Mike, el escritor

El maipucino presenta el libro “Mike Buc”, en el que combina textos autobiográficos con pinturas y fotos. Confesiones de un tipo inquieto.

Mike, el escritor
Mike, el escritor

El encuentro con Los Andes se produce en un bar que lleva más de 84 años de existencia en una esquina central de Chacarita. A lo lejos se ven las columnas de la entrada al Cementerio. Mike Amigorena llega vestido con shorts, musculosa y zapatillas. Como accesorios, gorra negra y anteojos oscuros.

Detrás de la ventana, un fan lo saluda con la mano, emocionado. Más tarde un motoquero le gritará “Mi mujer te ama, no sé por qué”. El actor responde con la misma tranquilidad que mantiene en la charla, parece un tipo sin apuro, habla cadenciosamente, tomándose tiempo para responder.

Pide un café con leche al mozo, que lo reconoce pero no lo festeja. Dice que eso le gusta. Da a entender que eligió ese bar porque aprecia las cosas que están en las antípodas del glamour con el que se lo asocia. “No concibo la vida sin arte” subraya y se define como un “entretenedor” o “un creador de entretenimiento”.

Ahora se animó a editar “Mike Buc”, un “libro objeto”, en el que hay breves textos manuscritos con sentencias llenas de elementos visuales: “La conducta debe ser como la garza que se mete en el barro sin ensuciarse el plumaje” o “Los amigos se eligen, como las manzanas, la familia te toca, como el pie plano”. También hay frases en tono de confesión: “El personaje que más me gustó interpretar no lo terminé porque me dio miedo”, fotos de infancia y del presente, pequeños dibujos y algunas de sus pinturas.

-Tu libro no es convencional. ¿Cómo lo explicarías?

-Es un libro objeto. Como vos decís, no es un libro de texto en el sentido ortodoxo, no es de texto. Es un libro que puede servirte para decorar, para colgar, para usar de centro de mesa y también para ver y leer. Lo hice a lo largo de un año y medio con un diseñador que me asistía. En base a cosas que yo le decía armaba bocetos y los discutíamos. Y el espíritu con el que está hecho es completamente lúdico.

-¿Está pensado para un lector en particular?

-Creo que tiene una franja etaria enorme. Puede ser perfecto para un adolescente, un pibe de 15 años y también le puede interesar a alguien de 70 años. Al ser un objeto, no hay una pretensión de complacer a un cierto grupo, tiende a ser más universal. Es algo que puede transformarse en un móvil para colgar, que puede desplegarse y verse casi en su totalidad sin pasar páginas…

Una de las frases que más recuerdo es algo así como “Lo mejor de ser famoso es que no te cobran las cosas y lo peor es que pagás por eso”…

Y sí, el hecho de que todo el mundo te conozca te pesa, pero si alguien no te conoce, te molesta. Entonces, por una lado no querés que no te jodan, te ponés quisquilloso,  no querés que te saquen fotos (yo odio las fotos, las detesto, en mi casa de chico no se usaba sacar fotos, ni grabar en súper ocho o esa clase de cosas, por lo tanto nunca pude habituarme a que me saquen) pero eso es parte de tu vida. Entonces hay que encontrar un equilibrio entre fama y anonimato.

Por eso me gustan los bares como este, donde a todos los presentes les importa un carajo quién soy. Porque yo crecí en lugares como estos y no me olvido. Yo crecí en Maipú, la fama no existía dentro de mis parámetros, y eso siempre va a ser parte de mí.

-¿A qué edad dejaste Mendoza?

-A los 19.

-¿Y volvés seguido?

-Sí, dos tres veces por año seguro.

-¿Y qué es lo que más te gusta del mendocino? Suele decirse que es conservador…

-Sí, lo es, pero no me parece mal, porque dentro de ese conservadurismo, se conservan, justamente, un montón de cosas lindas que acá en Buenos Aires corren cada vez menos. Además no creo que haya nadie totalmente conserva ni nadie totalmente open mind, sino más bien puntos en el medio de esas cosas. Y el mendocino tiene costumbres hermosas, es un tipo que sabe disfrutar de los placeres, un tipo al que le gusta comer y beber bien, un tipo al que le gusta juntarse con la gente querida, la familia, conversar, dormir una buena siesta. Que se conserven esos hábitos me parece genial.

