Como una gota persistente y sobre todo sutil que va al cántaro, y que no parece poder desbordarlo, hasta que finalmente lo hace. Así podría llegar a percibirse la metáfora visual de lo que implica el denominado “micromachismo”.
Es un tipo de machismo pernicioso, camuflado, cuyo término (micromachismo) fue acuñado primero por el terapeuta argentino Luis Bonino en 1990.
Esta definición dio nombre a prácticas que otros especialistas llaman “pequeñas tiranías”, “terrorismo íntimo” o “violencia blanda”, menos populares que el primero, pero que aluden a lo mismo.
En el concepto se unió “micro”, en referencia a lo capilar, lo casi imperceptible, lo que está en los límites de la evidencia, con el término “machismo”, que designa la ideología de la dominación y alude a los comportamientos de inferiorización de los hombres hacia las mujeres.
En este contexto, ¿cómo darnos cuenta del daño sutil y reiterado? ¿Qué implicancias tiene el micromachismo? ¿Qué lo diferencia del machismo en estado puro?
Según explicó la socióloga Silvina Anfuso, directora de Género y Diversidad de la Provincia: “El machismo es un comportamiento que sostiene que los hombres son superiores a las mujeres por el solo hecho de ser hombres. Una acción machista va acompañada de algún tipo de violencia, simbólica, física, etcétera. Es decir que para imponer esa supuesta superioridad de género tiene que haber un trabajo previo”.
Así, la violencia de género aparece como toda acción que restringe la libertad y dignidad de las mujeres. “En ese sentido, podemos comprobar que quedan ignoradas múltiples prácticas de violencia en lo cotidiano. Son sutiles pero refuerzan la idea de que las mujeres somos seres inferiores a los hombres. Algunas vistas como normales, naturalizadas, invisibilizadas. A eso llamamos micromachismos”, argumenta Anfuso.
- Si como dicen el micromachismo se vincula con tretas de dominación sutiles, hacia la mujer y todo lo que concierne a su vida, ¿cuáles serían estas estrategias "blandas" que esconde esta conducta?
- Los micromachismos causan que el varón mantenga su posición de género que atenta contra la autonomía personal de las mujeres y prepara el terreno para otras violencias. Se les llama “micro” porque a simple vista parecen poco dañinos.
Pero al ser reiterados, se convierten en la norma, por ejemplo dentro de un hogar y generan para las mujeres una profunda violencia. Ejemplos pueden ser naturalizar el cuidado de los niños y niñas. Las mujeres faltamos a trabajar cuando tenemos hijos/as enfermo/as y los hombres lo hacen excepcionalmente. O abandonamos nuestras carreras, o la posibilidad de estudiar o especializarnos.
A grandes rasgos, sería reforzar la idea de que a las mujeres nos pertenece el ámbito privado y a los hombres el ámbito público. Otro ejemplo en esa línea es el que los hombres “nos ayudan” (repetido por muchas mujeres) a lavar los platos, en vez de tomar conciencia de que el cuidado de la casa es responsabilidad de todas las personas que viven en ella. También podemos observar, en ámbitos laborales, que la opinión de algunos hombres es tenida en cuenta más que la de las mujeres.
- Estas actitudes ¿son conscientes? ¿Cómo detectarlas?
-Generalmente no se tiene conciencia. Es cultural y está naturalizado. Las mujeres y la sociedad en general, tenemos que rediscutir nuestros roles, no considerar nada como natural, como obvio, sino que son fruto de construcciones sociales. Son cuestiones culturales que hay que rever con un trabajo permanente, desde instituciones como la escuela, desde los medios de comunicación y como sociedad.
Mendoza machista
- ¿Cuáles son los casos más frecuentes en Mendoza?
- Una encuesta sobre trabajo no remunerado y uso del tiempo realizada por el Indec el año pasado señaló que, a nivel nacional urbano, la tasa de participación de mujeres en actividades de cuidado de personas asciende al 31,1, mientras que la tasa de participación de varones es de 16,8.
Asimismo las mujeres dedican en promedio 6 horas al cuidado de personas mientras que los varones 3,8. Nuestra Provincia se ubicó junto a Jujuy, Tucumán, Santa Cruz, Formosa y San Luis entre las provincias que superan ampliamente la tasa de participación femenina a nivel nacional en las tareas de cuidados. Esta desigualdad social, si es asumida como del orden natural, es porque los micromachismos siguen actuando en nuestra cultura.
- ¿Hay actitudes particulares de esta naturaleza que estén ligadas con la identidad provincial?
- Los concursos de belleza, ya que imponen una única manera de ser mujer como “la ideal” (para casarse), dejando afuera a la diversidad de formas reales de mujeres que coexisten, y la multiplicidad de riquezas que las definen.
- ¿Cómo tratar el equilibrio para no caer en los extremos?
- No se trata de buscar un equilibrio ni de hablar de extremos. Una actitud es machista si es discriminatoria hacia la mujer. No se es “medio” discriminatorio. Se discrimina o no. Si un comentario dirigido a mi persona no posibilita un intercambio, si no está basado en escuchar ni respetar mi opinión, más que una galantería es un acto cosificante.
- ¿Cómo trabajar desde la sociedad, el hogar, y la escuela para poder desterrar estas realidades?
- Hay que revisar, rever. En ese sentido el rol de la escuela es muy importante, como el de la familia. Enseñar a nuestro/as niño/as a ocupar roles de igualdad, a aceptar la creatividad sin prejuicios y el respeto a la diversidad, debe ser una tarea de todos los días.
Las cuatro caras de la desigualdad micromachista
Según Luis Bonino (Psicoterapeuta y médico psiquiatra, especialista en varones, masculinidad y relaciones de género) existen cuatro tipo de micromachismos:
Utilitarios. Afectan principalmente al ámbito doméstico y a los cuidados hacia otras personas abusando de las supuestas capacidades femeninas de servicio y la naturalización de su trabajo como cuidadora. En la casa, un ejemplo claro de un hombre supuestamente colaborador se vería en la frase: "Mi amor, te he puesto la lavadora". A lo que una mujer que los detecte debería preguntar: "¿Dónde?", dado que ambos ensucian ropa.
Encubiertos. Son muy sutiles y buscan la imposición de las "verdades" masculinas para hacer desaparecer la voluntad de la mujer, que termina coartando sus deseos y haciendo lo que él quiere. Hay micromachismos en los silencios, en los paternalismos, en el "ninguneo" y en el mal humor manipulativo. ¿Quién no ha escuchado en casa?: "Hacé silencio que tu papá está enfadado, viene muy cansado del trabajo y necesita las cosas así".
De crisis. Surgen cuando ellas empiezan a romper la balanza de la desigualdad en la pareja. Se pueden reconocer en la frase: "Vos sabrás qué hacer (con las tareas domésticas), si trabajás".
Coercitivos. En ellos el varón usa la fuerza moral, psíquica o económica para ejercer su poder, limitar la libertad de la mujer y restringir su capacidad de decisión. Suelen afectar al espacio y tiempo de ellos y ellas y pierden siempre las segundas. Se ven en quién ocupa el mejor sillón de la casa, quién tiene el mando de la televisión, en cómo un hombre abre las piernas y reduce el espacio de una mujer en un vagón de metro... En cuanto al tiempo, el varón, lo dicen todos los estudios, cuenta con más ocio para sus cosas, ya sea irse a andar en bici, o con sus amigos a ver el fútbol…