Lo mejor de este Gimnasia se ve cuando Oga la pone bajo la suela. Con mucho de error, el Lobo pregonó sus sanas intenciones en el arranque de la B Nacional y decidió, sin prejuicios y casi inmediatamente, cambiar el libreto por completo tras una magra cosecha de puntos inicial.
Renunciar a todo lo que pregonó en los últimos dos años era una determinación drástica que no tenía otro fundamento que el escepticismo en sus convicciones. Ese divorcio con sus raíces, ese ensayo y error, le iba arrojar como único saldo positivo el hallazgo de un tridente defensivo inexorable: Marín-Villarino-Giménez. Si bien parece insignificante; fue clave.
Se jugaba feo pero se lograba sacar puntos en casa; salir del Parque seguía resultando un karma. La propuesta egoísta tampoco alcanzaba por sí sola. Había que sumarle fútbol, pero eso era lo de menos. Este plantel lleva en su ADN, lo tiene a flor de piel, el buen trato de la pelota.
No debía ser engorroso convencer a estos futbolistas de volver a hacerse amigos de la redonda.El ingreso de Amaya fue clave. El Lobo mostraba que no era un divorcio; sino que se habían tomado un tiempo.
“Nos ganaron como corresponde, con fútbol”, decía el entrenador de Boca Unidos pos 1-3 en el Parque. Todo un veredicto que no es usual escuchar. “La solidez defensiva y la efectividad nos ha dado tranquilidad en el juego. Hemos cometido errores y hemos sabido corregirlos”, explicaba Toti Arias. La noticia era que Gimnasia volvía a su primer amor: la pelota.