Miguel Ángel Solá: “La película aporta luminosidad en tiempos tenebrosos”

El jueves pasado se estrenó en Mendoza “El último traje”, filme nacional avalado por la crítica. Aquí su protagonista charla con Estilo.

Miguel Ángel Solá: “La película aporta luminosidad en tiempos tenebrosos”
Miguel Ángel Solá: “La película aporta luminosidad en tiempos tenebrosos”

Para Miguel Ángel Solá ser ajeno al mundo del espectáculo iba a ser difícil. Sus raíces se remontan a una tradicional familia del teatro catalán que emigró a nuestro país a principios del siglo pasado.

Su padre fue durante más de 50 años jefe de boletería del teatro Maipo de Buenos Aires, y la leyenda cuenta que ayudó a Luis César Amadori en la compra del teatro pero que no quiso asociarse con él.

Por su parte, su madre fue Paquita Vehil, actriz de cine y teatro que hasta sus últimos años de vida trabajó en algunos papeles esporádicos.

Y si el apellido Vehil le suena, es porque sus tíos maternos también abrazaron esta profesión -la mayoría nació en un teatro-, siendo la más reconocida Luisa Vehil (Miguel llegó a trabajar con ella, cuando era bebé y cuando la actriz tenía 70 años y estaba en silla de ruedas).

Por supuesto que, como buen adolescente, se alejó y peleó contra esa tradición familiar que tanto tiempo hizo que lo privara de la compañía de su madre.

Terminó el colegio y se recibió como licenciado en Relaciones Humanas, pero a los 20 años leyó un aviso en el diario en donde pedían dos actores, se presentó y obtuvo el papel protagónico.

Comenzó su carrera en 1971, en el teatro independiente, con la obra "La Noche de los Ratones Crueles", y gracias a ese anuncio que le dio la chance, pudimos disfrutar de uno de los mejores actores que diera este suelo y que aún sigue brillando y deleitándonos en las tablas.

En "El Último Traje" compone a Abraham, un sastre judío de 88 años que quiere cumplir a toda costa una promesa a un amigo que lo salvó de la muerte.

"Me interesó el guión, por supuesto, porque las consecuencias del quiebre de una sociedad fanatizada por el odio es siempre algo necesario de contar."

-Pablo Solarz es uno de los grandes guionistas argentinos, ¿qué fue lo que te hizo querer participar de este proyecto?

-El ofrecimiento sincero, tanto de Pablo como de Gerardo (Herrero, el productor). Y el guión, por supuesto, porque las consecuencias del quiebre de una sociedad fanatizada por el odio es siempre algo necesario de contar. Setenta años después -con todos los recuerdos y heridas supurando todavía, al límite de la vida, con casi ninguna carta que jugar, huyendo hacia el futuro-, Abraham, contando con nada más que su deseo, reinicia su vida. Historia muy difícil, la más difícil de mi vida. Me dije: “A ver si logro tocar el cielo con las manos”, y acepté.

-Solarz contó que basó parte de la historia en su abuelo Juan. ¿Te aconsejó para la película, te guió con datos?

-Conocí a su abuelo y me ayudó con sonidos, giros y palabras. Muy lindo tipo. Pablo y yo hablábamos de hijos, de sensaciones, ilusiones, impulsos. Del amor que se siente y que se escapa... No queríamos llenar de conceptos sobre los campos de tortura y muerte la mochila del personaje.

-El retrato de un anciano que hacés es impresionante. ¿Cómo te preparaste para el rol?

-Criando una hija. Lavando ropa. Amando. Barriendo suelos. Comprando comida. Confiando. Llenando cajas, llevando bolsas, mudándonos. Yendo allá y acá en subte, colectivo o taxi. Haciendo valijas y teatro en una gira dificultosa. Estudiando letra, dándole contenido dentro de una forma que llegaría el primer día de rodaje, por un casi milagro. En fin: haciendo lo que casi todo actor y actriz, en sus tiempos libres, hace. No te rías, somos del Tercer Mundo, lo hacemos como bien podemos.

-Lo genial de tu actuación, para mí, es que pasás de mostrar a un Abraham que al espectador le resulta terco y malhumorado al principio, a otro que emociona por su tenacidad y valentía...

