Carlos Sacchetto - Corresponsalía Buenos Aires
La larga búsqueda de verdad y justicia que la sociedad argentina emprendió en 1983 con el renacer democrático ha estado marcada por una extensa serie de hitos capaces de hilvanar la historia dolorosa que nos tocó vivir. Desde aquel memorable juicio a las juntas militares de la última dictadura, más tarde o más temprano y con más o menos tropiezos, el brazo de la ley ha ido señalando a los responsables.
La detención ayer del general César Milani es, por su significado político, uno de esos hitos. Cayó preso por dos secuestros en La Rioja en 1977, y también tiene pendiente responder por la desaparición del soldado Alberto Ledo, que hacía su servicio militar en Tucumán en 1976.
Los fiscales que lo acusan aseguran que las pruebas en su contra son sólidas. Hasta ahí, sería un caso más de los tantos que avergonzaron su uniforme.
Pero Milani es más que eso. Después de 30 años de democracia, y mimetizado en un contexto en el que los derechos humanos fueron prácticamente apropiados y también desvirtuados por una facción política, fue no sólo el responsable de la Inteligencia del Ejército sino también el jefe del Estado Mayor General de la fuerza. En paralelo, y al calor del poder que le dio la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner contra todas las críticas que se levantaron, Milani tuvo una decisiva influencia en la Inteligencia del Estado.
Todo eso ocurrió hace menos de cuatro años, y no son pocos en los ámbitos oscuros de los servicios los que sospechan que este personaje estuvo de alguna manera vinculado a la muerte del ex fiscal Alberto Nisman. Retirado del Ejército y con una altanería impropia de quien fue investido con semejante representación institucional, Milani apareció luego como un militante kirchnerista, invocando frases de Juan Domingo Perón y teniendo actitudes provocativas, propias de un matón cualquiera.
Milani es hoy uno de los tantos puntos oscuros del kirchnerismo y veremos ahora quiénes y cuántos ex funcionarios que compartieron el poder con él tienen el coraje de salir a defenderlo. El interrogante vale también para la viuda de Kirchner, quien nunca tuvo una palabra de arrepentimiento por haberlo encumbrado.
Verdad y justicia seguirá siendo una profunda reivindicación social. Se trate de quien se trate.