Amigas desde hace 45 años, se conocieron cuando comenzaron la carrera de Artes Plásticas en la Universidad Nacional de Cuyo. Desde aquel ingreso a la facultad, en 1974, Susana Dragotta y Cristina Bañeros entablaron una amistad a prueba de la vida y crecieron juntas primero como estudiantes, más tarde como compañeras y en simultáneo, con las ideas, los deseos y los caminos que entablaron con la docencia y el arte.
Lo que las une las conmueve, y es inevitable la emoción que llega cristalina a la mirada cuando recuerdan los avatares y las alegrías de una complicidad tan compartida de la que también es parte la artista Vivian Levinson. Tras presentarse a una convocatoria abierta para la agenda 2019 del Museo Carlos Alonso - Mansión Stoppel, las artistas fueron seleccionadas y están unidas, otra vez, -sobre y bajo- el manto del trabajo comprometido con sus obras y su propia curaduría. "Si bien cada una cuenta con una muestra individual, queríamos que se nos relacionara de alguna manera, entonces unimos los títulos como una suerte de cadáver exquisito", comparte la premiada Dragotta sobre la antesala a las exposiciones individuales, ubicadas en el primer y segundo piso del Espacio B.
Ensayo de camuflajes
En una especie de laboratorio, en su casa, Susana Dragotta construyó insectos de colores y texturas, envueltos en relatos fantásticos de camuflaje y transfiguración. En ese proceso experimental y controlado, lo que ocurrió fue que luego de seleccionar, recortar y ensamblar fragmentos de fotografías, diseñó seres de partículas propias y ajenas, de materia artificial y apariencia confusa y ambivalente, como ella misma lo explica. La observación minuciosa es la que hay que habilitar, entonces, para detenerse en esos cuerpos mimetizados y dejar que las preguntas saquen a relucir las formas.
“Hace cinco años que no hago una exposición individual, la última fue en 2014 en el MMAMM, y fue así porque hasta no dar un giro en relación a lo anterior no quería exponer. A esta altura de mi vida, aunque siempre fue un poco así, quiero hacer lo que se me da la gana, y esta muestra tiene la apariencia de una exhibición en un museo de ciencias naturales, aunque no tan exactamente. Los camuflajes hablan de cómo uno se adapta o no y se funde con el entorno en el reino animal, pero también en el de los humanos, que usamos máscaras, disfraces, caparazones o armaduras para engañar o para protegernos”.
Lo que siempre se repite
La sala del segundo piso es un despliegue de obras de Cristina Bañeros, en las que sus huellas, las del paisaje mendocino, las de la palabra, las de los intentos desmedidos, hallan un muestrario donde el juego y el azar, lo igual y lo diferente, tejen relaciones y lecturas. “Tuve una época medio conflictiva con la pintura, con la materia pintura, que no me servía para resolver lo que tampoco sabía que quería hacer. El collage siempre ha sido una técnica de manejo para mí. En esta muestra hay dos obras hechas con estampación de sellos, con un ordenamiento repetitivo y geométrico, pero también patrones, trazados, grafismos, dibujos y diseños de técnicas puras y luego digitalizados y llevados a otros soportes, además de metáforas de matrices y un poema visual”.
En temas que le fueron de interés por fuera del campo específico del arte y en el hallazgo de lo que no iba a buscar, Cristina encontró nuevos lenguajes para comunicarse y expone hasta sus últimas obras. También deja salir la figura más reciente que aparece en sus trabajos: la espiral logarítmica en la naturaleza y en la cultura.
“La intención es asociar esos modos de manipulación de la imagen con el concepto de la repetición en la vida individual y social: estructuras, códigos, patrones o matrices genéticas y culturales que modelan nuestra identidad. Creo que para el arte, y para cualquier otro proceso de aprendizaje o creación, es imprescindible la "repetición virtuosa", la rutina de acumular actos repetitivos, pautas y reglas específicas, hasta apropiarnos de un automatismo inconsciente", escribe la artista en el texto curatorial.
La ficha
"Ensayos de camuflajes" y "Lo que siempre se repite" Puede visitarse hasta el 22 de abril en el Espacio B del Museo Carlos Alonso, Av. Emilio Civit 348, Ciudad de Mendoza. Para más información comunicarse al 4298946.