Mongo Aurelio K

El creciente peso del Estado es cada vez más resistido por la sociedad que lo sostiene y hasta por viejos aliados del kirchnerismo.

Mongo Aurelio K
Mongo Aurelio K

“El Estado no es Mongo Aurelio, el Estado es cada uno de los 40 millones de argentinos que contribuyen al sostenimiento del mismo a través del pago de impuestos”.

La frase, en medio del discurso de más de 5.000 palabras con el que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner (CFK) cerró la 62da Convención Anual de la Cámara Argentina de la Construcción, será recordada por la referencia al proverbial “Mongo Aurelio”, pero merece ser analizada a la luz de la dimensión que cobró el Estado en los años K y de las pujas sindicales, políticas, sociales y judiciales que genera.

Para empezar, algunos datos: en abril de 2003, mes previo al inicio de la “era K”, el gasto público primario nacional (esto es, sin contar provincias y municipios ni los intereses de la deuda) fue de 6.719 millones de pesos. En setiembre pasado, último mes para el que se cuenta con información completa, el mismo concepto sumó 126.639 millones de pesos, es decir 1.785 % más. A fin de año la diferencia con el último mes pre-K probablemente supere el 2.000 por ciento.

Un estudio del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) precisa además que el gasto público consolidado pasó de poco más de 30% del PBI en 2006 a más de 44% en 2013, nivel que supera en diez puntos porcentuales el promedio de América Latina y en tres el de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), el club de las naciones ricas del mundo, donde, en especial en los países europeos, el Estado sostiene una infraestructura y servicios públicos incomparables con los de la realidad argentina.

De hecho, dice el estudio, realizado por el director del área de Desarrollo Económico, Lucio Castro, y el ex diputado nacional y ex secretario de Hacienda de Santa Fe, Walter Agosto, mientras el gasto público aumentó en más de 14 puntos del PBI, “la calidad de los bienes públicos no experimentó mejoras significativas y la educación está estancada”. Es decir, pagamos mucho más caro un Estado cada vez más deficiente.

La evolución reciente no da margen para el optimismo. Los últimos datos difundidos por la Secretaría de Hacienda muestran que el gasto crece a niveles de entre 40 y 50%, varios puntos por encima de los ingresos, por lo que se calcula que el déficit fiscal (que en lo que va del año ya superó 210.000 millones de pesos) cerrará 2014 entre 250.000 y 300.000 millones de pesos, o más de 5% del PBI, el rojo más alto desde 1989.

Peor aún es la composición: en los primeros nueve meses del año las partidas con mayores aumentos fueron el déficit operativo de las empresas públicas, que hizo aumentar en más de 200% el auxilio del Tesoro, en tanto que los subsidios al sector privado requirieron 60% más de recursos, ritmo que triplica la tasa de variación de 2013. El único rubro de erogaciones que no aumentó este año más que el año pasado fue el de jubilaciones.

Quien piense que el déficit de las empresas públicas se limita a la gestión de Mariano Recalde en Aerolíneas olvida el caso de Enarsa, la empresa estatal de energía creada por Néstor Kirchner y Guillermo Moreno hace diez años y que desde entonces no extrajo ni una gota de petróleo ni una molécula de gas ni inició ninguna exploración off shore (se suponía que ésa sería su especialidad) y se dedicó con ahínco a contratar la importación de gas por barco; o las dos empresas estatales ferroviarias creadas en 2008 y prácticamente inactivas; o Cammesa, la empresa mixta del sector eléctrico recargada de deudas con los operadores privados; o el Correo Argentino, convertido en una bolsa de empleo (su dotación aumentó de 9.000 a 17.000 agentes en una actividad declinante) y negociados camporistas; o Aysa, la empresa de aguas y saneamiento que atiende la Capital Federal y el conurbano bonaerense donde, por caso, en La Matanza, el partido más populoso, casi un millón de los dos millones de habitantes no tiene conexión a redes cloacales.

Todo eso, claro, hay que pagarlo. De ahí el IVA de 21%, las retenciones, el impuesto a las ganancias empresarias sobre utilidades de ficción (pues no se permite el ajuste por inflación) y el creciente peso del tributo sobre los salarios, debido a la morosa actualización del mínimo no imponible y la inmovilidad de las escalas que, combinadas con la inflación, hacen que salarios de similar o inferior poder adquisitivo que antes, tributen cada vez más.

De ahí el choque del Gobierno con Moyano y los suyos, que tendrá un nuevo capítulo con el paro y movilización de hoy. Unos pocos datos sobre la cuestión: un trabajador soltero con ingresos brutos de $ 21.000 mensuales destina hoy casi 10% del mismo al pago de Ganancias; en 2006 destinaba 5,3 % y en 1998, apenas 0,8 por ciento.

El peso muerto de Mongo Aurelio hace que hasta algunos otrora privilegiados se rebelen. En la convención de los constructores, su presidente, Gustavo Weiss, planteó la crisis del sector, que relacionó con el cepo cambiario, la inflación y la falta de crédito. Luego, la presidenta reprochó varias veces al “querido Weiss” con evidente irritación.

Eleprint, la empresa de Weiss, supo ser buen compinche K. Asociada de JCR, la empresa que alquiló por valores inverosímiles el hotel “Los Sauces” de los Kirchner, repavimentó rutas, construyó el “nuevo” hospital y “remodeló” el aeropuerto de El Calafate, el “lugar en el mundo” de la presidenta; explota las “Centrales Térmicas Patagónicas” y los Yacimientos Carboníferos de Río Turbio, todo en Santa Cruz, e integró uno de los consorcios finalistas para la construcción de las represas Néstor Kirchner y Jorge Cepernic, el más grande contrato de obra pública de la etapa final del kirchnerismo.

Más aún: en 2005 Néstor Kirchner recurrió a un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU 565/2005) para aumentar en 86% respecto de lo presupuestado los pagos a Eleprint por la construcción de tres cárceles federales. Una medida insólita, no sólo por tratarse de un DNU sino también porque en esa época la inflación era mucho más baja, el presupuesto había sido presentado menos de un año antes y la misma firma había sido denunciada por sobreprecios de hasta 160% en la reparación de estaciones ferroviarias en el conurbano bonaerense. 
Cuando Mongo Aurelio aprieta y los recursos no alcanzan, hasta los viejos amigos se rebelan. 
¿Cómo no se va a enojar Cristina?

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