Por Por Alfredo Leuco - Periodista. Gentileza Radio Mitre
Silvana Giudici, la ex presidenta de la comisión de Libertad de Expresión de Diputados, reveló que “la denuncia de Mirtha Legrand sobre pinchaduras en su teléfono es muy grave porque llega en un momento en que se sospecha sobre la utilización de equipamiento comprado en la región para espiar”.
Además, no es la primera vez que el cristinismo beligerante ataca a Mirtha Legrand. En su momento, el actor militante Federico Luppi le dijo “yegua, hija de puta, impune y sinvergüenza”. Al mismo tiempo trató a Ricardo Darín de “boludo”, cosa de la que se arrepintió hace unos días.
Carlos Kunkel ahora la caracterizó de “hipócrita y despreciable” y Aníbal Fernández la acusó de haber perdido “los frenos inhibitorios producto de su edad”, y ambos fanáticos cristinistas rompieron todos los códigos y se metieron con la vida íntima de la diva de los almuerzos, con la relación con su hijo muerto y con los avatares de su alcoba.
Una senadora entrerriana llamada Sigrid Kunath, casi desconocida por su actividad parlamentaria, metió un proyecto de declaración para repudiar a Mirtha desde el Congreso de la Nación.
La misma senadora votó el pliego del general César Milani, acusado de serias violaciones a los derechos humanos en Tucumán durante el terrorismo de Estado y participó de una íntima celebración del cumpleaños de Amado Boudou, el atorrante de Estado doblemente procesado que compró todo el talonario de una rifa que premia una estadía en una cárcel vip.
Todo fue en represalia a Mirtha, que en su programa dijo que Cristina “era caprichosa, autoritaria y dictadora” y puso como ejemplo el ataque a los jueces que la investigan. La acusan de utilizar el término dictadura para referirse al gobierno de Cristina. Todas las definiciones del diccionario sobre la palabra “dictadora” que citaron tanto Héctor Guyot como Pablo Sirven hablan de personas que asumen todo el poder y abusan de su autoridad o son inflexibles en el trato con los demás”, algo que encaja bastante bien en la descripción de Cristina Fernández.
Por supuesto que eso no implica comparar la actualidad con la dictadura mas sanguinaria que sufrimos los argentinos desde el 24 de marzo de 1976. Los terroristas de Estado cometieron un genocidio que nadie debe negar ni subestimar. Mirtha no dijo que este gobierno hizo desaparecer personas. No asoció los comportamientos de Cristina con los criminales de Videla y sus cómplices.
De todos modos, Mirtha opinó con palabras. Nunca empuñó las armas contra la democracia como cuando Carlos Kunkel integraba Montoneros. Ni jamás aplaudió a los pibes para la liberación cuando cantan en plena Casa Rosada, “Macri basura/ vos sos la dictadura”, como sí lo han hecho Aníbal Fernández y la propia Cristina.
Hay muchas formas de caracterizar a este gobierno. Jorge Vanossi, el constitucionalista que escribió 17 libros sobre Derecho Público, dijo que “ nos han impuesto un despotismo no ilustrado”, y muchas veces yo utilicé como metáfora los comportamientos de reina de Cristina como si su sistema fuera una monarquía absoluta.
Es que la Presidenta avanzó en muchas medidas antidemocráticas y se llevó por delante las instituciones republicanas, la división de poderes y desobedeció varias veces las decisiones de la mismísima Corte Suprema de Justicia. Esa actitud cesarista también podría calificarse de “cristinato”, en referencia a lo que significó “ el unicato” para nuestra historia.
El uso y el abuso del poder es algo que los kirchneristas asocian a la firmeza para conducir los destinos de la Nación, pero que los empujó a calificar de golpistas a cualquier ciudadano que expresara una crítica. Y ser golpista es el peor delito que una persona puede cometer. Porque lo están acusando de producir una dictadura. Y desde el poder se han cansado de decirle golpista a todas las voces disidentes. Grupo de Tareas, llegó a decir Néstor Kirchner para hablar de la protesta del campo.
Hay que tener cuidado porque a las palabras las carga el diablo y las descargan los boludos. No hay que ofender si no quieren ser ofendidos. Semejante nivel de fractura social expuesta se lo debemos al maltrato que está en el ADN de los Kirchner. Su actitud revanchista e intolerante luego encontró la excusa ideológica del neopopulismo de Ernesto Laclau. Eso de construir poder construyendo enemigos y dividiendo a la sociedad.
Ese clima de violencia encubierta lo instalaron en estos doce años. Esa será la herencia maldita que nos dejará el kirchnerismo. Los argentinos no queremos más dictaduras de ningún tipo. Ya les dijimos Nunca Más. Hoy deberíamos firmar un nuevo contrato democrático en el que digamos “nunca más a los ladrones de Estado ni a los que envenenan de odio a la sociedad con sus ataque despiadados”.
Ese Nunca Más es la segunda etapa de la consolidación de esta democracia imperfecta que tanto nos costó conseguir. La idea está madurando. Nunca más a los golpes ni a las dictaduras. Pero también nunca más a los corruptos y a los autoritarios.