-Te agradezco el calificativo, pero eso pedían el libro y el director. Eso pedía el hueco delicado que debía apenas llenarse con arena del tiempo, para que no me invadieran esas dieciséis horas diarias de sentir y pensar en términos de un cuerpo anciano aferrado a un espíritu que recién empieza a renacer. Renacer, quiero decir, al aceptar que aun habiéndole tocado vivir lo peor, ésa y no otra fue su única vida posible y, por lo mismo, nadie más que él puede decidir cómo morirla, si llegara a tocar. Repito: me emociona tu emoción al hablar de mi trabajo, porque hablás del de Pablo y del de cada uno de mis compañeros artistas, técnicos y productores. Todos hicimos a Abraham Bursztein con nuestra paciencia, ganas y coraje.

-Algo que seduce de este film, y que impresiona es el nivel de producción que tiene. Filmaron en varios países. ¿Cómo fue esa experiencia?

-Agotadora. Quien piense que fue “turismo”, que no se anote en este tipo de viajes a menos que esté enamorado de alguien o de algo. A pesar del volumen de trabajo para todos, fue una producción seria, bien coordinada, bien conducida, sin lujos, con mucho trabajo antes, durante y después.

-Otra cosa que me llamó la atención es que decidieron no "regodearse" en el sufrimiento de Abraham en la época nazi. ¿Fue para evitar el golpe bajo o para que el espectador se centrara más en la relación con su amigo?

-Eso querían el libro y el director. Eso hicimos todos. La delgada línea que separa la emoción de la cursilería tenía que ser respetada en nombre de aquellos que han sufrido y sufren el horror de cualquier mente criminal. ¿Cómo mostrar lo no mostrable? ¿Cómo nombrar lo innombrable, si nada que se “actúe” puede emular al horror mismo? Es doloroso que se apague el brillo de los ojos en otros ojos. Esa es la constante natural. Pero la que es producto de la masacre, es inimitable y repugna. Se la puede y debe denunciar, pero, ¿imitarla?, no. Queríamos, con la historia que contábamos, abrir los ojos bien grandes. Decirles a todos: nos queremos vivos, hasta en la palabra “fin”.

-¿Cuál fue la escena que más te costó hacer y por qué?

-La de la estación -en donde hago el monólogo sobre la muerte de los suyos-, porque hubo que filmar desde diferentes ángulos varias veces. La afluencia de trenes (hay nueve vías) que empezó siendo cada dos horas, terminó siendo cada dos minutos. Yo no quería ir a doblaje con semejante texto. Creo que fue mi gran aporte a la película, pero me es imposible graficar en qué consistió. Si alguien me preguntara: “¿Sos un buen actor de cine?”, sólo por esa escena, no dudaría en contestar: “Lo soy, sí”.

-El film ganó el primer premio, nada más ni nada menos, que del Festival de Cine Judío de Jerusalén. Ese reconocimiento, ¿es especial?

-“El Último Traje” aporta luminosidad en tiempos tenebrosos, está muy bien que se lo reconozca por eso. Y está hecha sin apelar a un solo gesto demagógico. Y tiene valores artísticos. Y es transgresora porque busca hermanar hasta en su último cuadro.

-Tenés más de cuatro décadas haciendo películas y viste evolucionar el cine de nuestro país. ¿Cómo lo ves en la actualidad?

-Muy “des-ayudado” ahora. No sé quién podrá vivir realmente del cine. Se han cambiado los mejores códigos, pero nada impide que queden intactos los peores.

-¿Cuáles son tus próximos proyectos?

-Mi gran proyecto presente es que el público llene la sala de “Doble o Nada” (NdR: es la obra que hace con Paula Cancio, su mujer) en nuestra segunda temporada en el Teatro La Comedia, de Buenos Aires. Es una obra calificada como excelente por todas las críticas; nominada entre mil y muchos espectáculos por Mejor Obra, Mejor Actriz y Mejor Actor, tanto para los premios A.C.E. como para los María Guerrero, y recomendada en todas las redes sociales como “imperdible”, para el que gusta del TEATRO con mayúsculas.

-¿Conocés Mendoza?, ¿tenés alguna anécdota para contarnos?

-Mi papá era mendocino. Mi ídolo de joven: Nicolino Locche. Mi amigo, el escritor, poeta y periodista Rodolfo Braceli. Mi paisaje nombrado en cada nota, aquí o fuera del país es el que da vida y nombre a Mendoza. Estuve muchas veces en la provincia y me trataron bien siempre. Muchas casualidades o causalidades. Como gusten sentirlas.

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