Por Luis Abrego - labrego@losandes.com.ar
La visita de tres ministros de la Casa Rosada en menos de un mes (Lino Barañao, Guillermo Dietrich y Juan José Aranguren) y un rol activo en la reciente cumbre federal entre la Nación y los gobernadores provinciales que permitirá recuperar parte del 15% que se les quitaba en concepto de aportes a la Anses, ha abierto para Alfredo Cornejo un escenario casi inexplorado hasta ahora, el de la exposición nacional.
Viejo habitué de los despachos en toda la geografía nacional, Cornejo siempre los transitó desde las sombras. O en todo caso, desde el anonimato. Lo novedoso parece ser ahora esa presencia resaltada y con nombre propio que esta semana quedó retratada en las fotos oficiales junto a miembros del gabinete macrista, en la tapa de medios nacionales como Ámbito Financiero o una extensa entrevista con Jorge Lanata en el prime time de Radio Mitre.
Cornejo conoce el metier de las grandes ligas. Lo aprendió desde hace décadas cuando comenzó a tutearse con los principales referentes de su partido por su intensa militancia juvenil, lo cual también le permitió estrechar vínculos con otros dirigentes que hoy están en diversos espacios políticos pero con quienes generacionalmente comparte aquellos años de agitación universitaria. Pero también lo profundizó en su breve paso como diputado nacional entre 2005 y 2007, cuando ratificó viejos lazos y configuró otros nuevos.
No hay que olvidar que fue justamente el entonces diputado nacional Cornejo quien tejió con el entonces jefe de Gabinete, Alberto Fernández y con el propio presidente de la Nación, Néstor Kirchner, para dar carnadura a la candidatura a vicepresidente de Julio Cobos y la conformación de una red política “transversal” con presencia en casi todas las provincias a la que luego se denominó “radicales K”.
Esta vez, la cara de la historia encuentra a Cornejo con otra experiencia, otro volumen y otra representación política. No es lo mismo ser un diputado de la oposición que el gobernador del cuarto distrito del país y aliado privilegiado del Presidente Mauricio Macri. Después de Capital Federal y la provincia de Buenos Aires, de neto sello Pro, Mendoza es una provincia emblemática para Cambiemos. De hecho, ese mismo lunes y tras un día agitado, Macri y Cornejo volvieron a verse las caras a solas, en los cada vez más habituales encuentros. Poco trascendió de esa cita, pese a las especulaciones respecto de un anuncio contundente sobre Portezuelo del Viento del que el mismo Cornejo había confirmado el interés nacional pero que, tras su paso por Casa Rosada, nada se anunció en concreto.
Por estos días, el Poder Ejecutivo provincial se muestra ganador por lo que considera, más que un triunfo político, un logro cultural con la introducción, en el acuerdo federal que suscribieron las provincias con la Nación, de una cláusula que premia y castiga a la buena o mala administración de las cuentas provinciales. Tal vez por haber padecido la urgencia de gestionar desde la miseria, Cornejo sabe y entiende la diferencia cualitativa que significa salir a pedir prestado antes de asumir. Asimismo, el Gobierno vendió como un éxito otro aporte mendocino al que todos los gobernadores pusieron la rúbrica ante la mirada del ministro de Interior, Rogelio Frigerio: la cláusula que introduce incentivos por productividad para los empleados públicos.
Especialmente con este punto, el Gobierno cree haber conseguido un éxito simbólico en lo que fue la puja más dura a pocos días de llegar al poder con la incorporación del “ítem aula” para los maestros en la discusión paritaria docente. Ese mismo mecanismo, replicado en otras mesas salariales, está objetado en la Suprema Corte también para el caso de los empleados judiciales y los maestros.
La posibilidad de una reivindicación remota, o el síndrome del profeta fuera de su tierra, fue el gusto que dejó trascender que saboreó el gobernador esta semana bajo la justificación de que estas medidas contribuirán a la mejora de los servicios públicos. Incluso, por más que esa fugaz sensación pueda quedar trunca si una resolución judicial así lo estableciera.
En lo estrictamente financiero, Cornejo entiende que el acuerdo alcanzado con la Nación, denominado “Carta intención para el fortalecimiento del federalismo”, y que viene a reparar el Pacto Fiscal de 1992 que firmó Rodolfo Gabrielli con el entonces presidente Carlos Menem, permitirá terminar de equilibrar este año las cuentas provinciales y, específicamente, compensar las pérdidas por la disminución de ingresos generada por los cambios en Ganancias y la disminución de lo que llega por IVA como consecuencia de la menor actividad económica. La obsesión por el control de los números aparece como un objetivo cada vez más cercano, entienden en Casa de Gobierno.
Calculan en Hacienda que la rúbrica de este acuerdo permitirá el ingreso por coparticipación de 1.800 millones de pesos adicionales a las arcas públicas. Una cifra que ante tantas urgencias y endeudamientos es casi un remanso milagroso.
Lejos de estas lides, el Gobierno no quiere aparecer descuidando viejas urgencias, en especial, otra de las obsesiones oficiales: la seguridad. Ayer finalmente blanqueó el nombre del candidato a suceder al procurador general de la Suprema Corte, Rodolfo González: el camarista penal Alejandro Gullé.
En simultáneo, una nueva modificación al Código Procesal Penal está encaminada, aunque esta vez la reforma propuesta (que otorga más poder a los ayudantes fiscales) haya alcanzado para que la oposición levante la voz y acuse a Cornejo de "pretender manejar la Justicia".
En ese contexto desembarcará en el Senado el pliego de Gullé, un hombre con un perfil más bien conservador, casi de "mano dura", al que se ha señalado como uno de los autores ideológicos de muchas de las modificaciones que en esa área ha planteado Cornejo.
El Gobernador pretende un rol distinto para el nuevo procurador general. Lo quiere en sintonía con el Ejecutivo y el Judicial. En la calle, con actitud proactiva en relación a las demandas de agilidad y celeridad de la Justicia. Es por ello que juristas vinculados al oficialismo ayer mismo se preguntaran si Gullé, un profesional al filo de la edad jubilatoria, es quien encaja con el perfil declamado por el gobernador.
Los reclamos propios y ajenos poco parecen impactar al Gobierno que confía en su potencial legislativo. Ese mismo que sin embargo todavía no le alcanza para desplazar al fiscal Daniel Carniello al que el mandatario acusó de tener “un vínculo promiscuo con la delincuencia”.
En esa milimétrica pulseada entre el ordenamiento de las cuentas, la productividad estatal y el mejoramiento de la Justicia puede hallarse la trilogía básica que Cornejo eligió para diferenciarse de su antecesor y -en todo caso- construir capital político de cara al futuro. Así ha procedido siempre y no hay razón para pensar que ahora vaya a ser diferente.