Migraciones: la tragedia de nuestro tiempo

Desde hace tiempo no pasa semana en que la prensa no registre las desgarradores escenas de migrantes que mueren en el mar, hacinados en camiones, en precarios refugios, en variados medios de transportes o simplemente caminando, en su desesperado intento p

Migraciones: la tragedia de nuestro tiempo

El fenómeno hoy está concentrado en el norte de África y Medio Oriente; el destino buscado Europa, por el sur de Italia y Grecia en particular, para luego en lo posible seguir hacia el norte. Un largo camino lleno de obstáculos, donde el paraíso deseado es Alemania.

El principal país que expulsa personas es Siria, envuelto desde hace varios años en una guerra sangrienta, más de 4 millones han emigrado.

Las migraciones cruzan la historia de la humanidad. El fenómeno migratorio tuvo extraordinaria importancia para nuestro país; somos producto de las grandes migraciones que se produjeron entre mediados del s.XIX y mediados del s.XX.

Esas migraciones fueron proporcionalmente muy superiores a las actuales: millones de personas salían de países pobres para dirigirse a países vacíos, desiertos, como Argentina, EEUU, Canadá, Australia.

En países receptores como el nuestro fue una política deliberada, “gobernar es poblar”, la síntesis política alberdiana. Se establecieron diversos estímulos para atraer a los inmigrantes europeos; así se pobló el país. Se migraba con la esperanza de una situación económica mejor, esa era la motivación esencial, aunque también es cierto que parte de los inmigrantes llegaron aquí huyendo de persecuciones religiosas y raciales.

Para tener una idea de las magnitudes de este proceso digamos que entre 1870 y 1930, ingresaron a la Argentina 6.330.000 personas y se radicaron aquí 3.400.000. En ese clima de libertad y tolerancia, de respecto por la diversidad, se fue amasando una sociedad que al cabo de unas pocas décadas consolidó un sentido de pertenencia y de amor por la tierra que los cobijaba. El castellano, mejor o peor hablado, fue el idioma que unió a todos, donde los términos “gringo”, “gallego”, “turco”, “ruso” o “negro”, para nada implicaban discriminación o descalificación alguna, sino que por el contrario llevaban un reconocimiento y una carga de afecto.

Hoy las migraciones sólo tienen en común con aquellas que también la gente huye de la pobreza en busca de un futuro mejor. Pero el principal motivo de los movimientos de población son interminables y crueles guerras civiles, las dictaduras,  las persecuciones religiosas, los fundamentalismos y la despiadada crueldad que los fanatismos religiosos han instalado en África y Medio Oriente. El problema a resolver es cómo y cuántos migrantes y refugiados están dispuestos a recibir los países europeos, sin que se agudicen las actitudes xenófobas como las que han aparecido con fuerza en Alemania.

Es evidente que los migrantes tienen que tener voluntad de aceptar la cultura de los países que los reciben porque de nada sirve terminar creando guetos. Sin duda que los organismos específicos de la ONU y UE deben encontrar soluciones. Cuantitativamente el problema no es grave si lo comparamos con la gran inmigración reseñada: son poco más de 300.000 personas las que se estima entrarán a Europa este año.

Se estima que unas 230.000.000 millones de personas viven fuera de sus países de origen. El mundo tiene 7.300.000 millones de habitantes. Sí hay dos problemas mucho más graves de resolver son: uno, las mafias de todo tipo que lucran despiadadamente con los migrantes; el otro es más grave aún pero sigue siendo la solución de fondo: establecer condiciones aceptables de vida en los países que expulsan a sus habitantes.

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