Por Jorge Sosa - Especial para Los Andes
Quisiera decirle algo, presidente: Yo sé que una persona con sus ocupaciones no ha de tener tiempo leer a un humilde charlatán de un diario y menos del interior, pero bueno, por ahí quién le dice, por estas raras trayectorias de las comunicaciones se le cuela la hoja de este diario por una ventana abierta a la Plaza de Mayo.
Mire presidente, durante días estuve pensando en su rol y voy a decirle lo que pienso: uno tiene la imagen del padre en un lugar muy especial de su respeto. Sabe uno que un padre que da consejos más que padre es consejero. El padre es punto de referencia, guía, a veces maestro, administrador de justicia, disparador de cualquier esperanza.
Mire presidente, usted es como el padre de la Nación. Sí, ya sé, algunos dirán yo a este padre no lo elegí, pero bueno, al otro padre, al real, uno tampoco lo elige, porque es sabido que uno nace cuando menos lo espera. Usted es el padre y como tal uno espera de usted algunas actitudes propias de su investidura. Por ejemplo, que a la hora de comer mande a toda la familia a lavarse las manos. A la hora de comer, y no a la hora de los problemas, a la hora de los problemas nadie puede lavarse las manos frente a usted.
Y siguiendo con la comida, al repartirla, usted tiene que hacer que todas las porciones sean iguales. No puede ser que en la mesa de su hogar unos coman tres platos de guiso y otros tres granos de arroz. Digo, usted debe asegurarle a la familia, a su familia, un nivel de subsistencia digno de tal forma que nadie se tenga que ir de la casa a buscar alimentos a casa del vecino.
Como padre, usted es el encargado de explicar, pero de explicar con claridad, de tal forma que hasta el más chiquito de la familia pueda entenderlo. Usted es el encargado de explicar convincentemente, digo sin mentiritas piadosas, ni fábulas. Por ejemplo, usted debe hablarnos de sexo, porque ¿Sabe una cosa?, nos da la sensación de que estamos todos embarazados sin que haya mediado placer alguno.
También es el encargado de darnos seguridad. Yo recuerdo que cuando algún ruido extraño se escuchaba en la casa de mi padre, nosotros estábamos seguros de que a pesar de estar dormido nuestro padre no dejaba de vigilar. Y ahora estamos escuchando ruidos tan feos que meten miedo, se lo aseguro, algunos desconocidos como si fueran ruidos en otros idiomas, no sé si me explico.
Y como padre que es, uno espera de usted que a veces, cuando sea necesario, cuando alguien se descarrila, usted rete, presidente. Pero rete de verdad, con cara de enojo de ser posible, rete en voz alta, para que todos los demás sepan que a los que metieron la pata la embarraron, usted, al menos, le va a hacer lavar los pantalones. Porque se trata de un principio de justicia que usted como padre debería saber: se educa con el ejemplo y no es buen ejemplo dejar que unos hagan lo que quieren mientras a otros se les encarga que hagan lo que deben hacer.
Y por último, señor presidente, como padre de esta gran familia que está pasando un momento difícil, usted debe ser el que nos cierre cada noche con un cuento. Pero un cuento bueno donde los que ganan son los buenos y no los corruptos. Un cuento que hable de esperanza, señor presidente, que nos haga soñar los buenos sueños que necesitamos para iniciar el día nuevo de cara al sol.
Digo, si es que usted quiere ser como un padre, porque debe saber que no hay mayor desamparo que sentirse huérfanos, señor presidente.