Fue una cuestión histórica. Hasta pocos años antes de la década de 1990 la economía argentina se movía, en lo que a exportaciones se refiere, con lo producido por la Pampa Húmeda, ya sea en carnes como en granos. Por su parte, las economías regionales sólo producían para ese gran mercado consumidor de Capital Federal y Gran Buenos Aires. Mendoza, que producía vinos hacia un mercado interno que llegó a consumir 90 litros per cápita, cuando la situación cambió, adoptó medidas tales como los bloqueos, los prorrateos, las cupificaciones y la utilización de Giol para regular los precios.
También cabría señalar que nuestra provincia fue pionera en la apertura hacia los mercados mundiales. Ya sin Giol, transformada en cooperativa, fueron los propios empresarios los que, junto a las autoridades de turno -en ese momento José Octavio Bordón- quienes salieron a ganar mercados externos. Y si bien fue la vitivinicultura la que abrió caminos, otros productos continuaron con los mismos objetivos y actualmente Mendoza exporta parte de su producción olivícola y hortícola. En otras provincias sucedió lo mismo y el interior del país dejó de depender de ese mercado único y concentrador porteño.
También en aquella época, Mendoza conformó ProMendoza, para que funcionara de modo similar a lo que estaba realizando ProChile, en el vecino país, un organismo que presta apoyo a la pequeña y mediana empresa, con oficinas en casi 40 países y que les ha dado excelentes resultados, a pesar de tener una economía que, salvo la minería y la pesca, es mucho más chica que la de la Argentina.
Precisamente y basándose en esos resultados es que Chile decidió frenar su integración al Mercosur en razón de que priorizó los acuerdos bilaterales que ha firmado con Canadá, México, Centroamérica, Unión Europea, Estados Unidos, China y Australia, entre otros, mientras paralelamente envía misiones comerciales hacia otros mercados importantes, como sucede con Brasil, a los efectos de lograr ventajas aduaneras.
Si bien la Argentina, por integrar el Mercosur se ve obligada a realizar acuerdos en conjunto con el bloque, en los últimos meses ha dispuesto el envío de misiones comerciales hacia distintos países. Sin embargo, lo que no se entiende son los parámetros que se adoptan para la búsqueda de esos nuevos mercados.
Porque a diferencia de Chile, que busca los grandes mercados consumidores, nuestro país envía comitivas oficiales, junto a productores, a países como Mozambique, una ex colonia portuguesa que posee una población de 21,6 millones de habitantes, con una economía empobrecida que genera una esperanza de vida muy baja y una mortalidad infantil entre las más altas del mundo; hacia Angola, otra ex colonia portuguesa de 12,2 millones de habitantes, con una esperanza de vida de sólo 37 años y un ingreso per cápita entre los más bajos del mundo y hacia Azerbaiján, un país de la región del Cáucaso y con una población de apenas 8 millones de habitantes.
Cabría preguntarse qué tipo de negocios provechosos podrán establecerse con esos países y también resultaría oportuno que las autoridades nacionales encargadas de organizar las misiones, expliquen los motivos por los cuales se dejan de lado mercados importantes para priorizar este tipo de misiones, que suelen ser acompañadas por una profusa publicidad oficial.
