Por Carlos Sacchetto - csacchetto@losandes.com.ar - Corresponsalía Buenos Aires
Esta obsesión por las encuestas, admitida por integrantes de los comandos electorales de Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa, revela dos cuestiones notables. La primera es que, a pesar de las críticas que en cada elección se les hacen a las consultoras que se encargan de los sondeos previos, todos -aunque lo nieguen- siguen siendo dependientes de las encuestas y se mueven en función de lo que ellas dicen.
La segunda cuestión es que esa falta de certezas que los candidatos muestran en la intimidad, se traduce en un nerviosismo inocultable a la hora de ajustar las acciones de campaña. Ninguno de los tres mencionados ha dejado de producir extraños giros destinados a corregir sus mensajes, incurriendo en serias contradicciones.
Que esto suceda a sólo una semana de que tengamos la única encuesta válida que será el escrutinio de las elecciones primarias, nos pone ante un escenario de incertidumbre, cargado de incógnitas. Todos tienen serios problemas internos y nadie puede atribuirse liderazgos definitivos.
Tironeos
En el oficialismo se están anticipando previsibles disputas de poder que ni siquiera su máxima conducción, Cristina Fernández, puede ya evitar. El llamado kirchnerismo duro se debate ahora en la debilidad que significa haber tenido que aceptar la nominación de Scioli como único candidato por falta de opciones propias.
Ocurre con los integrantes de La Cámpora, a quienes la Presidenta posicionó en lugares clave del gobierno y de las listas para cargos electivos, y también con aquellos sectores aliados provenientes de fuerzas no peronistas, que pensaban que todo seguiría igual.
Lo ocurrido en estos días en el área de Cultura es un claro ejemplo: la interna entre quienes quieren llegar y quienes no quieren irse derivó en la ocupación del Ministerio con su titular, Teresa Parodi, sin poder salir del edificio y obligada a pasar la noche en su despacho.
El sciolismo pretende comenzar ya con una mayor presencia en las decisiones y el choque resulta inevitable. La aparición el miércoles del ministro de Economía, Axel Kicillof, hablando de regular los alquileres o de mostrar la lista de quienes pagan el impuesto a las Ganancias, provocó otro escándalo que llegó hasta la Presidenta. Las quejas de Scioli se escucharon fuerte en Olivos y Cristina no tuvo más remedio que aceptarlas.
Un resultado de estas tensiones y del nerviosismo que se advierte en el Frente para la Victoria es que muchas posturas irreductibles del kirchnerismo han dejado de serlo de un modo patético. El jueves, Scioli fue personalmente a dar un reportaje a la Redacción del diario
Clarín, y por la noche el jefe de Gabinete y precandidato a gobernador bonaerense, Aníbal Fernández, concurrió a un programa político en el estudio de TN, ambos medios del grupo más odiado por el relato kirchnerista.
A estos episodios que irritan la interna oficial, hay que agregarles las consecuencias del desmanejo de la economía que el oficialismo pretendía mantener ocultas hasta después de las elecciones y hoy están floreciendo. Son razones suficientes para explicar los nervios con los que el sector llega a las primarias.
Desconcierto
En la oposición los problemas no están ausentes. El polémico cambio de discurso que produjo Macri la noche en que su fuerza retuvo la Capital Federal, no tuvo mayor impacto en las encuestas pero sí en los sectores internos del Pro. Eso introdujo confusión entre los dirigentes, muchos de los cuales no pueden explicar la nueva orientación y otros no la comparten como estrategia electoral.
Ante el inmenso desafío de dejar de ser una fuerza que gobierna una ciudad para extender ese gobierno a la Nación, aquella discusión interna del macrismo genera tensiones que derivan en desorganización. Cierto voluntarismo también ha ganado al sector. Macri muestra un exceso de confianza en que la sociedad quiere un cambio, y que su propuesta se convertirá en octubre en una ola indetenible.
Pero en política nada es definitivo. Hoy las encuestas más respetables para las PA SO le dan una ventaja a Scioli sobre el frente Cambiemos -donde Macri es favorito- de 5 a 8 puntos, pero sin llegar al 40 por ciento. Eso promete más suspenso para octubre y justifica el nerviosismo que todos exhiben.