. Su amiga le había propuesto encontrarse en un shopping cerca del Pentágono, donde ambas trabajaban, porque quería contarle algo urgente. Se sentó en un café a esperarla.
Cuando ya estaba resignada a irse, Mónica la ve descender de la escalera mecánica con una cara extraña, algo desencajada. Detrás de ella sobresalían dos hombres inmensos que inmediatamente mostraron sus credenciales del FBI. Su amiga le dio un abrazo algo forzado, incómodo, letal, cual beso de Judas.
En ese instante, Mónica Lewinsky escuchó de los agentes esa frase que jamás olvidará: "Señorita, está en graves problemas". Comprendió inmediatamente que su amiga y confidente, Linda Tripp, la había entregado, en un acto que se convirtió en símbolo de traición universal.
La delatora había grabado horas y horas de conversaciones telefónicas en las que Mónica le había contado todos los detalles de su romance con el presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, cuando ella trabajaba como becaria en la Casa Blanca.
Más allá de un simple affaire, el caso conmocionó hace 20 años los cimientos de Washington y llevó a Clinton al borde de la destitución, en medio de un escándalo que se convirtió en el primero de la era de internet, seguido minuto a minuto por audiencias a nivel global.
“¡Una pasante de la Casa Blanca mantuvo una relación sexual con el presidente de los Estados Unidos!”, tituló online el sensacionalista Drudge Report, el 17 de enero de ese año.
Días después, Clinton declaraba por TV con su esposa Hillary al lado: "Yo no tuve relaciones sexuales con esa mujer, la señorita Lewinsky". Mentía, claro. Mónica tenía 22 años y él 49 cuando comenzó el romance, en 1995. "Usted me gusta", le dijo ella un día, cuando se lo cruzó en un pasillo en la Casa Blanca. "Bueno, ¿querés venir a mi oficina?", le contestó él.
Durante los 20 años que siguieron al llamado "Sexgate" o "Lewinskygate", Mónica sufrió depresión, subas constantes de peso y, según admitió después, varias veces pensó en suicidarse, aunque nunca avanzó en concretarlo.
La ex becaria intentó rehacer su vida. Dio algunas pocas entrevistas por televisión por las que cobró cientos de miles de dólares para -según dijo- pagar a sus abogados, y autorizó a Andrew Morton (el biógrafo de Lady Di) para que escribiera la versión de su historia.
En octubre de 2017, en pleno surgimiento del movimiento femenino tras los escándalos de violaciones y acoso sexual que sacudieron Hollywood y varios otros ámbitos, Mónica tuiteó el hasthag #MeToo, sin dar detalles, sugiriendo que había sido abusada. Sin embargo, ella siempre dijo que su relación con Clinton había sido de común acuerdo.
Veinte años después del escándalo, Clinton sigue siendo una voz respetada dentro del Partido Demócrata y continúa firme en su matrimonio con Hillary. Mónica jamás se casó ni tuvo hijos, aunque sí algún que otro novio.