El hijo eterno", de Cristovão Tezza, fue un best-seller en Brasil. Su publicación, en 2007, lo terminó de asentar como uno de los escritores más interesantes en el panorama de la literatura brasilera actual. ¿Por su pulso en el papel? Desde luego, es un gran novelista.
Pero también por la sensibilidad (y, digámoslo, el desprejuicio) con la que habló de un padre que ansiaba la paternidad y se descubre un día con un hijo con Síndrome de Down, algo que desde luego no esperaba.
Al desconcierto seguirá un brote de sentimientos impensados. La reflexión, la aceptación. Transitará desde entonces en un territorio ético que es escarpado y que, en las mentes que leen este relato de corte además autobiográfico, se concentra de variadas y contradictorias emociones. "O filho eterno" (título original) expone esa psicología, mostrando cómo luego sobrevendrán las citas con los médicos, los tratamientos y las pequeñas victorias cotidianas que aparecen en la crianza de un hijo con Síndrome de Down.
En efecto, lo calificaron de "un libro osado y honesto". Sin dudas toca temas acuciantes en la sociedad actual (¿es posible el amor incondicional? ¿hasta dónde podemos ceder en lo personal por el amor? ¿qué es lo "diferente"?), por lo que el relato necesitó en un momento salir del papel y descubrirse en otros lenguajes. El teatro, espejo de la vida, estuvo ahí como siempre. Bruno Lara la adaptó, Daniel Herz (renombrado director carioca) la dirigió y, después de haberse presentado con verdadero éxito varios años en Brasil, cruzó la frontera hacia el sur, con una traducción de Gabriela Rosas.
En suelo argentino, "El hijo eterno" (hoy en el Teatro Imperial de Maipú, a las 22) encontró a otro padre y a otro hijo: los Noher. Jean Pierre, que la había visto hace años y tenía el proyecto en la cabeza, compró los derechos y habló con el director, agilizó la producción y convocó a su hijo Michel para que encarara el protagónico. Porque la novela tomó forma de unipersonal. Es así la primera experiencia de este tipo para el galán, conocida cara de "Amar después de amar" o "Cien días para enamorarse".
Además, Michel Noher tomó el desafío con la posibilidad de madurar el papel con otro plus, puesto que pudo contrastarlo con su propia experiencia con la paternidad (Antón, de dos años, es hijo suyo y de Celeste Cid, actriz de la que se encuentra hoy separado).
Michel se refirió a la historia como algo poético: "Pero sobre todo es muy humana y verdadera. El texto habla de madurar como padre y entender las limitaciones de uno y de otro en esa relación de dos", resumió sobre la pieza, que en su desembarco en nuestro país (en el Centro Cultural San Martín de Buenos Aires) fue recibida con aplausos de pie y un tendal de críticas muy positivas.
Como esta: "Es una pieza muy amorosa, da pie a que la emoción aflore de manera muy conmovedora", se leyó en el textode Carlos Pacheco. Y "Michel Noher se luce en una obra conmovedora", escribió Sandra Commisso.
Claro que, en su paso a la Argentina, no todo quedó igual. Si bien es dirigida nuevamente por Herz, se recalibran aspectos argumentales: esta vez, la acción se sitúa en La Plata, a comienzos de la década del ‘80, un poco antes del regreso alfonsinista a la Democracia. Un contexto que resultará determinante para la vida de este padre primerizo, cuya paternidad además le llega en un momento de insatisfacción personal.
Porque el protagonista siente que, transitando la década de los 30 años, no logra realizarse ni como escritor (su vocación) ni como docente (su profesión). "El hijo eterno" tiene así espesura autobiográfica, porque Tezza empezó a publicar en 1988, a los 36 años. Sabemos que sus palabras reflejan la experiencia más sincera, porque es la experiencia que él pasó con su propio hijo.
La ficha
"El hijo eterno", adaptación de la novela de Cristovão Tezza, adaptada por Bruno Lara.
Actúa: Michel Noher.
Dirige: Daniel Herz.
Fecha y hora: Hoy, a las 22.
Lugar: Teatro Imperial (Perón y Pescara, Maipú).
Entradas: $350. La venta online de tickets es con tarjeta de crédito, a través de www.eventbrite.com.ar