“El año que viene quiero bajar 12 kilos y lograr un físico atlético y musculoso”, expone Daniel a sus amigos del gimnasio...
“Desde marzo empiezo a ‘cranear’ el microemprendimiento que tanto quiero para cambiar de trabajo”, comenta Flavia a sus compañeras en la oficina.
“Un viaje a India es lo que necesito para reencontrarme conmigo mismo, es una experiencia que he querido hacer desde siempre”, reflexiona Ricardo, sentado en su sillón del estudio de arquitectura.
Los propósitos, deseos, objetivos son tan diversos como disímiles, pueden ser pocos o muchos en cada persona, y la necesidad de poder llevarlos a cabo, un desastre total, o una meta cumplida exitosamente.
Pero para que esto último se dé no hay secretos. Más bien cuenta mucho tener en claro qué se quiere llevar a cabo, por qué, y de qué manera.
Como explica el psicólogo Daniel Venturini, “es muy frecuente que el fin de año, como todo fin de ciclo, nos ponga más sensibles y sentimentales.
Momento propicio para que afloren los idealismos. Entonces suele ocurrir que muchas personas se pongan metas demasiado utópicas e idealistas, y por lo tanto inalcanzables. Por eso lo mejor no es dejar de tener propósitos, pero sí que sean realistas”.
Eso implica que si, por ejemplo, usted hace cinco años que no hace ejercicios y pretende empezar a correr cuatro veces por semana (para bajar de peso), además de ir tres al gimnasio y hacer una dieta híper estricta de manera desmesurada, no está poniendo una meta realista y no va a lograr nada más que lesionarse, agotarse, y dejar todo a la semana (con suerte). Un ejemplo aplicable a cualquier propósito.
“Una meta realista en cualquier objetivo que se desee lograr tiene que ser gradual, progresiva, alcanzable y factible de poder lograrse”, argumenta Venturini.
En este sentido, el fin de año activa el nivel de la emocionalidad en términos de intensidad que tienden a objetivos excesivos de alcanzar en poco tiempo. Y es que lo racional desaparece, mientras los sentimientos de balance e sensibilidad potencian metas desmesuradas. Propósitos que al no poder llevarse a cabo decanten en una enorme frustración. El psicólogo nos sigue explicando cómo funciona todo eso en nuestra psiquis.
–¿Cómo lograr no caer en este tipo de trampas?
–El modo de ir logrando la confianza, la seguridad, y de retroalimentar positivamente la motivación es proponernos pequeñas metas, que al ir lográndose de manera gradual nos permiten adquirir mayor confianza e ir yendo por más.
–¿Resulta útil anotarlas para armar un mapa conceptual a modo de guía?
–Sí, sirve y mucho, ya que vendría siendo como un mapa guía para poder ir siguiendo. Se trata como de una guía que no sólo pone en claro cuál es el paso siguiente, sino que además nos permite visualizar y conseguir los logros que se van alcanzando.
–¿Lograr un objetivo incita a lograr el siguiente?
–A veces en este proceso los pequeños pasos acumulativos que nos llevan hacia la meta, no son siempre perceptibles sino hasta una determinada acumulación de los mismos. Si con cada logro podemos marcar una tilde es como ir haciendo consciente ese deseo, y percibiendo más inmediatamente los pasos dados.
–¿Es positivo jerarquizar metas?
–Si bien ponerlas en orden de prioridad puede ser un sistema, hay otro que a mi juicio funciona mejor: poner los objetivos por orden de complejidades. Siempre hay que poner los más simples y sencillos primero, que aunque no sean los más importantes, al lograrse van generando confianza y fuerza interior para lograr los más difíciles.
Algo que nos fortalece mucho. Si partimos desde lo más complicado de lograr, es muy posible que no lo logremos nada y desistamos del resto. “Paso a paso”... como en todo.
