Varias veces expliqué en estos días el por qué de la baja de todas las misiones especiales existentes en la Dirección General de Escuelas. Una y otra vez expresé que es un mecanismo necesario que ha sido utilizado bien y mal, muchas veces para no trabajar y como favor político.
El único modo de garantizar que sea una herramienta útil era darlas todas por terminadas, pues no existía registro de cuántas eran y quiénes las tenían asignadas. Es público que la anterior gestión expresó en su momento que eran demasiadas, pero que por compromisos políticos no se lograban poner en caja para que los docentes volvieran al aula.
Esto fue publicado por la prensa en su momento. De ahora en más se concederán mediante un registro que permita saber quién la pide, cuál es el motivo y la duración.
En medio de la implementación de esta medida que apunta a que sólo tengan misión especial quienes realizan tareas de interés para el sistema educativo, he tomado conocimiento de que algunas personas que seguramente sienten nostalgia de los días de hacer y deshacer a gusto, buscan los antecedentes de una misión especial realizada desde mayo de 2013 a noviembre de 2015, antes de mi asunción, por mi esposa, que es docente.
Esa misión fue pedida por el anterior gobernador y de ella fueron presentados en la DGE periódicamente informes de la realización de las tareas encargadas, además de que en un hecho inusual la misión no fue solicitada por todas la horas de las que es titular la misionada, sino sólo por un parte, a expreso pedido de ella para poder seguir frente al aula.
Como imagino que la curiosidad de los buscadores es irrefrenable y está alentada por loables motivos, está a disposición de ellos en la Dirección de la DGE la documentación que acredita la misión especial aludida.
Jaime Correas - Director General de Escuelas de Mendoza
