Mieles mexicanas

Mieles mexicanas
Mieles mexicanas

Año 2009. Luna de Miel. Destino: México. Dos certezas: tramos aéreos internacionales y noches de hotel  en Playa de Carmen. El resto, por descubrir.

Con esa información y una guía de viajes de México salimos con Ana, mi esposa, hacia ese hermoso país. Nuestro primer promotor fue el taxista que nos llevó del Aeropuerto hacia el centro de DF en donde comenzaríamos a consultarle a los locales sobre algunos lugares especiales para recorrer.

Así, instalados en la Zona Rosa del DF, iniciamos nuestro descubrimiento de la Ciudad: avenida Insurgentes, llegar hasta el Zócalo y probar los tacos de canasto más picantes de la historia –para risas de los locales que veían como nos faltaba agua para mitigar el ardor-, luego, escala en el Café de Tacuba, pintoresco bar en el que las camareras parecen enfermeras. Sin dudas, este bar es parte importante de la historia de la ciudad. Subte de por medio, recorrimos Coyoacán y San Angel, en donde es posible caminar por la calle Francisco Sosa, la más antigua y larga de América o visitar la casa de Frida Khalo.

A lo largo del día, distintas personas, nos invitaron a hacer una clásica excursión por el Santuario de la Virgen de Guadalupe y las Pirámides de Teotihuacán, y también nos mencionaron Taxco y Oaxaca. La excursión es altamente recomendable por la magnitud y la importancia de los lugares que incluye: desde las milenarias e imponentes pirámides hasta el famoso santuario por el que pasan casi 8 millones de personas durante la celebración anual. Infaltable: un paseo por el Museo de Antropología y el Parque de Chapultepec.

Entre enchiladas y guacamole, confirmamos los nuevos destinos: Oaxaca de Juárez y Taxco. El primero, “Oajaca”, ofrecía un casco histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, con construcciones protegidas, galerías de arte y una de las ruinas recientemente descubiertas: Monte Albán. Los colores, los sabores de su comida – tlayudas oaxaqueñas o raspados de hielo dulces con picantes-, sus pinturas, el mercado, las destilerías de mezcal, sus iglesias de 400 años, sus calles adoquinadas  y plazas, nos invitaban  una y otra vez a recorrer cada lugar. Difícil describir las sensaciones que transmite Monte Albán: ruinas de una antigua civilización, encontradas en los años 60.

Taxco, en el Estado de Guerrero, nuestra segunda elección,es  el principal yacimiento de plata del país. Con el marco de una Ciudad colonial construida sobre las laderas de un cerro, nos sorprendieron sus calles de subidas y bajadas pronunciadas, sus pequeñas galerías que ofrecían verdaderas obras de arte realizadas en plata y artesanías de cerámica tan coloridas, y por supuesto, sus restaurantes, los más diversos, ubicados en terrazas que permitían ver toda la ciudad desde allí.

Luego de 5 días de descubrir lugares impensados en cada rincón del DF y cercanías, llegaba el momento de las paradisíacas arenas de Playa del Carmen. Pero el estado de Quintana Roo, tenía para ofrecer algo más que sus playas: Las Ruinas de Tulúm y Chichén Itzá.

México es un favorito: por lo que conocimos, por su gente, por su cultura, por su variedad de atractivos, y sobre todo, porque siempre será un destino para volver.

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