Mientras el gobierno improvisa, la sociedad quiere más Estado - Por Rodolfo Cavagnaro

Las autoridades intentan convencer al mercado pero sigue la presión sobre el dólar.

Mientras el gobierno improvisa, la sociedad quiere más Estado - Por Rodolfo Cavagnaro
Mientras el gobierno improvisa, la sociedad quiere más Estado - Por Rodolfo Cavagnaro

Era una dura lucha, se sabía desde el comienzo, pero para darla había que tener un plan principal y salidas alternativas bien definidas. Y para eso había que tener un diagnóstico correcto. Nada de eso apareció, sino mucho voluntarismo con una alta carga de inexperiencia y otra alta carga de inocencia, como mínimo.

El gobierno creyó que bajar la inflación era simple, que era fácil generar credibilidad para conseguir flujos de inversiones. Y se creyó que todo podía hacerse sin cambiar los ejes estructurales que son clásicos en la decadencia argentina. Y por eso, también, creyeron que era prudente recorrer un camino gradual para hacer el ajuste.

Todas las creencias, no un plan sino mero voluntarismo, se cayeron y se partieron en mil pedazos por dos hechos puntuales y simultáneos: en momentos en que subía la tasa de interés, el ala política decidió cambiar las metas de inflación y hacer más laxa la política monetaria. Ahí comenzó la corrida, Argentina se quedó sin crédito y aparecieron los actuales problemas del gobierno.

El gobierno de Mauricio Macri, así, se vio enfrentado a la realidad. Ya no podía ser gradual ni simpático. Tenía que gobernar y hacer de golpe todos los ajustes que no había querido encarar antes pero, que además, tampoco había inventariado como parte de un plan concreto. Todo a las apuradas y sin crédito, debió recurrir al Fondo Monetario Internacional porque no le quedaba otra alternativa.

La inflación reprimida

El gobierno nunca tomó conciencia de los niveles de inflación reprimida que había heredado. Durante los tres gobiernos kirchneristas se abusó en el uso de anabólicos para generar una ficción de bienestar. En principio, los subsidios a las tarifas para mantenerlas congeladas, sobre todo en el Area Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). Este atraso se subestimó en cuanto a su impacto, ya que se pensó solo en el déficit fiscal y no se calculó el impacto sobre el nivel general de precios y la alteración de los precios relativos.

El segundo gran anabólico fue el déficit fiscal generado por un abultado gasto público, con la financiación acostumbrada de emisión monetaria, mientras, además, crecía la deuda intra-estado, al tomar como financistas al Banco Central, al Anses, a la Lotería Nacional, al Pami y los bancos oficiales.

El tercer anabólico fue el atraso cambiario, tomado como un “ancla anti inflacionaria”, llegando a generar el cepo cambiario, un tipo de cambio oficial mentiroso que servía para los negocios de los amigos, pero que hizo perder competitividad a las exportaciones desde 2010 en adelante.

El cuarto anabólico fue el stock de Lebac, letras del Banco Central para absorber los excesos de liquidez generados por el exceso de gasto público, que fue quizás uno de los más groseros pero el más fácil de manejar ya que no figuraba como deuda fiscal, aunque era deuda “cuasi fiscal” ya que estaba en cabeza de la autoridad monetaria.

Los funcionarios no supieron calcular el impacto que la supresión de esos anabólicos podría tener sobre la economía y fijaron metas de inflación absolutamente irreales. Sí, desde el comienzo de la gestión de Mauricio Macri comenzaron los problemas de su gobierno. No haber dimensionado exactamente la herencia recibida para planificar el plan de acción adecuado es la causa de haber llegado a este estado de situación.

En la actualidad el gobierno no sabe cómo enfrentar a situación actual en la cual todo parece enmarañado. El gobierno fue liberando gradualmente subsidios y generando aumentos de tarifas. Esta gradualidad es tan molesta como al dimensión de los aumentos pero nunca se les dijo a los argentinos la dimensión real de ese atraso.

De la misma manera, liberó el tipo de cambio atrasado y el gobierno creía que no tendría impacto inflacionario ya que, aducía, la gente ya se manejaba por el dólar paralelo. Nada más inexacto, y así en cuatro meses la inflación licuó la devaluación del peso, que volvió a quedar atrasado ante el dólar.

Pero la devaluación no fue la causa de la inflación sino el gasto público y el excesivo déficit fiscal eran la causa que movía los precios. Y el dólar se volvió a atrasar porque el gobierno comenzó a ingresar dólares de préstamos en el exterior y generó una sobreabundancia de divisas.

De la misma forma, al mantener el sistema de las Lebac dio la posibilidad de ingreso de capitales financieros atraídos por altas tasas de interés que traían dólares. Cuando el gobierno cambió las reglas de juego esos capitales se comenzaron a retirar y generaron una fuerte suba del precio de la moneda norteamericana que, este año, ya creció un 65%.

El ajuste sin plan

De acuerdo a los compromisos asumidos con el FMI, el gobierno comienza aceleradamente a hacer un ajuste que nunca pensó hacer. Para este año se comprometió un déficit fiscal máximo de 2,7%, mientras que para 2019 el compromiso es bajarlo a 1,3%. Esto implica, para el próximo, una reducción de erogaciones de 300.000 millones de pesos.

El ajuste es muy grande, y el gobierno pretendía compartirlo con las provincias, pero quedó finalmente en hacerse cargo del 66%, aunque esa decisión implicó aplicar nuevos ajustes sobre el sector privado. El gobierno va tanteando y encuentra resistencias de parte de todos los sectores, los mismos que, a su vez, le piden que baje la inflación y reactive la economía.

Y esta semana quedó claro la forma en que la sociedad en su conjunto sigue pidiendo que el Estado siga con sus prestaciones. Desde gobernadores e intendentes, que se quejaron por la eliminación de Fondo Federal Solidario provenientes de las retenciones a la soja, hasta sectores exportadores por la disminución de los reintegros a las exportaciones, son claros ejemplos.

Pero también la resistencia viene del sector político. A pesar que se insiste en reducir gastos, no debe olvidarse que el que pide ajuste es que primero que debe comenzar dando el ejemplo. Y aquí aparece una inconsistencia del mismo presidente Macri, manteniendo una estructura de casi 22 ministerios, lo que luce como una barbaridad, sobre todo en tiempos de austeridad.

Esta carencia de un plan muy claro, está generando incertidumbre en los mercados y eso genera una gran debilidad que se ve reflejada en la demanda dólares que salen del mercado, más la presión de la inflación y las dudas acerca de la posibilidad real de que el gobierno pueda conseguir financiar 8.000 millones de dólares que necesita el año próximo. Antes, había dudas por 20.000 millones y ahora por mucho menos.

Una de las dudas que el gobierno deberá despejar es cerrar un acuerdo por el Presupuesto 2019, pero debería hacerlo rápidamente y no esperar a fin de año. Cuanto más rápido quede, al menos formalmente y puesto por escrito, habrá cierta certidumbre para orientar a los operadores y posibles financistas.

El apuro del gobierno es bajar el riesgo país que se disparó a casi 700 puntos por la percepción de un desorden que no le permite avanzar rápidamente ni bajar las tasas de interés para que la economía retome su ritmo.

No hay que descartar que terminen adoptando medidas tradicionales, como fuerte devaluación adicional para tener un tipo de cambio alto para bajar tasas y aceptar tasas de inflación un poco más alta. Hay que ver qué dice el FMI y los mercados, pero la presión de las adicciones puede ganar la pulseada.

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