Un preso de 61 años, que había sido condenado por violar a su propia hija, fue beneficiado con la domiciliaria por riesgo de contagio de coronavirus. La víctima redactó una triste carta en la que contó sus sensaciones y miedos por la decisión que tomó la jueza María Teresa Garay en la provincia de Córdoba.
El hombre recibió una pena de 8 años por el abuso sexual; sin embargo, apenas cumplió uno. Como padece diabetes e insuficiencia cardíaca, realizó un pedido para volver a casa ante las condiciones en el penal.
Entonces, la magistrada Garay tomó la decisión de beneficiarlo, algo que provocó que los fiscales generales José Gómez Demmel y Héctor David anticiparan un pedido de un jury en su contra, informó La Voz.
"No se le informó a la víctima, no se la escuchó y no se le informó el resultado de esta resolución. Se enteró por comentario de terceras personas de que salió", dijo Juan Manuel Rivero, el abogado de la joven violada, que hoy tiene 23 años, pero que al momento del abuso tenía 14.
A través de El Doce, la víctima compartió una carta que generó reacciones en las redes sociales y se viralizó de inmediato.
En su escrito, la chica ratificó que se enteró que su padre volvía a la calle por terceros y que nunca la notificaron. "Pareciera que tuviese que empezar de nuevo, me cuesta y juro que trato de hacer lo mejor. Pero esto es demasiado. Hoy es un día para el olvido. Es un día en el que lo profundo de mi ser llora. Mi corazón duele y sin entender por qué, ya que desde entonces estoy bloqueada", expresó la joven.
La carta completa:
¿Cómo me tomó esta noticia?
Este es un escrito de parte de una persona que hoy ya no siente nada. Toda mi vida me movilicé para buscar lo mejor y cambiar la realidad que me aquejaba. Y así fue.
En términos de magnitud, el delito de abuso sexual doblemente agravado termina siendo un detalle a comparación de toda la violencia de género ejercida por esa persona. Le dediqué años de mi vida a que tome responsabilidad de sus actos, en contra de todo pronóstico familiar y social, en pos de conseguir el privilegio de vivir tranquila, en libertad. Y la justicia me acompañó. La justicia validó mi sentir y me protegió.
Pero el 23 de abril, fue un antes y un después. Me enteré por terceros que "mi papá está libre". Que no era prisión domiciliaria. Desde ese día ya no me da más la cabeza. Y yo pregunto... ¿Qué pasó acá? ¿Por qué me tengo que enterar de esta forma? ¿Desde cuándo me soltaron la mano? Yo no pedí esto.
Trato con todas mis fuerzas de vivir lo más normal posible, pero ya sé que no se puede. Pareciera que tuviese que empezar de nuevo, me cuesta y juro que trato de hacer lo mejor. Pero esto es demasiado.
Hoy es un día para el olvido. Es un día en el que lo profundo de mi ser llora. Mi corazón duele y sin entender por qué, ya que desde entonces estoy bloqueada. Sigo creyendo. La fe que me acompaña es muy grande. Pero hoy me invade un fuerte dolor de cabeza.
¿Sabía de la existencia de este pedido?
Yo no supe de este pedido puntual de prisión domiciliaria. Seguía las noticias de los medios de comunicación y si bien podía llegar a ser una posibilidad, parecía muy poco probable. El viernes me enteré (cuando el abogado llamó), que el pedido se resolvió en tres días y el jueves 23/04 le otorgaron la prisión domiciliaria. SIN TOBILLERA. SIN CONTROL ELECTRÓNICO.
¿Interpondré una acción ante esta resolución?
Sí, con toda certeza. Esto lo llevará a cabo mi abogado Juan Manuel Rivero, al cual agradezco profundamente por la profesionalidad con la que abordó este tema desde los comienzos.
¿Qué contacto tenía con mi papá desde que está detenido?
No tenía contacto con el agresor.