El porteño está muy desesperado por ser reconocido por su medio, por consumir… Yo creo que igual de a poco vamos a darnos cuenta de que no se puede seguir así, si no acá no se va a poder vivir. Hay que volver a ciertas cosas más conectadas con la tierra, la naturaleza, no se puede vivir exclusivamente para afuera, para tener y tener y tener.

Usó pollera, traje con zapatillas de lona, se pintó las uñas y la cara como una chica, pero asegura estar cada vez más consciente de que el disfraz no lo define por completo. Se confiesa nostálgico y defiende varias tradiciones, afirma estar atravesando un momento de equilibrio, agradece la madurez y elogia la buena vida. Su trayectoria no cuaja con lo más esperable de una estrella de televisión porque tiene inquietudes que se desarrollan en otros mundos.

Está al frente de Mox, una banda con Oliverio y Alejandro Lacroiax, con la que suele tocar en distintos espacios porteños, y dio que hablar hace unos años con Ambulancia, un grupo de actores que se disfrazaba e interpretaba covers. También pinta: “Uso acrílico y hasta bolígrafo. Casi no soy figurativo”.

-¿Y la música? ¿Qué te genera y qué te gusta? El ringtone de tu celular es rap…

-La música me paraliza y me desarma. Y sí, el el ringtone es Snoop Dog, lo que el tipo hizo con DR. Dree me parece alucinante y además, a lo largo de todos estos años, siguió siendo él mismo, no se reconvirtió, ni se re armó, si no que siguió siendo muy personal y pudo insertarse en medios distintos, pasando del under a lo masivo, sin arruinarse artísticamente.

Ahora sacó un disco de reggae, que no me vuelve loco como género, pero el disco está bueno. Y después me gusta la música nostálgica de la buena vida como los Pet Shop Boys, soy amante del pop, me gusta New Order, cosas así. Amo a Bowie, claro.

-Con Ambulancia hacías pop…

-Sí. Ambulancia fue sacar de repente algo que tenía que salir. Fue una condensación de mi trayecto por la vida hasta ese momento (usaba pollera, me maquillaba, hacíamos covers) y tuvo el valor de ser un momento que me representaba sin necesidad de perdurar en el tiempo. Ahora ya el disfraz se va yendo, la madurez trae esa calma, esa pérdida de la inconsciencia que te hace cambiar.

Cuando vos perdés la inconsciencia ya no podés repetir con la misma efectividad lo que hiciste cuando la tenías. Con Ambulancia pasó eso de la espontaneidad, el segundo show no tuvo nada que ver con el primero, se había perdido algo que sólo se dio una vez y estuvo buenísimo.

-¿Trabajas bien en equipo?

-Sé reconocer un buen equipo de trabajo. No la he pasado mal trabajando, me llevo bien en líneas generales.

-De hecho has tenido romances con compañeras de trabajo, colegas, hoy estás con Mónica Antonópulos…

-¡Pero tenemos que hablar de libro! (Risas)

-¡Hay una foto de ella en el libro! En serio: ¿sentís que la pareja te estabiliza, has transitado bien la soledad?

-Ya, cada vez, estoy menos solo. Lo estuve mucho tiempo y la pasé genial. Ahora con Mónica no estamos conviviendo pero estamos mucho juntos.

Siento que la relación que tenemos, no solamente me estabiliza, sino que me gustan sus puntos de vista y saca lo mejor de mí. Eso no es para nada sencillo en las parejas y, aunque tengamos roces como todos, nos entendemos. La verdad que llegar a este momento de mi vida con una mujer así, es una gran recompensa. Y los dos sabemos disfrutar el tiempo de estar solos, cuando podemos.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA