Militancia versus democracia - Por Luis Petri

Militancia versus democracia - Por Luis Petri
Militancia versus democracia - Por Luis Petri

La salud de la democracia descansa sobre la independencia de sus poderes y de sus principales actores, tema que quedó en el olvido durante 12 años de kirchnerismo.

La militancia reemplazó la independencia en el periodismo, la docencia, la investigación y las instituciones. Dentro de la "justicia militante" tal vez el mejor ejemplo sea Eugenio Raúl Zaffaroni, quien aun ostentando el cargo de juez de la CIDH, se convirtió en el pilar fundamental (aunque informal) de la defensa jurídica de la ex presidenta Cristina Fernández.

Idoneidad, imparcialidad e independencia son las exigencias que emanan de manera expresa de nuestra Constitución Nacional y de los Tratados Internacionales y que buscan garantizar el debido proceso legal. ¿Qué implica esto? Que la sociedad debe poder confiar en que quien juzga lo hará sin estar sesgado por intereses personales.

¿Hasta qué punto puede seguir sosteniéndose la independencia e imparcialidad del doctor Zaffaroni ante sus últimos dichos destituyentes y actos que han puesto en crisis su credibilidad? El mismo juez, de manera cínica, ha reconocido que no le gusta seguir las reglas.

Cuando asumió como ministro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, dijo en una entrevista que hubiera preferido el cargo de defensor general. Y su carrera judicial lo comprueba.

“Los jueces hablan sólo por sus sentencias”, dice el refrán, y las sentencias del juez Zaffaroni, a quien mejor deberíamos llamar "juez defensor", no sólo hablan por sí, sino que él también se ha encargado de remarcar en numerosas ocasiones el proceso que emplea para llegar a ellas.

Un proceso, por cierto, que en nada respeta la imparcialidad y la objetividad requeridas a todo juez. “ 'A ver cómo lo zafo a éste'. Y si zafarlo no está bien, entonces digo: 'A ver cómo hago para que la lleve más aliviada'. Abriendo un expediente así, con esa idea, vas a dormir tranquilo siempre”, dijo en una entrevista a la revista Rolling Stone.

El "juez defensor" agregaba que le gustaba confraternizar con los imputados: “Les hacía sacar las esposas, les hablaba y a ver qué pasa. A veces, era una tontería, era verlo al tipo, saludarlo y '¿tiene algo que decir?', pero otras veces no... Yo buscaba pruebas que no se habían encontrado”.

Un juez que ya ha participado de una investigación instructoria ha perdido su objetividad y no puede luego intervenir en la etapa de juicio. Si a eso se suma que puede haber llegado a emitir un consejo, el tema tiene aún mayor gravedad.

Pero ello parece no haberle importado a Zaffaroni, quien abiertamente se jacta de colaborar para “hacer zafar al delincuente”, ideología que luego plasmó en su teoría abolicionista del sistema penal.

Una persona que admite abiertamente y no se arrepiente de haber participado del Proceso de Reorganización Nacional y del gobierno de Onganía y que en un reportaje reconoció tener conocimiento de la desaparición de personas pero no de su destino sino dos años después, no es idónea para ocupar un cargo en la CIDH.

“Uno dice: bueno, en el '76 yo no sabía exactamente qué pasaba, ¡y claro que no lo sabía! Recién cuando viajé a Europa tuve una idea Veía cosas, sí, pero no sabía qué carajo pasaba con la gente que secuestraban”, declaró.

Veía cosas pero no indagaba. Durante 12 años el kirchnerismo convalidó situaciones en las que la militancia se impuso a los mandatos constitucionales.

Pero el gobierno ha cambiado y en este nuevo mandato de Cambiemos será la Constitución Nacional la que vuelva a regir la lógica democrática.

El doctor Zaffaroni no puede desconocer que sus dichos son una apología a la sedición y por ello debe renunciar inmediatamente a su cargo como juez de la CIDH.

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