Desde hace unos años la sociedad vive cambios que han llevado a replantear el lugar que se le ha dado históricamente a la mujer. En consecuencia, algunos piden que se deje de elegir reinas, mientras que otros reclaman que las soberanas sean verdaderas cosechadoras, como era originariamente. En el medio están las jóvenes que deben responder a las exigencias de los demás.
Y, en pleno torbellino vendimial, aparece la historia de María Milagros Garay, quien este año compitió por la corona de San Martín, representando a El Central.
La joven, que hoy tiene 20 años, integra una familia de cosechadores que, como ella misma describe, "desde hace muchas generaciones". Como suele ocurrir en estos casos, las necesidades del hogar llevan a muchos a trabajar a temprana edad.
"Aprendí a cosechar a los 13 años para poder ayudar a mi papá. Ya a los 15 empecé a ser tachadora y a hacer acarreo", precisa Milagros. Desde entonces, cosechar se ha vuelto su trabajo y una manera de tener dinero para sus gastos y colaborar en el hogar.
Cuando estaba trabajando observaba cómo llegaban al lugar "los ingenieros" y eso la llevó a analizar la posibilidad de estudiar Ingeniería Agronómica. "Con el correr de los años me llamó la atención el proceso de cómo se pasa de una semilla a la cosecha. También veía cómo elaboraban vino casero y quería saber cómo lo hacían", precisa, lo que demuestran cómo su interés iba en aumento.
Entonces, llegó el último año del secundario y en el colegio les enseñaron a hacer un vino. “Ahí me averigüé para estudiar Enología y me dijeron que la carrera estaba en Lavalle”, rememora.
Al ver sus ganas, sus padres -José Luis Garay (57) y Celia Teresa Jofré (51)- decidieron apoyar su sueño y buscaron trabajo en ese departamento, dejando atrás a El Central. Milagros es la más chica de ocho hermanos.
Fue así que consiguieron trabajo en Costa de Araujo, lugar en el que se instaló la familia. "Todos me decían que tenía que avanzar y yo sé que éste es un trabajo que lleva un sacrificio muy grande, tenés que levantarte temprano, pasás frío y calor. Es un trabajo digno, pero es muy cansador", reconoce.
El sueño del reinado
Al igual que muchas niñas mendocinas. Milagros creció jugando con su hermana a ser reinas, cuando les regalaban coronas y veían en la tele a las soberanas departamentales y nacionales. "Desde chica me interesó. Iba a probar en 2018, pero justo se presentaron mi mejor amiga y mi prima y no me parecía competir con ellas. El año pasado me iba a anotar y no me dio el tiempo con los estudios, así que decidí hacerlo este año", detalla.
En cuanto a su lugar de residencia, que ya no era El Central donde vivió toda su vida y al que representó, Milagros explica que "la mayoría entendía mi situación" debido a que su alejamiento estuvo relacionado "a razones de estudio, porque necesitaba avanzar y no seguir haciendo este trabajo toda mi vida".
Entre las cosas que más ha disfrutado de la experiencia vendimial está el hecho de poder representar a su pueblo y escuchar a la gente. "Me llaman, me escriben por Facebook y me invitan a eventos", indica.
La mayoría de las personas quieren conocer más sobre su historia, ya que es un ejemplo de superación que puede inspirar a muchos jóvenes que han crecido en el mismo contexto que ella.
Con respecto a lo vivido propiamente como reina, Milagros señala que le “encantó todo”, y que con las restantes 15 candidatas se unieron y formaron un lindo equipo.
"Me sirvió para aprender mucho y para saber expresarme delante de la gente, antes no hablaba por miedo a quedar mal", manifiesta con alegría.
Más sacrificios
Cuando la joven comenzó a estudiar la Tecnicatura en Enología e Industrias Alimentarias recibía el dinero que prevé la beca Procrear, lo que fue de gran ayuda para poder pagar sus gastos. Además, sus padres abonaban el colectivo para que le alcanzara el dinero para todo.
Sin embargo, a mediados de 2019 dejó de recibir esa ayuda y la situación se hizo insostenible. "Decidí abandonar los estudios y mis padres me dijeron que iban a apoyarme para que siguiera, que era una pena que todo el esfuerzo que habíamos hecho quedara en nada", indica con pesar.
Según le informaron desde distintos organismos, le sacaron la beca porque sumaron lo que ganaba su papá, su mamá y lo de su hermano y su hermana, que no viven ya con ella. "Eran $ 37.500 entre todos y me dijeron que con ese dinero yo podía vivir, pero no es así. Este año me voy a anotar de nuevo a ver qué pasa", anticipa. Mientras, a partir del apoyo familiar y sus ganas enormes de salir adelante, Milagros decidió continuar trabajando en la cosecha y así seguir teniendo dinero para sus gastos de estudio. Ella cursa su carrera en el Instituto de Educación Superior 9-024, de Lavalle.
Y sus ansias de aprender la llevan a seguir soñando en grande: "Mi idea es hacer después la Licenciatura que es privada", finaliza.