Un ejército de rescatistas seguía buscando sobrevivientes entre la montaña de escombros en que quedó convertido la maternidad de México destruida por una explosión de gas, donde audaces vecinos lograron salvar a siete bebés sepultados bajo las lozas.
"Fueron valientes los bebés, siento que no les tocaba", dijo Rene Soto (32 años), un vecino que se despertó la mañana del jueves con la estruendosa explosión que cimbró su casa.
Junto a familiares, Soto removió pedazos de cemento y cenizas para encontrar a los pequeños, algunos con apenas horas de vida.
Una enfermera, que logró saltar entre los escombros, les pidió auxilio desde la zona de cuneros.
"Estaba todo destrozado, la loza se vino abajo sobre los pequeños que cayeron al piso, unos estaban ahí tirados sin ropita, con su cordoncito en el ombligo todavía, algunos en incubadoras, los sacamos como pudimos", recuerda Soto aún conmovido.
Una fuga de gas en la manguera de un tanque cisterna que descargaba muy temprano en el público Hospital Materno Infantil de Cuajimalpa - oeste de la capital - provocó una terrible explosión.
El edificio prácticamente se desplomó en un 80% de la construcción, con un saldo de al menos dos bebés y una enfermera muertos, además de 73 heridos.
Unos 60 rescatistas del grupo de Topos, creado cuando un terremoto de gran magnitud sacudió la Ciudad de México en 1985, quitaban cuidadosamente piedra por piedra parados sobre toneladas de escombros, mientras buscaban con lámparas de minero en todos los huecos tratando de ubicar heridos.
"No hemos encontrado ninguna persona, pero no se puede descartar que haya alguien entre los escombros porque aún hay áreas a las que no hemos podido llegar", dijo de su lado Luis Álvarez, un rescatista que llevaba consigo un gran alicate para cortar varillas de metal retorcidas.
"Pensé que era un terremoto"
Cientos de policías de la gendarmería nacional y trabajadores de la ciudad retiraban pedazos de puertas, cubiertas de muros, partes de techos y escaleras quemados que volaron y quedaron esparcidos en el predio en el que estaba el hospital, ubicado en una zona residencial de clase media.
En medio de una nube de polvo, media docena de vehículos retroescabadores acarreaban escombros entre los que había equipo médico, camas y demás mobiliario destrozados. Los trabajadores retiraban en grandes bolsas medicinas, material quirúrgico y batas blancas y azules que usaban las pacientes.
Contiguos a la maternidad, en la que había 110 personas al momento del siniestro, hay un kinder, una primaria y una secundaria, que suspendieron clases por la tragedia.
Poco a poco por la noche, los vecinos salían del shock en el que cayeron por la explosión que dejó ventanas rotas y daños en la mayoría de las casas aledañas.
"Pensé que era un terremoto, la casa se sacudió, se empezaron a caer cosas y un domo de vidrio que hay en una parte del techo se hizo añicos", recordó Araceli León, una mujer de 51 años que se preparaba para ir a trabajar cuando sucedió el accidente.
Las autoridades han dicho que entre los heridos hay nueve bebés y siete adultos en estado de gravedad. Varios menores con sus madres también se encontraban a esa hora en consulta externa.
Testigos dijeron que muchas personas alcanzaron a correr antes de la explosión. Algunas mujeres que acababan de dar a luz y no pudieron evacuar protegieron con el cuerpo a sus bebés para salvarlos. Tuvieron que salir por su propio pie, heridas y con sus hijos en brazos en medio del desastres y el caos.
La explosión de la maternidad evocó a muchos mexicanos la tragedia de la Guardería ABC, en Hermosillo (noroeste), donde 49 bebés y niños murieron en 2009 por un incendio en un almacén contiguo al centro escolar.