Sostiene Mircea Cartarescu (Bucarest, 1956) que "está orgulloso" de ser hombre porque es también bestia; de ser varón porque es también mujer; de ser griego porque el bárbaro que hay en él está rebosante de vida.
También de ser europeo, que no significa ser mejor, sino ser complejo, lleno de contradicciones pero capaz de reconocerlas. Lo dice en “El ojo castaño de nuestro amor”, una selección de textos escritos en diferentes épocas sobre temáticas dispares -desde su obsesión por vestir unos vaqueros durante la dictadura de Ceausescu hasta reflexiones sobre literatura o sobre su madre-.
El libro es el último publicado en castellano (Impedimenta) por este novelista y poeta rumano, de 60 años, que ha recibido algunos de los más prestigiosos premios literarios europeos (el último, el Gregor von Rezzori de Italia) y está llamando a la puerta del Nobel, según algunos críticos.
La trilogía Orbitor, considerada su obra maestra, verá pronto la luz de la mano de la misma casa editora.
- ¿Le pesa que se le presente con frecuencia como el representante de la actual literatura rumana?
- No me preocupa. Un libro es el espectáculo de una mente. Soy un autor rumano, y una parte de mi escritura hunde sus raíces en una serie de autores que la gente fuera de Rumania no conoce. Mi principal influencia procede del siglo XIX y es del poeta Mihai Eminescu, imposible de reconocer para un lector que lee mis libros traducidos.
Pero su influencia en mi escritura no deja de ser casual porque tengo otras poderosas de otros autores y otros espacios geográficos. No existen relaciones demasiado evidentes entre Catulo y Cortázar, pero en mi biblioteca están juntos. Y en mi mente también, porque me gustan mucho. No creo en literaturas nacionales. Creo en escritores individuales.
-Se define como europeo y dice que la cultura es nexo de Europa.
- Europa se puede definir de muchas maneras: económica, financiera, jurídica… Pero no tiene sentido hablar de ella si no se habla de la cultura, porque es la tradición grecojudía la que nos une.
Nuestra personalidad se apoya por una parte en Jesús y por otra en Sócrates, dos personas que no escribieron nada pero en cuyas espaldas se apoyan todas las bibliotecas.
- ¿Su escritura está más conformada por las circunstancias de su vida, por ejemplo en la Rumania de Ceausescu, que por lo que ha leído?
-Es relativo. Indudablemente, una guerra y una revolución nos moldean por dentro. Nosotros no llevamos solo la carga de la literatura a nuestras espaldas, también la de todo el conocimiento. Y todo esto se refleja en la fórmula inédita de la vida interior de cada uno de nosotros.
Estoy modelado por lo que he conocido y he vivido, pero como escritor estoy en primer lugar configurado por la literatura.
-¿Se puede ser un gran escritor sin apenas haber vivido experiencias?
-No existe el escritor, sino escritores, diferentes, algunos con vidas rocambolescas, y otros que son funcionarios toda su vida. Kafka, que parece no haber vivido la vida, pero es muy imaginativo e incluso interiormente más complejo que quien ha recorrido todos los continentes y ha vivido todo tipo de aventuras. No sé si Tolstói luchó en el Cáucaso, pero describió las batallas como si hubiera estado allí.
-¿A usted le marcó como escritor la muerte de su hermano gemelo?
-Es una historia muy dolorosa sobre la que habitualmente no hablo fuera del marco literario. Pero sí puedo decir que es un núcleo dramático que ha determinado toda mi escritura. No se reveló de repente. Las alusiones a este hermano al que de hecho no llegué a conocer aparecen al principio en mis poemas, y luego van haciéndose cada vez más intensas, hasta que en un momento fueron abrumadoras. Vi en la desaparición de mi hermano gemelo una especie de amputación de mi interior.
A través de estos se hizo presente en mi escritura mi drama personal. Y, naturalmente, no es solo un hecho real. Hay también una metáfora, porque figuradamente cada uno de nosotros ha perdido un gemelo. La escritura nace de algo negativo, de una necesidad.
Alguien puede haber leído todos los libros del mundo y no llegar a ser escritor, porque el autor no puede brotar fuera de la existencia de una herida interna, del mismo modo que la perla surge a partir de un granito de arena que está lastimando a la concha.
-En su libro relata cómo lanzó un alarido cuando se giró en el hospital, siendo muy niño, en busca de su hermano y su cama estaba vacía…
-Exacto. Creo que es la imagen más verdadera de mi vida.
- ¿Sigue siendo la poesía "el objeto más valioso del mundo", como ha escrito?
-Hasta los 32 años escribí poesía en el sentido de género literario. Luego dejé radicalmente de hacerlo en una especie de suicidio ritual, con la esperanza de una resurrección. Afortunadamente, tuvo lugar porque toda mi prosa es algo más.
-Dice el poeta español Francisco Brines que la poesía no tiene público sino que tiene lectores. ¿Está de acuerdo?
-No hay una época en que la poesía no haya estado en peligro. No ha tenido nunca muchos lectores. La agonía es su forma natural de existir. Solo con el tiempo algunos poetas logran formar parte de nuestro canon cultural, pero en su época vivieron la frustración de que poca gente leía su obra.
-Usted señala la similitud entre la literatura latinoamericana y la rumana. ¿En qué consiste?
- Los autores rumanos tenemos imaginación y una poderosa tradición de lo fantástico, que es una invención romántica. Mihai Eminescu escribió mucha prosa fantástica y muchos otros siguieron su camino; Mircea Eliade es el más conocido.
Los rumanos somos una población latina marginal que conserva muchos rasgos comunes con los latinoamericanos: esta inquietud histórica permanente, esta tendencia a los sistemas totalitarios, esta necesidad de trascender la realidad a través de las imágenes, una cierta tendencia al discurso enfático…
Todos estos rasgos comunes surgen en espacios muy diferentes. Muchos de nuestros autores se parecen sorprendentemente a los latinoamericanos. Uno se parece mucho a Borges, otros a Cortázar. Siempre he visto a los latinoamericanos como personas muy parecidas a los rumanos.
-Usted mismo tiene muchos referentes literarios latinoamericanos, ¿no?
- En mi formación y lecturas precursoras hay varios. Por ejemplo, “Terra nostra”, de Carlos Fuentes. Me quedé asombrado por la extraordinaria fuerza imaginativa. Igualmente he leído a Sábato, su trilogía, es una especie de “Divina comedia” de nuestra época. He leído con gran pasión a Roa Bastos.
Me sé de memoria a García Márquez y a los autores argentinos los considero europeos prácticamente. No existe en ellos la huella de la latinidad americana. Cortázar podría ser español, francés. Borges, igual.
El ojo castaño de nuestro amor
Mircea Cartarescu.
Traducción de Marian Ochoa de Eribe. Impedimenta. Madrid, 2016.
208 páginas.