Mirando la vendimia de 2017

Mirando la vendimia de 2017

Luis Fermosel - la.fermosel@gmail.com

Ingresamos en el último bimestre del año, y si tuviésemos que calificar en una palabra la situación de la industria, podríamos aplicar el término de incertidumbre. Porque, históricamente, para esta época los actores solían hablar de cómo les había ido a las empresas respecto de las compras realizadas por los supermercados que se stockean con miras a las fiestas de fin de año. Pero resulta que ahora, con un sotck de vinos muy acotado y con precios altos que “influyen sobre la competitividad”, según algunos sectores, todos están mirando hacia la próxima cosecha.

En este último aspecto hay coincidencias en señalar que las últimas heladas -la del 6 de setiembre y la del 21 de octubre- provocaron daños, aunque difieren sustancialmente respecto de los problemas generados. Según el Centro de Viñateros y Bodegueros del Este, en esa zona de la provincia fueron denunciadas ante Contingencias Climáticas 2.400 propiedades con daños, “que en algunos casos superan el 80%”, siendo la más severa la del 21 de octubre. Destaca la entidad que en el caso sólo del departamento de Rivadavia hubo 478 denuncias equivalentes a 6.500 hectáreas que comprenden a todos los cultivos, aunque con preponderancia vitícola. En Junín hubo 430 denuncias, en San Martín 900 y en Santa Rosa y La Paz 380. Para la entidad, suman  entre 12 y 15 mil las hectáreas afectadas por las heladas, aunque comprenden a diferentes cultivos.

En ese mismo esquema, tanto desde la Unión Vitivinícola Argentina como en Bodegas de Argentina se reconoce que hubo daños por heladas, pero que es “muy pronto” para sacar conclusiones. “Hablar de daños es muy difícil”, dijeron casi al unísono, destacando que tanto unos como otros están evaluando la situación. De todos modos, indicaron que “sólo en la producción final podremos conocer cómo fue el daño”.

Más allá de lo sucedido con las heladas, a muchos de los actores de la industria les preocupa lo que pueda ocurrir con la polilla de la vid.

Este año, los daños producidos por la lobesia fueron muy altos, porque la misma rompe el grano para alimentarse y, en años húmedos, como sucedió en febrero-marzo, la pudrición de los racimos es importante. “El ministro Buryaille (de Agricultura y Ganadería) nos prometió que se adelantarían montos del presupuesto del año que viene para iniciar ahora la lucha contra la polilla, pero hasta el momento no hemos visto resultados concretos”, dijo una de las fuentes consultadas, quien agregó que “prometen mucho y cumplen muy poco”. Destacan entonces que la inquietud no se centra sólo en la lobesia sino que se amplía hacia otros aspectos.

“Nos dijeron que no nos preocupáramos porque el impuesto al champán sería derogado por ley, pero resulta que no hay avances en el Congreso; a nadie se le ocurriría hablar de algún tipo de impuesto a los granos pero resulta que nadie sale a desmentir los trascendidos sobre un posible impuesto a las bebidas alcohólicas, incluyendo al vino y tampoco hay avances en las promesas sobre la edulcoración de bebidas gaseosas con jugos naturales.

Tenemos que recomponer la agenda con el gobierno nacional y en eso tendrá mucho que hacer el gobierno provincial”, se indicó.

Entre los temas nacionales que preocupan también figura el del costo laboral. Se señaló sobre el particular que en algunos casos se vuelve insostenible, razón por la cual muchas empresas están priorizando la tecnificación. “Además de la tecnología, hay que sumar la precarización”, dijo la fuente consultada, la que señaló que el sindicato que nuclea a los trabajadores vitivinícolas (Soeva) ha denunciado la pérdida de 3.500 puestos de trabajo, sólo en el sector de bodegas.

Pero el problema principal pasa por los mercados, tanto el interno como el internacional. “No sólo debemos pensar en mantenernos, lo que resulta difícil, sino que tampoco podemos considerar la posibilidad de crecer porque no hay volumen”, dijo un bodeguero, quien destacó entonces que es el momento de trabajar muy fuerte en cambios estructurales, que deben partir de la base de modificar la actual estructura que diferencia la producción con el consumo.

Recordó que mientras la relación en el consumo es de 75 por ciento de tintos y 25 por ciento de blancos, sólo hay un 47 por ciento de hectáreas implantadas con variedades tintas. “La diferencia se equilibra con blancos escurridos que son transformados a tintos a través del agregado de tintoreras, pero resulta que la calidad no es la misma y tenemos un consumidor muy avezado que cada vez sabe más de vinos y al que no se lo puede engañar”, dijo la fuente. Es más, con miras a futuro, manifestó su inquietud en razón de que los propios viveristas suelen señalar que venden casi igual cantidad de plantines de malbec que de cereza.

Otros actores hacen hincapié en la aparición de “nuevos jugadores” en la industria, que prefieren mantener bajos stocks, priorizando una visión financiera, en la creencia que son ellos los que “regulan” el mercado. “Sin embargo -dijo la fuente- cuando el vino es escaso comienzan los problemas, una situación que no se da, por ejemplo, con Fecovita, que tiene una gran cantidad de cooperativas distribuidas a lo largo y a lo ancho de la provincia e inclusive en San Juan”.

En ese mismo esquema, indican que debe recuperarse la relación entre el productor y el bodeguero. “A los viejos bodegueros nunca les faltaba vino porque tenían sus propios proveedores y desde el otro lado el productor estaba tranquilo porque sabía que la bodega le iba a comprar la producción. Ahora, cuando juega la especulación, aquellos que priorizan la visión financiera no tienen en cuenta al productor y después se quejan porque algunos tenedores de vinos especulan subiendo los precios cuando falta vino”, señaló un observador.

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