Milena Quaglini fue conocida como la viuda negra italiana por haber tomado venganza por mano propia contra tres hombres que le arruinaron la vida, sometiéndola a reiterados abusos, violaciones y violencia física. Dos de los tres asesinados fueron pareja de ella.
Milena nació en 1957 en la localidad italiana de Mezzanino, en la provincia de Pavía, Italia, bajo la crianza de un padre maltratador y una infancia marcada por la violencia que llevó a Milena a irse de su hogar en cuanto pudo. Se recibió de contadora y fue entonces que conoció a Enrico, un hombre 10 años mayor con quien tuvo su primer hijo, Darío. Luego, Enrico falleció producto de una diabetes.
Más tarde conoció a Mario, también 10 años mayor que ella, con quien todo parecía ser color de rosas pero el segundo embarazo de Milena, en 1992, llevó al límite al nuevo cónyuge quien comenzó a ser de forma brusca y agresiva, a gritarle, golpearla y perder la paciencia por cualquier tontería. Luego tuvieron una hija, lo que profundizó el maltrato de Mario.
Con el afán de querer abandonar a Mario, decidió buscar un mejor empleo y fue entonces que lo encontró como cuidadora de un señor de 80 años, Giusto Dalla Pozza. El anciano le tomó mucho cariño y le otorgó un prestamos de cuatro millones de liras. Hasta que un día el hombre se mostró enfadado con ella porque no le devolvía el dinero, por lo que la agarró del brazo, la empujó sobre la cama e intentó violarla.
En el intento de querer sacarse al anciano de encima, Milena lo golpeó con una lámpara en la cabeza y este cayó muerto al suelo. Ella huyó despavorida. Luego llamó a la Policía alegando que cuando ella llegó a cuidarlo lo “encontró así”. Le creyeron y quedó fuera de la lista de sospechosos.
Habiendo cometido un crimen que hasta el momento jamás había confesado y cansada ya de tantos maltratos constantes, el 1 de agosto de 1999 asesinó a Mario. Esperó que se durmiera y lo ató con una soga en la cama amarrándole los pies, las manos y el cuello. Una vez inmóvil lo atizó hasta la muerte, arrastró el cadáver hasta el balcón y llamó a los Carabinieri. “¿Policía? Maté a mi esposo”, confesó con voz temblorosa.
La Policía se la llevó detenida y el tribunal de Voghera la condenó a 14 años prisión. Sin embargo, salió en libertad a los 6 años pero bajo la condición de arresto domiciliario. Aunque jamás confesó haberse arrepentido del crimen.
Cuando Milena salió de la cárcel intentó rearmar su vida, pero tanto su madre como amigos y vecinos le dieron la espalda. Cayó en el alcohol y a modo de solución aceptó compartir vivienda con un hombre que había publicado en el periódico local que estaba en busca de pareja, convivencia y “luego ya veremos”. Se trataba de Angelo Porello, de 53 años con quien tuvo una relación pero con el tiempo descubrió que era pederasta acusado por abusos sexuales.
Ella comenzó a distanciarse de Porello pero este en cambio, se transformó en su agresor. Una noche de octubre Angelo golpeó y violó a Milena en dos ocasiones. Una vez finalizado el abuso, ella le ofreció café, cuando terminó de beberse la taza cayó desmayado al suelo. Quaglini había llenado de somníferos la bebida, buscando venganza.
Una vez que su abusador quedó inconsciente, Milena lo trasladó hasta el baño, lo metió en la bañadera y lo ahogó. Luego, tomó el cadáver, lo escondió sobre una montaña de estiércol que había en el jardín y huyó. Veinte días más tarde, la Policía encontró el cadáver en un avanzado estado de descomposición.
Tras una ardua investigación, la Policía logró dar con Milena quien terminó confesando el asesinato con todos los detalles. Esta vez Milena le confesó a la Justicia que había cometido los tres asesinatos ella misma y declaró: "Cuando alguien reacciona mal, yo reacciono peor".
Con informes de psiquiatras y diferentes pericias, el juez terminó sentenciando a Milena a 6 años y 8 meses de prisión por la muerte de Mario. Cuatro meses más tarde, el juzgado de Padua la sentenció a un año y ocho meses por el asesinato del anciano.
Milena cumplió condena en la prisión femenina de Vigevano. Sin embargo, el 16 de octubre de 2001, días antes de conocer el veredicto, decidió quitarse la vida ahorcándose con una especie de soga que hizo con sábanas cortadas. Cuando los funcionarios acudieron a la celda a la mañana siguiente, encontraron una nota que decía: “No puedo soportarlo más, perdóname, mamá”.